La periferia de La Plata necesita más plazas y espacios verdes

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La necesidad de contar con suficientes espacios verdes nació como condición esencial del diseño fundacional de La Plata, previéndose la existencia no sólo de una plaza cada seis cuadras, sino de grandes ramblas aledañas y la presencia del paseo del Bosque. Con un criterio que fue ciertamente de vanguardia, los fundadores comprendieron lo que hoy es una realidad: que las superficies destinadas a los espacios verdes, en relación al número de sus habitantes. Constituye un indicador de la calidad de vida de la población.

No hace muchos años la Organización Mundial de la Salud recomendó a los países que las ciudades tengan, cuanto menos, 16 metros cuadrados de áreas verdes por persona y, como mínimo, nueve.

El crecimiento demográfico platense y la pérdida de superficies de muchos paseos públicos -el del Bosque hoy se encuentra reducido a menos de la mitad de su extensión original, ya que allí se construyeron el Hipódromo, varias facultades, el Colegio Nacional, los estadios de los dos clubes de fútbol y otras instalaciones- hicieron que nuestra ciudad se encuentre por debajo de esos parámetros, hoy con 5,34 metros cuadrados de espacios verdes por habitantes, una cifra que, sin embargo, la coloca por encima de la existente en la Ciudad de Buenos Aires.

No obstante ello, el principal e inexplicable problema platense -se puede hablar, sin exagerar, de un verdadero disloque en su ordenamiento territorial- se encuentra en la periferia, en donde algunos sectores cercanos al casco urbano cuentan tan solo con 30 centímetros cuadrados de espacios verdes por habitante. Según estudios realizados, los lugares con mayores deficiencias son los de Altos de San Lorenzo, Villa Montoro, Villa Elvira, parque Sicardi, Arana, Ignacio Correas, aunque también faltan espacios verdes –plazas, paseos- en Los Hornos y muchas otras barriadas cercanas, cuyos pobladores reclaman desde hace tiempo por ese motivo.

En realidad, esta situación se convierte en insólita ya que se presenta en sitios en donde se están produciendo ocupaciones ilegales de tierras de muchos predios -algunos de ellos de gran extensión- en donde, en lugar de los asentamientos que surgen, estaba previsto habilitar plazas o amplios espacios verdes de uso recreativo y comunitario. De allí que, cuando se habla de usurpaciones, las autoridades municipales debieran reparar no sólo en lo ilegítimas que resultan ser, sino también en el perjuicio ulterior que ocasionan al mejor desarrollo urbano.

Son muchos los vecinos y entidades que, con toda razonabilidad, pretenden forestar sus barrios, dotarlos de senderos peatonales y circuitos aeróbicos, además de disponer del espacio libre que supone una plaza como lugar de esparcimiento para personas de todas las edades.

El inorgánico crecimiento urbanístico que, en cambio, se está haciendo sentir con particular intensidad en las afueras de nuestra ciudad, debiera prever la presencia de plazas y paseos, acompañados por planes de forestación. Lo cierto es que, a simple vista, en muchos de los nuevos barrios que se vienen conformando, no se prevé la disponibilidad de esos lugares.

Tal como se ha dicho en forma reiterada, desde hace muchos años, ha sido evidente la falta de parques y plazas en la periferia de la Ciudad. Tanto como la necesidad de que en esos barrios y localidades vecinas se impulsen políticas urbanistas tendientes a la apertura de esos espacios verdes, imprescindibles para mejorar la calidad de vida de los habitantes.

En buena hora, entonces, todas aquellas iniciativas que -sustentadas en el aporte de urbanistas y avaladas técnicamente por las autoridades- apunten a promover la creación de nuevos plazas y paseos en los suburbios. La disponibilidad de esos sitios sería inmediatamente aprovechada por los vecinos, que hoy ven en el aire libre, en la posibilidad de realizar caminatas y de contar con lugares reservados para ello, una fórmula concreta para mejorar su calidad de vida.

 

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