Un mundo nuevo y roto, y el imperativo moral de la esperanza

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Abel Blas Román

Abogado

 

Se termina un año insólito con colegios cerrados, millares de empresas fundidas, protestas de todos los colores. Ha crecido la pobreza a alturas sin antecedentes.

El desconcierto de los gobernantes y el estupor de la población, no ha sido patrimonio argentino, pero se ha detenido con particular saña bajo la Cruz del Sur. Las voces han sido erráticas pero los silencios, ominosos e hirientes.

La muerte se lee en un gráfico como una estadística más y ni siquiera hemos tenido espacio para honrar a nuestros muertos. En nuestra ciudad, por añadidura, el dolor raspó la sensible piel del deporte. La Ciudad despidió a Cacho Delmar, a Alejandro Sabella y, en correspondencia con el planeta, a Diego Maradona.

Todo se tiñe de gris, de tan triste.

Pero por si todo fuera poco, nos privaron de libertades esenciales como la de transitar libremente o estrechar la mano amiga o buscar el refugio de los brazos de nuestros hijos.

Sin fundamentos claros, bajo un manto de dudas y penumbras a los mayores nos han tenido y nos mantienen en prisión domiciliaria como a los delincuentes más notorios.

No sabemos si en el año que se viene galopando estaremos en mejor condición, si aparecerá la vacuna contra el virus o un remedio eficaz contra la insensatez o una vitamina que combata la mediocridad.

Pero, los que nos empeñamos en llamarnos “Expertos en Vivir”, movimiento fundacional originado en La Plata y por platenses, tenemos una sola certeza: alguien tiene que decirle a nuestros hijos y nuestros nietos que otro país es posible, que esta fue una ciudad que derrochó talento y tuvo una educación de valimiento universal.

Que nuestra Constitución Nacional inspiró a medio continente; que nuestras leyes se copiaron en toda América; que nuestra medicina abrió rumbos en lo más alto de la ciencia; que nuestra arquitectura fue valorada en todas las Universidades de Europa; que nuestra ciencia lo tuvo a Milstein, nuestra música a Ginastera y nuestra literatura a Borges.

Alguien tiene que decirle a nuestros jóvenes que no se vayan, que es posible caminar por la calle sin tener miedo a que te asalten; que es posible ir a la escuela y aprender los rudimentos de la vida; que es posible vivir honradamente trabajando sin deberle nada a ningún puntero de barrio.

En suma que es posible levantar la frente, inflar el pecho y caminar hacia el porvenir.-

“sabemos que se puede ser mejores de lo que somos y estar mejor de lo que estamos”

Alguien tiene que decirles que alguna vez hubo políticos que murieron pobres pero que hicieron de este suelo la Patria.

Que hubo maestros impecables y sacrificados que valoraban el mérito y el esfuerzo; que hubo jueces que impartían Justicia y gobernantes que no mentían.

Alguien debe inculcarles, obcecadamente, contra cualquier agorería, por sobre toda especulación mezquina, que la faena de vivir es denodada y requiere valentía y constancia, que debe persistirse en la honradez a pesar de los pésimos ejemplos. Qué la vida es eso: el trabajo honesto, el respeto por todas las ideas, la solidaridad con el más débil.

Jóvenes de La Plata, escuchen la voz de los “Expertos en Vivir” que quieren que retumbe a los cuatro vientos que hay que persistir con todo el empuje posible porque a los que ahora nos mandaron a “quedarnos en casa” experimentamos y vivimos otra ciudad, otro país, otros valores y sabemos que se puede ser mejores de lo que somos y estar mejor de lo que estamos.

Sin fantasmas, sin pereza, sin falsos ídolos, sin mentirosos salvadores providenciales, como predicaba un poeta de esta querida ciudad de La Plata:

“Todos los incurables tienen cura cinco minutos antes de la muerte”.

 

 

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