La poeta que marcó un antes y un después en el imaginario de la infancia
Edición Impresa | 1 de Febrero de 2020 | 02:14

Poeta, juglaresa, folclorista, intelectual, feminista. María Elena Walsh (1930-2011), que cumpliría hoy 90 años, es un nombre mitológico en la cultura argentina: su cancionero popular transformó la canción infantil y su poesía, tanto para niños como adultos, fundó un lenguaje audaz y sensible cuyas lecturas no pierden vigencia generación tras generación.
A María Elena Walsh las etiquetas no le encajan: su mundo artístico va del folclore tradicional a la nueva canción, pasando por la literatura infantil con títulos como “Dailan Kifki” -traducido a diez idiomas-, obras de teatro, libretos para televisión, conciertos para adultos y chicos; novela, artículos periodísticos.
“María Elena nació poeta. Nunca tuvo un horizonte específico o un proyecto cerrado, eso sería muy grandilocuente para ella. María Elena se ponía a crear cuando las cosas necesitaban una vía de escape, era una artista trabajando”, dice Gabriela Massuh, escritora, editora, gestora y autora de “Nací para ser breve”, un libro autobiográfico de reportajes que realizó con la cantautora en 1981 y que Massuh se animó a publicar 30 años después.
Hija de un padre de ascendencia inglesa e irlandesa y una madre criolla y andaluza, la poeta nació el 1 de febrero de 1930 en Ramos Mejía, provincia de Buenos Aires, y creció bajo la presión del rigor escolar en plena década infame pero, puertas hacia dentro, en un hogar que creía en valores de libertad.
UNA CARRERA BRILLANTE
A los 14 años empezó a publicar poemas en Anales de Buenos Aires y en Sur, revista que estaba bajo la dirección de Victoria Ocampo, con quien entabló una profunda amistad. Su primer libro de poesía, “Otoño imperdonable” (1947), obtuvo el segundo premio municipal de poesía y fue celebrado por figuras como Pablo Neruda y Juan Ramón Jiménez, quien la invitó a pasar una temporada en Maryland, Estados Unidos. Tres años después, de regreso en Buenos Aires, lanzó “Baladas con Ángel”.
“María Elena es esencialmente poeta; la poesía era algo que se le imponía más allá de su voluntad, toda su formación fue escaparle a la presión de la poesía porque le termina resultando solemne, muy encerrada en sí misma, muy atada a las formas clásicas”, cuenta Massuh.
Así como la poesía nacía, las tablas, ese escenario que empezó a transitar en los clubes nocturnos de París cuando se fusionó con Leda Valladares en un dúo pionero que las hizo recorrer Europa, “la fascinaba y la hacía infinitamente feliz. Ella decía que uno de los momentos mas felices de su vida fue cuando se subió al Maipo con vedettes”, recuerda Massuh.
Para el historiador Sergio Pujol, autor de la biografía “Como la cigarra”, Walsh fue una “artista ilimitada” porque se propuso “tocar diferentes cuerdas de la vida cultural argentina de su tiempo: la poesía ‘culta’ de adscripción neorromántica; el canto folclórico en sociedad con Leda Valladares; la juglería ‘infantil’ en su celebrado ciclo de canciones para chicos; la performance de cantautora entre 1968 y 1978; la escritura de poesía y narrativa para niños; la intervención como intelectual en medios gráficos y audiovisuales”.
De sus canciones, que Pujol recomienda volver a escuchar en “sus versiones originales”, están las imborrables “Serenata para la tierra de uno” y “Como la cigarra”, emocionantes por sus letras, líricas y temas que explora, como la libertad, la democracia y la igualdad. En sus composiciones nunca falta la denuncia a la injusticia, como en su vida: durante la dictadura cívico militar sus letras fueron signo de resistencia y María Elena dejó de componer y cantar en público.
“Obviamente es la fundadora de la canción infantil de autor -dice Pujol-, pero también sienta las bases de lo que a fines de los años 60 se llamó ‘Nueva Canción Argentina’. Diría incluso que fue una de las primeras cantautoras nacionales en el pleno sentido del término: autoría, composición e interpretación en una sola persona”.
En la década del 60, aparecieron muchos de sus libros para niños, como “Tutú Marambá” -que este año celebra seis décadas de su publicación-, “Zoo Loco”, “El Reino del Revés” o “Dailan Kifki”, que con motivo del aniversario (el próximo año se cumplen 10 de su muerte, un 10 de enero de 2011) serán reeditados por el sello Penguin Random House, cuya planificación incluye para 2020 y 2021 el relanzamiento de gran parte de su producción literaria.
“Su obra cambió el modo de pensar la infancia y de producir literatura para niñas y niños. Marcó un hito incuestionable y produjo un renacimiento del gusto por la poesía y la canción popular. Su vigencia y actualidad es indiscutida. Logró atraer a lectores de todas las edades, borró esas barreras con todo su despliegue artístico y literario”, asegura la editora de este sello, Maria Amelia Macedo.
Para la editora, la autora de las canciones infantiles “La vaca estudiosa”, “Canción del pescador” y “El brujito de gulubú” “encantó con el uso de la rima, el disparate y el nonsense; incorporó el limerick, dejó de lado lo estrictamente pedagógico y revolucionó el mundo de la literatura, el espectáculo, el folclore y la música infantil”.
“Indudablemente -aporta Pujol- se la sigue leyendo porque su literatura ´infantil´es de alta calidad. Se nutre tanto de los limericks y las nursery rhymes como de las ficciones de Lewis Caroll, el viejo romancero español y un sinfín de influencias. Le escribe a los niños con inteligencia y sencillez, sin bajar línea ni buscar afanosamente la moraleja ejemplar, sin la menor solemnidad y con un elemento clave en toda su obra: el humor”.
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