Sigue sin resolverse la situación de los trabajadores de la París
Edición Impresa | 5 de Mayo de 2020 | 02:04

Frente al cierre de la confitería París, el plantel de empleados espera ahora que el ministerio de Trabajo de la Provincia convoque a una conciliación obligatoria para tratar de acercar a las partes.
Esa fue la propuesta que se llevó ayer el delegado gremial del Sindicato de Pasteleros de la reunión que mantuvo con la titular del organismo. “Igual todavía tenemos que esperar que los dueños nos envíen los telegramas para ver cómo fundamentan los despidos”, dijo Omar Dipuy en diálogo con este medio.
El gremialista y otros trabajadores de la París concurrieron ayer a la cartera laboral y conversaron con la ministra Mara Ruiz Malec, para interiorizarse sobre cuál puede ser la solución al cierre de esa fuente laboral, que alimentaba a unas 32 familias.
La resolución llevará varios días más, así que la angustia continuará para ellos y quienes están en el grupo más cercano.
La historia de la París
Casi centenaria, la confitería y cafetería París fue un emblema en la Ciudad, por lo que su cierre -después de más de 50 años de emprendimiento familiar- entristeció a varias generaciones de platenses que encontraban en la esquina de 7 y 49 un espacio de encuentro y de elaboración de distintas delicatessen, muy típicas de ese comercio, como, por caso, las medialunas.
Por otra parte, la baja definitiva de las persianas del establecimiento implica que un plantel de trabajadores (algunos con una larga antigüedad en la empresa) se quede sin empleo y que se siga recortando así la actividad comercial local, castigada ahora por las restricciones de la cuarentena que impone la pandemia pero con el antecedente de los años anteriores, con la permanente caída en las ventas a raíz de la coyuntura económica.
La tradicional confitería se inauguró en ese local céntrico en 1941. Antes, desde 1926, había funcionado, ya con una distinguida fama en cuanto a la calidad de las confituras que ofrecía, en 7 y 54. Fue en 1969 cuando Roberto Muñoz, panadero de oficio, la compró. Desde entonces fue gerenciada por la misma familia y hoy son sus nietos quienes decidieron poner fin a la actividad.
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