El país necesita una moneda fuerte y estable
Edición Impresa | 18 de Agosto de 2020 | 01:50

En cada oportunidad en que el peso se devalúa en la Argentina repetidamente se ha culpado a supuestos grandes especuladores o a presuntas maquinaciones de los sistemas financieros internacionales, cuando los datos de la realidad indican que la gente del país desconfía de la moneda nacional y busca proteger sus ahorros, convirtiéndolos en dólares.
El peso se ha devaluado más del 50 por ciento en los últimos doce meses y el negativo saldo se traduce en aumento de la inflación, recesión y desempleo.
La llamada “cultura del dólar” surge de un proceso que tiene vigencia desde hace muchos años y que ahora vuelve a verse intensificado a pesar de las restricciones para obtenerlo. Mucha gente no ve otro camino que el de aferrarse al billete estadounidense como salvavidas de su economía personal. Un proceso que incluye no sólo a los grandes inversores, sino a la clase media y también a hasta quienes integran sectores de escaso poder adquisitivo.
Al finalizar el primer semestre habían sido 3,3 millones los argentinos que utilizaron la alternativa de comprar el llamado “dólar ahorro” y esa cifra subió a 4 millones de personas que, en julio pasado, realizaron las compras autorizadas de 200 dólares mensuales, según los informes proporcionados por el Banco Central.
En ese sentido, trascendió que en la primera semana del mes en curso, para cubrir la demanda, el Banco Central vendió 477 millones de dólares, mientras que en el mes anterior de julio la gente había adquirido 358 millones de dólares en ese período.
Como se sabe, esta situación puso en duda, días atrás, la continuidad de la compra del dólar ahorro según lo dejó entrever el presidente de la República, aún cuando desde el ministerio de Economía se ratificó que la operatoria continuará vigente. El Presidente había señalado que los compradores de 200 dólares por mes “son un problema” ya que generaban, en total, una demanda muy importante.
Lo cierto es que hace varias décadas eran las casas de cambio ante las que se formaban hileras de pequeños o medianos inversores interesados en comprar billetes estadounidenses. A su vez, en el mercado informal, los arbolitos se convirtieron en un clásico.
Puede decirse que en los últimos 60 años, en una interminable sucesión de devaluaciones y de quitas de ceros, la gente convivió y terminó desconfiando de los primitivos pesos moneda nacional, de los pesos ley, de los pesos argentinos, de los australes, de las cuasi monedas y del actual signo monetario, para decidirse finalmente, en cada una de esas etapas, a proteger sus acosados ahorros en la compra de dólares.
Como se dijo, no se puede hablar entonces de especulaciones de inversores supuestamente poderosos, sino de que en la Argentina la clase media, le ha perdido confianza a la moneda propia. Y si los ahorristas se encuentran con dificultades para operar por los sistemas oficiales habilitados, si el Gobierno impusiera mayores trabas a los que buscan comprar dólares, la gente irá igualmente por ellos para comprarlos en los mercados informales o como sea. Una larga experiencia así lo demuestra.
En este contexto, los economistas no dejan de reparar que –además de las inversiones en el exterior, que son cuantiosas- los bancos del país tienen entre 700.000 y un millón de cajas de seguridad, advirtiéndose que hay numerosas empresas que se dedican, como negocio, al alquiler de estas cajas de seguridad en las que puede suponerse que particulares atesoran importantes cantidades de dólares.
La Argentina necesita contar con una moneda fuerte. Para ello, tal como lo indican los especialistas, es preciso que nuestro país disponga de estabilidad política y seguridad jurídica; de un Estado ágil, no tan deficitario y con capacidad de gestión y de control; de inflación baja y de un sistema tributario eficiente (reduciendo la tan expandida economía informal), así como de plena capacidad productora, para competir en los mercados internacionales, entre otros factores indispensables.
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