¿Los puntajes tienen la verdad del vino?
| 29 de Abril de 2020 | 09:22

@pabloamado1
Los puntajes del vino surgieron con Robert Parker, abogado y crítico de vinos que en los años ’70 publicó un periódico especializado llamado Wine Advocate. En esta revista creó su propia escala para calificar los vinos que cataba de manera estandarizada, con un máximo de 100 puntos.
Luego, se sumaron James Suckling, periodista y crítico más influyente del momento. Fue editor de Wine Spectator y se independizó para crear sus propias publicaciones en su sitio web.
Por otro lado, Tim Atkin, supo posicionarse con los vinos del Nuevo Mundo, donde sus reportes sobre Sudáfrica, Australia, Chile y Argentina pueden marcar una tendencia de compra en diferentes mercados, sobre todo en Estados Unidos.
Una puntuación de vino es la forma más rápida y más sencilla para que un crítico de vinos comunique su opinión acerca de la calidad del vino. Las puntuaciones de vinos aparecen en periódicos, revistas y guías de vinos, bien de forma impresa u «on line», e incluso en las propias botellas de vino. Su objetivo es ayudar a los consumidores, los coleccionistas y los inversores a decidir que vino comprar o en cual invertir. Las calificaciones numéricas sólo se utilizan para mejorar y complementar las notas de cata.
Esto generó la controversia, ya que para otros el vino no se puede reducir solo a números, porque hay pasión en su elaboración, gustos, historias y otros elementos que le dan “alma” a una botella.
“La felicidad no se puede puntuar”, suele afirmar la periodista y crítica de vinos Elisabeth Checa, cada vez que le preguntan por los puntajes y explica el motivo: “El vino es su circunstancia: algo del placer del momento se filtra en el sabor. Y esa etiqueta que hoy tomaste acá no va a ser la misma mañana al mediodía en otro contexto”.
Por supuesto que un buen puntaje no reemplaza ese momento de encuentro mágico entre el vino, el bebedor y la ocasión de consumo, que hace de cada experiencia un tesoro personal. Pero a la hora de elegir, no es mala idea estar bien informado.
A pesar, de todo lo expuesto, también existen razones para dudar de los puntajes. Por ejemplo, no hay dos copas de vino iguales del mismo vino. El paso del tiempo, las condiciones de cata, la experiencia y hábitos del consumidor y hasta su estado fisiológico modifican las percepciones. Aún más, el mismo vino evoluciona de manera dramática en la copa al contacto con el aire y con la saliva de cada individuo. Es imposible que dos expertos puedan degustar exactamente el mismo objeto.
En segundo lugar, nos permitimos objetar el fenómeno mismo de los expertos que ponen puntajes: ellos mismos viven del vino compitiendo en una suerte de mercado de expertos, donde cada uno trata de monetizar su opinión influyendo sobre el público consumidor (y el trade) para someter a las bodegas, quienes en definitiva terminan dándole publicidad.
En tercer lugar, la decisión de los críticos de no pagar por las muestras y pedirlas a las bodegas atenta severamente contra la transparencia del proceso. Aquí queremos evidenciar que esta práctica permite adulterar a voluntad la muestra y en definitiva depende de la ética del productor que esta coincida con el producto disponible para el consumidor.
Por último, a diferencia de los humildes consumidores, los periodistas degustan los vinos de los principales productores en la bodega misma, acompañados y cortejados por enólogos y propietarios.
Para ser bien transparente, las catas de degustación por parte de los críticos, deberían ser en soledad y confiar en la buena intención de cada uno. Es una relación difícil de equilibrar.
Por eso, cuando a uno le consultan, cuál es el mejor vino, la respuesta es bien conocida: el que más te gusta.
Las noticias locales nunca fueron tan importantes
SUSCRIBITE