Dormir al sol: en “Los Reyes”, dos perros viven desventuras al margen de todo

Edición Impresa

“Los Reyes”, el documental de Bettina Perut e Iván Osnovikoff, que se estrena mañana en Argentina a través de la plataforma Vimeo, es un retrato de Los Reyes, el skatepark más antiguo de Santiago de Chile, el hábitat natural de decenas de jóvenes rebeldes. Sí, huele a espíritu teen, pero no es otra película adolescente. De hecho, los rostros y los cuerpos de los jóvenes ni aparecen: los verdaderos reyes de esta historia con Fútbol y Chola, dos perros que han convertido el skate park en su hogar.

Una idea que, cuentan los cineastas chilenos en diálogo con EL DIA, apareció cuando Osnovikoff retomó la práctica del skate tras 25 años. Escuchaba conversaciones, y sentía que quería reflejar en una película esa juventud tan distinta a la suya, y así fue que contactaron a cuatro skaters de 16 años “y los empezamos a grabar para aplicar a fondos. Nuestro tema era sobre la adolescencia, los problemas de la adolescencia, el skate park como una comunidad, y el skate no como un deporte sino como una familia”, cuenta Perut, pero la realizadora de “Welcome to New York” y “La muerte de Pinochet” se sentía “insatisfecha: sentía que la película no tenía nuestro sello artístico, que era demasiado convencional”.

Osnovikoff, cuenta la dupla, había visto a Fútbol y Chola en el parque, y cuando Perut le dijo que quería buscar un nuevo enfoque para la película, el cineasta le dijo que se fijara en la dupla canina, “a ver si te parece algo bello”.

“Me alucinaron por su potencial estético, cinematográfico”, dice Perut, que encontró en los dos canes, en sus dinámicas y sus juegos, un vehículo para convertir el proyecto en otra cosa, “alejarse de lo tradicional”.

Es que, dice Osnovikoof, “nos aburre construir conflictos a través de gente que habla entre sí: la realidad es mucho más rica entre eso”: así, esa persecución de la “belleza” se transforma en una manera de utilizar el aspecto formal, la imagen, como un discurso “sin que tenga que ver con la oralidad”.

LA BELLEZA

Pero esa búsqueda de lo bello, de imágenes “potentes”, avisan sin embargo los directores, “no va en el sentido usual”: la cámara no solo rueda los días al sol y a la sombra de sus protagonistas, sus alegrías y melancolías, sino que se centra en los detalles de esos cuerpos, esas “geografías”. Aparecen primeros planos de sus cojinetes, de uñas sucias, dientes y hocicos sangrantes. Las moscas sobrevuelan con toda su fealdad: las imágenes consiguen a la vez “cuestionar las concepciones humanas” sobre lo bello y lo feo, y revelar también que otra concepción de la sociedad, la que coloca al ser humano en el centro, es también una visión superficial, egocéntrica.

La cámara consiste captar de esa forma “un ecosistema mucho más complejo”, dice Perut, que incluye, agrega Osnovikoff, a todo tipo de organismos con los que convivimos. “Vivimos tiempos en que la conciencia ambiental, la conciencia de que coexistimos con otras formas, está jugando un rol que antes no jugaba”, dice el realizador. “La realidad es menos unipolar de lo que pensaba el ser humano”, y la cinta “refleja esas nuevas concepciones sobre el medioambiente”.

Estas ideas, apenas disparadores, emanan de las imágenes: los perros no hablan, aunque sí se escuchan las voces de algunos skaters, desde las cuales se trazan otros puentes con el presente, particularmente en la Chile del colapso social: “Cuando estrenamos la película aquí”, cuenta Osnovikoff (la cinta tuvo que retrasar su estreno por el estallido chileno), “se interpretó que a través de la película se accedía a la generación que protagonizó el estallido, a esa juventud, esos grupos sociales que expresaban su malestar”.

“Estos jóvenes están efectivamente ‘al margen de’”, agrega Perut: escuchamos sus relatos desde los márgenes, y a menudo el espectador adivina vasos comunicantes posibles entre las desventuras de esos perros callejeros que le ladran a los carabineros y las de esas criaturas marginales. También, en la obsesión de la dupla protagónica por pelotas de tenis, botellas y motos, se puede adivinar otra forma de vida posible, también ligada a las nuevas ideas de vida que nacen con las nuevas juventudes. Una vida lúdica, libre, al sol, panza arriba, en compañía de una comunidad de pares, en el corazón de una sociedad al borde del colapso: la película desliza mil posibilidades de interpretación.

CINE ABIERTO

“Hacemos cine esperando que el propio espectador haga una interpretación por sí mismo”, dice al respecto Perut, y explica que sus películas se conforman por “distintas capas narrativas, distintas formas de lectura y abordaje: la película se enriquece cuando tienes varias formas de lectura sobre un mismo tema, cuando el discurso se desplaza y se convierte en una multiplicidad de posibles interpretaciones”.

“Si tu diriges mucho el sentido y la lectura, las potencialidades de interpretación se estrechan y la película envejece mal”, agrega Osnovikoff. “Abrir los sentidos de la película y que justo haya pasado algo que provoca que la película se adecúe a la nueva realidad y cobre nueva relevancia respalda, sentimos, la forma que abordamos la construcción de la película”.

En el marco de la pandemia, la cinta de los realizadores chilenos no podrá estrenarse en nuestro país en las salas, aunque aprovechará también el público literalmente cautivo para lanzar el documental a través de la plataforma on demand Vimeo (el alquiler cuesta 3 dólares).

“No queda otra: al menos tenemos esta alternativa”, se resigna Osnovikoff, aunque, dice, al menos pudo estrenar la cinta en salas en Chile y mostrarla en varios países del mundo, entre festivales (en La Plata, se vio en el pasado FestiFreak) y estrenos. Y reflexiona: “Mientras la película se pueda mostrar, está bien. Y también, la gente está cada vez más acostumbrada a ver cine en pantalla chica: es una realidad que no hay que negarla”.

 

 

Las noticias locales nunca fueron tan importantes
SUSCRIBITE