“El tren infinito”: la máquina de los mundos ilimitados de Owen Dennis no detiene su marcha
Edición Impresa | 10 de Marzo de 2020 | 06:01

Una muchacha escapa de su casa y se sube a un misterioso tren. Dentro, cada vagón esconde infinitos mundos posibles, pero también parece poner freno a toda escapatoria. La premisa de “El tren infinito” es una de aventuras y asombro, pero salpicado con melancolía.
Mucho tiene que ver que el creador de la serie animada, Owen Dennis, confiesa en diálogo con EL DIA que pone la voz a la mitad depresiva del robot bipolar que acompaña a la joven Tulip en su aventura, en la primera temporada (el adorable Uno-Uno), porque “soy depresivo y gruñón”; también tiene que ver con esa melancolía subyacente que Tulip no quiere estar en ese tren fantástico, y aspirante a programadora de videojuegos, intenta colocar las locuras multidimensionales de ese tren infinito en código binario, unos y ceros, blanco y negro, mientras lidia con lo que la hizo escapar de casa: la separación de sus padres. “El tren infinito” es una historia sobre crisis familiares, sobre cambios abruptos y desestabilizadores.
Es otra historia de la factoría de Cartoon Network, que emite la segunda temporada del show este mes y que ha brindado otros dislates geniales como “Hora de Aventura”, “Steven Universe” o “Regular Show”, que detrás de los colores pastel y las superficies alocadas esconden reflexiones sobre las nuevas familias, las frustraciones adolescentes, la sexualidad, el trabajo y la sociedad. Shows realizados por autores antes que por comités, que han diluido las barreras entre la animación considerada para chicos y la programación para adultos.
“Más y más adultos se están acercando a la animación en general, los estudios se están dando cuenta de esto”, afirma al respecto Dennis, surgido de esa factoría transgresora: Dennis trabajó en “Regular Show” como artista de storyboard, y en 2010 tuvo una epifanía que luego presentaría al canal: se despertó de noche durante un viaje a China en un avión, rodeado de pasajeros durmientes y con el mar inmóvil debajo, e imaginó un transporte que te lleva a distintos mundos posibles, pero en el que estás atrapado.
Ese fue el germen de “El tren infinito”, que Dennis ofreció a la cadena como una miniserie de diez episodios. “No teníamos la intención de hacer más. Originalmente, solo teníamos diez episodios, pero cuando ofrecimos el show, la cadena nos dio el dinero para hacer 20 episodios. Y así es como nació el Libro 2”, explica Dennis sobre esta segunda temporada.
Dennis apuesta en el Libro 2 a una medida arriesgada: la historia ya no cuenta ya con los protagonistas de la primera entrega, Tulip, el robot Uno-Uno y el noble corgi Atticus, sino con el reflejo emancipado de Tulip, RT (Reflejo de Tulip) en versión “Mad Max: Fury Road”, acompañada por el entusiasta Jesse y un ciervo con caprichosos superpoderes llamado Alan Dracula, un trío que escapará a lo largo de mil y un vagones de la policía del espejo.
“No quería estirar la historia de Tulip”, confiesa el creador de “El tren infinito”, y además afirma que “me encanta tomar riesgos” porque de esa forma, “la audiencia, como Tulip en la primera temporada, tiene que acostumbrarse al cambio”.
“Parte del show es que ocurren cambios y hay que continuar, hay que enfrentarse a los cambios y lidiar con ellos. No quiero que solo sean los personajes los que atraviesan los cambios: quiero que la audiencia también cambie”, cuenta Dennis.
En el Libro 1, Tulip tenía que afrontar la separación de sus padres: el camino para salir consiste en (alerta de spoilers) reducir su “puntaje” (que aparece luminoso en su mano) a cero. El personal imaginario que Dennis trae a la serie animada incluye “una vibra ochentosa”, particularmente en la ominosa banda de sonido inspirada en John Carpenter “y esas películas que veía de chico, que tenían sonidos que fueron realizados así porque en la época eran baratos, pero que ahora se sienten eternos de alguna manera”; también actitudes como la de Daria, de la serie homónima, o algunas referencias a “Princesa Mononoke”, de Ghibli, entre mil ideas nacidas de la educación sentimental del autor.
Pero los videojuegos, la lógica de los videojuegos (pasar “niveles”, mejorar el puntaje, aprender habilidades y descubrir la propia lógica del mundo en el camino), ocupan un lugar central en la historia. “La mayor inspiración fue ‘Myst’”, confiesa Dennis. “Era misterioso, y eso me gustaba”, dice, y relata que durante su infancia dibujaba durante la hora de clases distintos escenarios del juego para resolver los enigmas que escondía. Dennis aprendió, como su Tulip, a programar videojuegos durante su adolescencia.
En el Libro 1, Tulip avanza, entonces, a tientas por un mundo cuyas reglas desconoce, de la mano del espectador, que tampoco sabe casi nada de ese mundo misterioso. En el Libro 2, apenas hay respuestas sobre las razones de ese tren infinito, algo que tiene a las redes en estado de histeria, intentando dilucidar en Twitter y Reddit qué significa todo eso.
Pero Dennis apuesta al misterio: “No quiero que todas las preguntas estén respondidas. Si tenés todas las respuestas, no querés descubrir nada más. Y es un poco limitante… y aburrido”, afirma, y avisa que “la vida en general es así, está llena de cosas que no conocías y que de repente tenés que comprender. Y no es que ante cada cosa extraña que ocurre baja un ser superior y te dice ‘acá tenés la respuesta’. No conocés cada respuesta para cada cosa”.
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