“Soul”: una proeza visual de Pixar, con un mensaje edulcorado

El estudio demuestra su relevancia con una película arriesgada que asombra, pero de mirada algo banal sobre el sentido de la vida

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Por PEDRO GARAY

pgaray@eldia.com

“Soul” es, ante todo, una película valiente, un acto de coraje de un estudio que oscila entre acomodar sus ansias experimentales al paladar comercial y crear a la altura de sus viejos clásicos. La cinta de Pixar estrenada el viernes a través de la plataforma on demand Disney+, propone algo inusitado para la animación familiar, un viaje astral asombroso para la vista: el estudio de “Toy Story” vuelve a hacer gala de su creatividad para expresar lo inexpresable, lo insondable, desde escaleras al cielo hasta seres interdimensionales, escapando a los lugares comunes de las representaciones de lo que hay antes y después de la vida y también del mero preciocismo, creando imágenes con impacto y relevancia y convirtiendo en magia cinematográfica conceptos metafísicos pesados y complejos.

En ese sentido, “Soul” es tanto deudora de “Coco” y su colorido retrato del mundo de los muertos, como de “Intensamente”, dirigida, de hecho, por el mismo realizador, Pete Docter. Allí también lo abstracto (emociones allí, almas acá) se vuelve personaje.

Y es gracias a sus conceptos altos y atrevidos que esta trilogía de Pixar sostiene la relevancia del estudio, a pesar de su tendencia desde que cayó bajo el paraguas de Disney de producir películas edulcoradas (“Valiente”, la reciente “Onwards”) o precuelas para llenar los bolsillos.

Porque, seguro, tanto “Soul” como “Coco” y “Intensamente” tendrán sus detractores, pero el nivel de belleza y creatividad puesto al servicio de creación de mundos fantásticos e historias complejas y arriesgadas no se asemeja a nada de lo que se ve en el cine de consumo masivo, animado o no. Quizás en el cine animado de Japón se puedan encontrar películas que asumen estos riesgos formales y narrativos en películas pensadas para el gran público, pero no en Occidente, donde hace rato se producen espectáculos grandilocuentes pero falsos y creados en serie. Es decir: ¿cuántos estudios grandes están tomando riesgos? Incluso el propio Pixar, decía recién, ha pasado buena parte del ultimo lustro en piloto automático...

Por eso, “Soul” es una película admirable, aunque sea imperfecta. La premisa arriesgada que la enaltece por momentos le juega en contra: “Coco” e “Intensamente” manejaban conceptos complejos y arriesgados, pero reglas claras; en “Soul”, cada vez que el guión necesita que ocurra algo, aparece una nueva regla en ese mundo al margen de la vida. Parece trampa: el espectador termina sabiendo, a causa de ese constante cambiar las reglas, que la película va a encontrar una manera de solucionar todo. No hay riesgo para los personajes de “Soul”, y eso que se mueven entre la vida y la muerte, nada menos.

Hay, en ese sentido, algo de edulcorado, de mesurado y tibio, en esta aproximación metafísica: el riesgo termina siendo calculado, mesurado. La historia de Joe en busca del sentido de su vida sigue patrones familiares. Pixar, es cierto, experimenta con estos patrones, y “Soul” se siente más libre que otras historias recientes del estudio, que llevaban demasiado fuerte la marca del relato de superación aprobado por Disney: se mueve, en ese sentido, como el jazz (que no es un mero paisaje sonoro: las propias preocupaciones de la música por romper fronteras, la pulsión por experimentar y las implicancias que ello tiene respecto a la conexión con el resto, son partes fundamentales de la trama). Es decir, se mueve entre estructuras familiares, pero juega con ellas. Al final, sin embargo, el final es el final. Esperable, y con algunos tintes de filosofía barata de autoayuda, más que de Camus, la referencia declarada oficialmente para el filme.

 

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