Puede fallar: los problemas se reproducen para los shows por streaming

El escándalo por las dificultades técnicas de los espectáculos de Bossi y Lynch destaparon la olla de una modalidad todavía imperfecta, donde los cortes y las desconexiones son constantes

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No comenzó de la mejor manera: Pedro Aznar fue uno de los primeros músicos en organizar un show pago, y algo más producido, vía streaming, en el marco de la pandemia que cerró las salas del mundo, pero a los 40 minutos la transmisión se cortó. “Falla de conexión de internet”, se leía en la pantalla. La fecha tuvo que reprogramarse.

Y es lógico: cualquiera que haya intentado transmitir en vivo por Instagram sabe que hay que rezarle a los misteriosos dioses del wi-fi, esperando que ese día se hayan despertado contentos. Además, como repiten artistas y promotores, estamos en terrenos inexplorados: es nuevo y puede fallar. Pero cuando hay dinero de por medio, cuando el público compró una entrada y dispuso su noche para dedicarla a un artista, la máxima de Tusam no sirve para acallar demasiado los ánimos.

Que puede fallar, puede, pero cuando el público pagó, la máxima de Tusam no sirve para nada...

 

Eso es lo que ocurrió este fin de semana: el público estalló. La audiencia venía soportando estoicamente las fallas de conexión o los problemas por saturación del ancho de banda que se sucedían show tras show porque, bueno, no había otra opción, pero en un mismo fin de semana la sucesión de imágenes congeladas, audios entrecortados y comunicaciones interrumpidas provocó el estallido tuitero y el hartazgo ante este nuevo formato, que desembarcó con cierto apuro y cuyas ambiciones, por momentos, no parecen estar a la altura de sus posibilidades.

El estallido quizás haya llegado producto de que, tras cuatro meses de cuarentena, el público ya está cansado y sensible; pero sobre todo, tuvo que ver que se trató de dos shows muy populares, que fallaron en el mismo fin de semana, y a cargo de la misma plataforma: Valeria Lynch reprogramó primero su show del 1 de agosto al pasado viernes, pero a la hora del show cientos de espectadores que habían pagado sus tickets no pudieron ingresar a la función virtual; horas después, a “Bossi clandestino” le ocurrió lo mismo. La plataforma, dijeron desde TicketHoy, “colapsó”. A pesar de que sabían exactamente cuánta gente había adquirido sus tickets… ¿Sobrevendieron en el show, no tomaron en cuenta que la conexión permite cierta cantidad de usuarios? Quién sabe qué pasó en medio de las complejidades de las nuevas tecnologías...

La empresa, la misma que organizó el suspendido show de Aznar, prometió reprogramar las funciones de Bossi o devolver el dinero, y ofrece a quienes hayan comprado tickets para Valeria Lynch acceder a la transmisión, disponible online toda esta semana.

“Puede fallar y TicketHoy falló en la transmisión del espectáculo. La parte artística es donde nosotros ponemos nuestra pasión, horas de trabajo, dedicación, ganas. Para nosotros, la música es el principal protagonista. Eso salió muy bien y estamos muy contentos con el resultado. Lo demás, fue una falla técnica que no nos atañe a los artistas; no conocemos tanto de tecnología. Confiamos, como confiaron ustedes”, se disculpó Valeria con su público, que ardía en Twitter.

PROBLEMAS, SIEMPRE

Pero los espectáculos de Bossi y Lynch son apenas la punta del iceberg. De extremo a extremo de la cuarentena, los problemas se han reproducido en casi todos los espectáculos que pretendieron escapar a la pequeña escala de “filmarse con el celu en el living” y proponer algo más grande. Las aspiraciones colisionaron de frente con la realidad, por ejemplo, a fines de marzo, cuando Fabi Cantilo realizó su irónicamente apodado “Casapalooza” (debía tocar en el cancelado Lollapalooza) con el celular de micrófono (“no tengo ni idea cómo es esto, aprendí sola, yo no los veo, pero bienvenidos”, soltó) y constantes cortes en la imagen. “No sé que hice…hice lío”, balbuceó a mitad del show cuando se replicaban diversos problemas técnicos.

Pero Fabi se sentó sola y autoproducida en su casa: cuatro meses más tarde, en un megaevento como fue el Cosquín Rock virtual, realizado en escenarios como el Luna Park y La Trastienda (sin público, desde ya, pero transmitido desde los recintos y con toda la producción: algo que se volverá moneda corriente en las próximas semanas, luego de que se aprobara un protocolo para abrir salas y estudios, lo que implicará una escalada en la ambición de las propuestas de los shows por streaming; ¿estará el ancho de banda a la altura?), 170 mil personas sacaron su entrada para sufrir shows con inconvenientes que no se pudieron ver completos, como los de A77aque o Los Tipitos, problemas de sonido y cortes abruptos, como en los casos de Julieta Venegas o Los Ratones. Mucha modernidad, pero al final era mejor transmitirlo por el viejo sistema televisivo…

Por supuesto, en el chat de la plataforma de Cosquín, el público expresó sus quejas. Pero, ¿qué puede hacer el consumidor? “Que el recital sea por streaming no altera las obligaciones del prestador, y se obliga a dar el servicio o espectáculo según las modalidades comprometidas, Ley 24.240. Por lo tanto, en caso de que haya una demora irrazonable, debiera descontar un monto proporcional o en su caso reembolsar.

El contrato es para ver el evento en vivo en la fecha y hora pactadas, por lo tanto, puede haber atraso de unos minutos pero si ya excede la hora o la conexión, por fallas técnicas, es mala, corresponde un resarcimiento”, advirtieron desde Derecho en Zapatillas, ante un aluvión de consultas.

Ante la evidencia de los problemas técnicos, algunos apuestan por los “falsos vivos”

 

Ante la evidencia de las dificultades, cada vez más artistas apuestan al “falso vivo”, es decir, a realizar un show en vivo, pero antes del horario pactado: ese espectáculo se graba y se emite tal cual vía streaming, y de esa manera los productores se aseguran que aunque la conexión sea deficiente el show salga entero. Esto lo ensayó primero Quilmes Rock, en el inicio de la cuarentena.

Es que hay que buscar alternativas, porque el streaming será parte de nuestras vidas por mucho tiempo: aunque Rusia ya tenga su vacuna, el retorno del público a las salas parece lejano. Mientras tanto, necesitados de distracción, conexión, música y calor, no queda otra que seguir asistiendo a estos espectáculos todavía imperfectos.

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