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La Ciudad |Una recorrida de el DIA por el asentamiento situado entre Quilmes y Avellaneda, que fue aislado por completo ante un brote de COVID-19

Villa Azul por dentro: entre el miedo al virus, la angustia por la comida y las carencias crónicas

Ya confirmaron 145 casos. La mayoría vive de changas y, sin poder salir del barrio, depende de la ayuda estatal. Temen quedarse sin alimentos. La falta de acceso al agua potable y a elementos de higiene, sumado a la basura en la calle, agravan el ya frágil escenario

Lautaro Segura

Lautaro Segura
lsegura@eldia.com

27 de Mayo de 2020 | 02:10
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“Estamos encerrados, aislados y no podemos salir a ningún lado. Tenemos miedo”. Sin “un peso” para darle de comer a sus cuatro hijos, sin comida y sin agua, Juan, un cartonero de Villa Azul, se siente apabullado. “¿Cómo hago?”, se pregunta, desesperado. Es uno de los cinco mil vecinos que, a 45 minutos de La Plata, en un precario asentamiento del Conurbano más profundo, padece en carne viva el drama social que el COVID-19 desnudó en toda su dimensión.

Un brote de contagios -hasta anoche eran 145 casos, 53 de los cuales se confirmaron ayer- obligó a cerrar este olvidado barrio que surgió hace casi medio siglo alrededor de basurales que todavía hoy son parte del entorno. En ese escenario, atravesado por carencias que vienen “desde siempre”, se pone a prueba la capacidad del Gobierno para responder ante un foco de coronavirus en una zona de altísima vulnerabilidad social.

Hoy todas las cámaras apuntan a Villa Azul. Los vecinos, acostumbrados a estar invisibilizados, de repente aparecen por todos lados y aún no toman dimensión de lo que ocurre. El virus, en sí, representa para ellos uno más de los tantos problemas que tienen a diario. La particularidad ahora es que no pueden salir del barrio y la incertidumbre es gigante. “La ayuda no nos llega”, dicen. “¿Cómo vamos a conseguir comida?”, se preguntan. Les prometen auxilio, pero muchos desconfían.

En esa zona de la provincia de Buenos Aires, compartida por los partidos de Quilmes (mayoritariamente) y Avellaneda, la pobreza siempre dijo presente. Los primeros habitantes eran cirujas que se fueron haciendo un lugar entre la basura. Con el paso de los años fue tomando forma un gran asentamiento en donde los pobladores intentaban ganarse la vida con changas y trabajos precarios. Hace casi cinco décadas, en tiempos de dictadura militar en nuestro país, el gobierno construyó el “Acceso Sudeste” y partió al barrio en dos: en un lado quedó lo que hoy conocemos como Villa Itatí (una de las villas más pobres del AMBA) y del otro Villa Azul.

Según un censo realizado por la provincia de Buenos Aires en el 2018, en Villa Azul hay 837 hogares y una población superior a las 3.100 personas. En la actualidad se calcula que ese número se ha ampliado (se habla de cerca de 5.000 habitantes) y lo que más preocupa es el hacinamiento. El coronavirus, en este contexto, hace estragos y por eso se ha puesto el foco en el lugar cuando el pasado lunes comenzaron a brotar los casos positivos. El gobierno bonaerense, con el apoyo de los dos municipios en cuestión, tomó la decisión de cerrar por completo el barrio: nadie entra ni sale salvo contadas excepciones.

Si bien se habla de Villa Azul como un único asentamiento, dentro del mismo hay diferentes realidades. La porción que depende de Avellaneda (un tercio del total) fue urbanizada en más de un 80 por ciento entre los años 2008 y 2015, dándole una mejor calidad de vida a los pobladores. Obviamente tienen necesidades, pero lejos están de la situación que se vive en otras zonas cercanas: una de ellas es la que llaman “el alto”, que se encuentra pegada al Acceso Sudeste y que pertenece a Quilmes.

Allí la basura está presente por todos lados y en el piso se puede encontrar cualquier cosa: desde papeles y ropa sucia, hasta barbijos usados y restos de comida en mal estado. Los roedores, por ejemplo, son cosa de todos los días. Las familias intentan mantener sus casas precarias de la mejor manera posible (algunas son de material, pero otras simplemente de chapa y madera), pero en ese contexto es muy difícil.

“NOS PELEAMOS POR LA MERCADERÍA”

Juan, quien vive con su pareja y sus cuatro hijos en uno de los límites de la villa, admite sentirse atemorizado. Hasta que el coronavirus aterrizó, se ganaba la vida juntando cartones y estaba más tiempo afuera que adentro de su vivienda. Al no poder salir, no tiene ingresos y depende exclusivamente de la ayuda estatal.

“Lo que nos dieron de comida el lunes nos alcanza para cinco días nada más. Tengo dos nenas grandes y dos chiquitos, ¿como hago? Comen todos los días porque yo traigo el pan, la carne y la moneda. Estoy al día. Ahora no puedo salir, estamos encerrados sin un peso, ni agua ni comida. Es un desastre porque están todos peleando por la mercadería. Así va a ser peor, se van a infectar todos”, aseguró a EL DIA, esperando que el gobierno provincial o municipal le acerque un nuevo bolsón con una mayor variedad de alimentos para las próximas dos semanas. Es que el “operativo aislamiento total”, según indicaron desde la Provincia, va a durar al menos 15 días.

Otro de los grandes inconvenientes que tiene el asentamiento es el acceso al agua potable. Y, nuevamente, las zonas más críticas están en la amplia porción que pertenece a Quilmes. En el “alto”, también llamado “arriba” por los vecinos, aseguran que “no se puede tomar el agua” porque “está infectada y toda sucia”. “Dicen que el agua es muy importante para lavarte las manos y limpiar, pero el agua que nos llega no sirve para nada”, aseguró a EL DIA Jorge, otro vecino que vive pegado al Acceso Sudeste.

“La ayuda no nos llega a nosotros. Tengo un hijo y una hija que tienen hambre y no me dejan salir de casa. Plata tengo para ir a comprar. Que me dejen salir a hacer eso al menos, porque tenemos hambre. A algunos les llegó la ayuda, pero a otros no”, agregó.

Mientras un helicóptero de la Policía de la Provincia sobrevolaba la zona, Jorge se metió a su casa con cara de resignación y esperando que le lleven algo para poner sobre la mesa. Un claro ejemplo de la pobreza extrema, que sale a luz a raíz de la pandemia del coronavirus pero que continuará cuando las cámaras se vayan de Villa Azul. Algunos, esperanzados, aguardan que toda esta exposición “sirva para que los gobiernos nos tengan más en cuenta”. Solo el tiempo dirá si, finalmente, podrán más atención a esta zona del Conurbano.

CUANDO EL VIRUS SE PERSONIFICA

En la intersección de las calles Chubut y Sargento Cabral (pertenece a Quilmes) se encuentra la base del operativo sanitario: además de estar presente el Centro de Atención Primaria de Villa Azul (conocido popularmente como “la salita”), se montó un consultorio móvil en donde se realizan los hisopados a aquellos que los especialistas determinan que es necesario. Por la calle Sargento Cabral, yendo para el lado de Avellaneda, se les hace formar una fila (manteniendo el distanciamiento social) a todos los vecinos que padecen algún síntoma ligado al coronavirus. Algunos van por iniciativa propia, mientras que otros son llevados por el personal que hace controles casa por casa.

Es allí donde el virus se personifica. No es lo mismo hablar de los casos en abstracto que tenerlo frente a nuestras narices. Ayer al mediodía, una mujer de unos 30 años había dado positivo y se disponían a llevársela en una ambulancia de SAME para aislarla de una manera segura. “No agarré nada, además tengo a mis hijos en casa”, le explicaba a un trabajador de la salud, el cual estaba vestido con barbijo, máscara y un mameluco blanco que le cubría todo el cuerpo y le explicaba que no podía “seguir circulando” ni “tener contacto con otras personas”.

El virus en sí es para ellos apenas uno más de los incontables problemas que tienen a diario

Todos aquellos que estaban presentes pusieron los ojos rápidamente en dicha situación. Es que, una gran mayoría, eran conscientes por primera vez de la cercano que puede estar el virus. Saber que alguien que se encuentra a escasos metros tenía COVID-19 le hizo cambiar la cara a varios: desde voluntarios hasta trabajadores de prensa. “Al conocer a alguien que tiene coronavirus uno se asusta más. No es lo mismo verlo por televisión que te pase con alguien que vive al lado de tu casa”, aseguró uno de los vecinos de la zona de Avellaneda de Villa Azul.

Carla Vizzotti, secretaria de Salud de la Nación, reportó ayer por la mañana que “el índice de positividad de los testeos (en esa zona) es del 50 por ciento”. En este sentido, se esperan que en las próximas horas aparezcan más casos positivos y el objetivo de las autoridades es identificar la mayor cantidad de contagiados para poder controlar de la mejor manera la situación. El miedo es que se produzca un fuerte brote en Villa Itatí, el asentamiento hermano que tiene una densidad poblacional mucho mayor.

“LA CANCHITA NO TIENE LA CULPA”

“Todos nos dicen que esto se descontroló por un torneo de fútbol en donde habían como 200 personas, ya que además de los que jugaban había público”, le indicó a este medio uno de los tantos voluntarios que trabajan actualmente en el barrio asistiendo a los pobladores y quien no quiso dar su nombre. “Igualmente, por cómo viven, cuando el coronavirus entró era muy probable que haya un contagio masivo”, añadió. Y es que, más allá de lo que ocurrió en dicha cancha, las condiciones de vida de los habitantes de Villa Azul aumenta las probabilidades de que el virus se propague con facilidad y rapidez.

“La cancha está en la zona de La Toma y está rodeado de algunas casillas y campo. Ahí no se respetó la cuarentena. Todo esto se sabe por comentarios, porque muchos estamos trabajando todo el día y no sabemos lo que ocurre acá a toda hora”, contó Gustavo, vecino de la zona de Avellaneda del asentamiento. Todos aquellos a los que se les pregunta sobre este tema asienten con la cabeza. Aquel torneo quedó marcado como “el foco”.

Jorge, quien vive al lado del Acceso Sudeste, fue mucho más allá en su análisis sobre cómo se produjo el brote en Villa Azul: “La canchita no la tiene la culpa. La culpa la tenemos nosotros que no nos cuidamos, no respetamos la cuarentena”. Similar opinión tienen también otros residentes, aunque, advirtiendo la particular dinámica que suele tener la cuarentena en los barrio vulnerables, la mayoría aclara: “En algunas zonas era imposible cumplir con las normas”.

El miedo es que se produzca un fuerte brote en Villa Itatí, un asentamiento mucho más grande

 

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Agentes con trajes especiales se preparan para ingresar a villa azul para un operativo casa por casa / adrián sosa

Juan, vive al lado del Acceso Sudeste - Zona Quilmes de la Villa Azul “ Lo que nos dieron de comida el lunes nos alcanza para cinco días nada más. Tengo dos nenas grandes y dos chiquitos, ¿cómo hago? Comen todos los días porque yo traigo el pan, la carne y la moneda. Ahora no puedo salir, estamos encerrados sin un peso, ni agua ni comida”

Jorge, vive en uno de los límites de Villa Azul, al lado de Acceso Sudeste “ La ayuda no nos llega. No me dejan salir de casa, y tengo un hijo y una hija que tienen hambre. Plata tengo para ir a comprar. Que me dejen salir a hacer eso al menos, porque tenemos hambre”

Elba y su pareja, viven a pocos metros de una de los ingresos a Villa Azul “ Hace muchos años que estoy acá. Vivo desde 1970 y es un barrio tranquilo, con gente de trabajo. Acá hay buena gente, más allá que, como en todos lados, pueda haber algún caso que no”

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