¿Una cuarentena nórdica?

Edición Impresa

Luciano Sanguinetti

lpsanginetti@gmail.com

El Gran Buenos Aires, ahora conocido como AMBA, enfrenta en las próximas semanas otro de sus momentos difíciles y lo hace además a contrapelo de dos de sus más conocidos mitos fundantes. El del gaucho indomable que infringe la ley porque cree que esa ley es injusta y el que prescribe que este país está inmerso en una guerra entre la civilización y la barbarie. Si uno de esos mitos nos hizo proclives a la anomia, el otro nos condujo a una confrontación infinita, no importa de que lado de la brecha nos paremos.

No es un dato menor que los dos textos que fundaron aquellas narrativas nacieron, de algún modo, en la Provincia de Buenos Aires. El “Martín Fierro”, de José Hernández y, por supuesto, el “Facundo”, de Domingo Faustino Sarmiento. No es vano recordar que el sanjuanino escribió aquel manifiesto contra Rosas, que es como decir, contra la provincia.

Desde hoy deberemos cumplir con una ley que no nos gusta y olvidarnos de la guerra fratricida para comprender al otro y vivir en la espera con cierto aire zen que no es parte de nuestra idiosincrasia.

No salir de casa sino sólo lo indispensable, trabajar online los que puedan y los que integran el sector de trabajos esenciales hacerlo con recaudos sanitarios estrictos: protocolos, distanciamiento social, normas de higiene y seguridad.

La ciudad va a volver a parecer ese fantasma que fue en la primera semanas de cuarentena, allá por marzo. Algo parecido a la vida que hacen los nórdicos y que ahora conocemos un poco más por las series como “Atrapados”, en la que un pequeño pueblo de Islandia se ve envuelto en una serie de crímenes inexplicables mientras las inclemencias del tiempo mantiene a la gente aislada en sus casas.

No es una disgresión folletínesca, al estilo de las de Lucio V. Mansilla en “Una excursión a los indios ranqueles”, pero qué bien nos vendría ahora esa sapiencia escandinava: fatalismo, entereza y paciencia. Algo que quizás perdimos en alguna trifulca innecesaria. Lo cierto es que se avecina una noche larga. Todo está dispuesto. No hay mucho más que agregar.

 

 

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