Tiempo de balance: lo que hemos aprendido con la pandemia

Edición Impresa

Por JAVIER TOVAR

EFE

El año 2020 llega a su fin. Pero este año cuando el reloj de la puerta del sol de las doce campanadas no va a ser como los demás. Ha sido un año diferente, intenso, cargado de incertidumbre y de una dureza poco habitual. 2020 nos ha servido para muchas cosas. A principio de este siglo hablábamos del horizonte 2020 como el año que cambiarían los paradigmas de la educación, de las empresas, de la digitalización… teníamos grandes expectativas puestas en él.

Es cierto que hemos conseguido grandes cambios, pero con un costo demasiado alto tanto a nivel de vidas humanas como de la sobrecarga emocional añadida.

El objetivo prioritario del año ha cambiado radicalmente: seguir vivos y ganar la batalla al virus.

La famosa pirámide de las necesidades de Maslow vuelve a estar de actualidad, más que nunca, mostrándonos de nuevo, que cuando las necesidades básicas no están cubiertas el resto pierde sentido.

Y dentro de estas necesidades están las emocionales, que tantas veces hemos descuidado por no saber interpretar nuestros sentimientos.

Este año ha servido para poner en jaque nuestro sistema de creencias, de valores, para hacernos conscientes de nuestra debilidad, para reflexionar sobre la necesidad de vivir en paz con la naturaleza, que ha demostrado que nos gana con un simple virus microscópico, y sobre todo, para aprender a estar bien con uno mismo.

Han sido demasiadas muertes, demasiados profesionales dándolo todo para que el sistema no se pare… No podemos permitirnos que todo siga igual, quizás es el momento de replantearos qué hemos aprendido, de hacer balance, un balance más profundo que el de otros años, y de plantearnos qué queremos cambiar en nuestra vida.

Que la figura de los docentes es imprescindible para la educación. Que las nuevas tecnologías son un gran aliado, pero que hace falta un buen maestro o maestra que sepa adaptar y trasferir el conocimiento y despertar la curiosidad en los alumnos y la pasión por aprender.

Que en esta sociedad todos somos necesarios y que nadie es más que nadie.

Que la salud es lo primero, y la salud entendida no como la ausencia de enfermedad, sino como el estado perfecto de bienestar físico, mental y social.

Hemos sido conscientes de la importancia de la salud emocional. El confinamiento y las restricciones de la pandemia nos están pasado factura a nivel emocional a todos.

Nuestra familia y nuestros amigos son importantes, han bastado varios meses sin poder verlos para que valoremos aún más su presencia y lo que aportan en nuestra vida. Que es importante decirles que les queremos, lo importante que son para nosotros.

Que cada día cuenta, que no dejemos para mañana lo que podamos hacer hoy, porque nadie nos garantiza que mañana sea igual que hoy.

Llegamos muy cansados y agotados emocionalmente al 2021, pero también con esperanza de que la pandemia remita, de que la situación mejore a todos los niveles económicos, de salud… es el momento de aprovechar todo lo que hemos aprendido este año para que el año próximo no cometamos los mismos errores.

 

Las noticias locales nunca fueron tan importantes
SUSCRIBITE