Memento mori, y lo que los políticos deben aprender de la antigua Roma

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JULIÁN PORTELA (*)

portelajulian@hotmail.com

 

“Recuerda que morirás” (memento mori) le susurraba obligatoria y reiteradamente un empleado del gobierno republicano de la antigua Roma a aquel que ocupaba temporariamente funciones de concentración de poder ante una emergencia (allí nació la palabra “dictador”). Los romanos, eminentemente pragmáticos, tenían claro que solo recordando constantemente al poderoso de turno sobre su carácter temporario y fungible, podían humanizar su ejercicio de la autoridad omnipotente.

A más de dos mil años, es hora de revalidar ese susurro: políticamente la pandemia del coronavirus ha empoderado en forma vertiginosa y abrumadora a los líderes de casi todas las naciones, incluyendo naturalmente a Argentina. Primero sorpresa, luego temor y ahora incertidumbre han sido emociones tan contagiosas como el propio virus, alterando toda la visión de globalización cultural imperante, evidenciando el rol de los estados nacionales y mutando de cuajo nuestras rutinarias certidumbres urbanas (laborales, educativas, sociales, familiares y también políticas y jurídicas).

Tratándose de una cuestión indudablemente de “vida o muerte”, por imperio de hecho (cierre de edificios públicos) han quedado inicialmente postergados todos los formalismos republicanos para decisiones políticas fundamentales, que son tomadas y comunicadas en forma sorpresiva y unilateral por los propios líderes, fundamentadas solo en la emergencia, y acatadas por una mayoría disciplinada como nunca por el temor a lo desconocido, pese a ser decisiones que alteran sus derechos fundamentales (libertad ambulatoria, de reunirse, de trabajar, etc.).

Con los paradigmas de Trump y Bolsonaro como antídoto (el tiempo juzgará su resistencia a adoptar cuarentenas oportunas), desde el constitucionalismo argentino no puede sino reclamarse por la pronta normalidad republicana, superando toda valoración personal sobre la actuación oportuna de nuestro presidente: más allá de la urgencia de las medidas iniciales, a 40 días de ser gobernados por decretos, corresponde remarcar la discrecionalidad en decisiones que merecen mayor debate (como cuáles son las actividades esenciales que irán volviendo a la normalidad y en qué lugares) o una urgente revisión de constitucionalidad (como el cierre de fronteras para el retorno a argentinos en países que no garantizan su derecho a la salud), todo lo cual urge una vuelta a la plena operatividad de la república (consenso en decisiones y control efectivo).

“A mayor restricción de derechos, se precisan mayores consensos y, naturalmente, mucho mayor control”

 

Nuestra Constitución Nacional prevé supuestos excepcionales de toma de decisión unilateral (principalmente a través de decretos de necesidad y urgencia del art. 99.3, que igualmente se encuentran limitados en forma y en materia para gobernar), pero ante la nueva prolongación temporal de los resguardos sanitarios, urge alzar nuestro susurro institucional: además de activar la Comisión Bicameral de los DNUs, los jefes de todos los bloques parlamentarios deben acordar una metodología de trabajo parlamentario plenario (virtual o presencial con garantías sanitarias). Que sea difícil no quiere decir que sea imposible: esta emergencia nos ha modernizado a la fuerza a profesores, alumnos y trabajadores, también corresponderá antes que tarde a los legisladores. A mayor restricción de derechos, se precisa mayores consensos y, naturalmente, mucho mayor control.

Por otra parte, “memento mori” también refiere a que la vida cada tanto nos enrostra a cada uno a la propia muerte para recordarnos que debemos valorarla. Heidegger entendía que la idea de la muerte nos permite reconsiderar nuestras preocupaciones como insignificantes y ser un poco más valientes. Resignificar lo importante de lo cotidiano (valores familiares, amistades, trabajo) pero también del rol intransferible del Estado (que somos todos) para garantizar acceso a la salud, a la educación y a la seguridad, es también un legado de esta pandemia que se corresponde a otro latinismo de conocimiento universal, que nos insta a celebrar al máximo la vida: “carpe diem”.

(*) Abogado constitucionalista

 

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