“Ozark”: la serie sobre lavado de dinero vuelve justo para la cuarentena

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Como agua en el desierto en estos tiempos de cuarentena, justo cuando los seriéfilos se quejan de que ya le dieron la vuelta a los catálogos on demand, y cuando falta todavía una semana para la llegada de la cuarta parte de “La Casa de Papel”, llega hoy a la pantalla de Netflix la tercera temporada de una de sus series más atrapantes: “Ozark”.

El drama narco sigue la historia de un asesor financiero y su esposa forzados a lavar una fortuna de dinero para un cártel de droga mexicano, y regresa con una tercera temporada con nuevos personajes y problemas, marcada por el enfrentamiento abierto en la pareja y la pérdida de los últimos vestigios de inocencia.

Lejos en el tiempo quedó la época en que Marty y Wendy Byrde (la magnética dupla conformada por Jason Bateman y Laura Linney) podían acusar ingenuidad o una suerte de pureza por estar involucrados sólo en el aspecto económico de las actividades del cártel de Navarro.

Al comienzo, la pareja se veía obligada a dejar junto a sus hijos adolescentes su Chicago natal para instalarse en el lago Ozark de Missouri, en un centro vacacional sureño en el que debían instalar una estructura de emprendimientos y negocios que les permitieran lavar el dinero de la droga.

Pero tras sobornar a políticos y funcionarios, extorsionar a todo aquel que se opone a sus necesidades, manipular al FBI y hasta llevar a cabo un asesinato por sus propias manos, los Byrde se parecen ya más de lo que hubieran deseado a sus empleadores.

Creada por Bill Dubuque y Mark Williams, la serie llegó en 2017 como una heredera de la ya concluida “Breaking Bad”: al igual que la popular serie protagonizada por Bryan Cranston, “Ozark” presentaba a un hombre brillante pero tímido y apocado que cruzaba su camino con el de poderosos narcos mexicanos.

Una vez dentro, su extraordinaria capacidad de resolver problemas e ingenio despiertan en él, y pese a las consecuencias, un costado de sí mismo que le era desconocido.

Ahora bien, aunque debía mucho de su inspiración inicial a “Breaking Bad”, la serie galardonada con dos premios Emmy y nominada a los Globo de Oro parece haber entrado en una fase más emparentada con la elogiada dinámica de presidente y primera dama con la que Kevin Spacey y Robin Wright deslumbraron en “House of Cards”.

Es que con el correr de los episodios, el frío y calculador Marty comenzó a apoyarse más y más en su pareja, ambiciosa y con grandes dotes para aceitar las relaciones políticas.

En permanente peligro de muerte, sofocando un incendio tras otro, los miembros de la pareja que supo funcionar como un mecanismo de relojería perfectamente sincronizado comienzan a desconfiarse, a actuar por propia cuenta de manera inconsulta y, sobre todo, a tener anhelos diferentes.

La nueva entrega de la serie retoma la trama seis meses después de la anterior y luego de que la pareja consiguiera, contra todo pronóstico, barajar su lesionada vida familiar con la amenaza del FBI y los intereses del cártel, de la mafia de Kansas City y de la corruptela municipal, gracias a un casino propio, fachada perfecta para lavar dinero.

Pero la aparente tranquilidad alcanzada no une sino que distancia a Marty y Wendy, el primero más preocupado por encontrar una salida y la segunda engolosinada por el poder.

 

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