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El Mundo |Treinta años después de la invasión

Las heridas que no cicatrizan en Irak y Kuwait

2 de Agosto de 2020 | 02:38
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BAGDAD

Hace 30 años, Sadam Husein designaba a Kuwait como la “19ª provincia” de Irak y desde entonces sus opositores, ahora en el poder, afianzaron lazos con ese aliado histórico. Pero las heridas de la “guerra del Golfo” todavía siguen abiertas.

De Bagdad a Basora, de Kirkuk a Babilonia, los iraquíes se muestran unánimes: la invasión del 2 de agosto de 1990 y la ocupación, que se saldó el 2 de marzo siguiente por una coalición liderada por Washington “selló el principio del fin”.

“Estamos malditos desde la invasión de Kuwait, no hemos conocido ni un solo día de calma” desde entonces, afirma Um Sarah, una maestra jubilada que solía ejercer en Bagdad, enumerando las razones: embargo, invasión estadounidense, guerra civil, enfrentamientos confesionales y avances yihadistas...

Todo empezó cuatro días después de que las tropas iraquíes entraran en Kuwait. La ONU decretó un embargo, del que los iraquíes lograron salir con otra invasión, la de los estadounidenses, en su territorio, en 2003. Durante el bloqueo, el valor del dinar iraquí, que valía tres dólares, se dividió por 9.000.

El sueldo de Jasem Mohamed, docente en Kut (sur), no valía entonces más que el precio de “un pollo” en el mercado. Algunos días “incluso comíamos el heno de los animales”, apunta Yaser Saffar, de 44 años.

Declive social y corrupción

Según Mohamed, “el embargo cambió las mentalidades” de la gente y allanó el camino para la corrupción, hoy endémica en Irak, donde los funcionarios alegan el bajo sueldo que cobran para pedir sobornos.

Hisham Mohamed asistió al declive de su padre, un rico importador de materiales de construcción. “Con el embargo, no entraba ningún producto y todo su capital, 100.000 dinares, no valía nada”, cuenta este bagdadí de 50 años.

La clase media desapareció y otras capas de la sociedad prosperaron como pudieron: usando neumáticos desgastados, haciendo girar turbinas sin piezas de recambio o vendiendo lámparas de aceite a precio de oro para las largas horas sin electricidad.

En cuanto al ejército, lo perdió todo bajo el atento objetivo de las cámaras de todo el mundo, que ofrecieron a los telespectadores la primera guerra en directo con la operación “Tormenta del desierto”.

Sarmad al Bayati, un oficial en el momento de la invasión de Kuwait, vio a soldados regresando a Irak a pie y luego “haciendo trabajitos durante sus permisos para poder llegar a fin de mes”. Y mientras Irak se hundía en el marasmo, Kuwait prosperaba.

Lloran a sus muertos

En el emirato, sin embargo, muchas familias siguen llorando a sus muertos o desaparecidos y los exprisioneros continúan hablando de las torturas que sufrieron. El año pasado unos cuerpos hallados en fosas comunes del sur de Irak fueron devueltos a Kuwait.

Durante años, la familia de Ahmed Qabazard, una de las figuras de la “resistencia” kuwaití, torturado y ejecutado, convirtió su casa en un museo de los horrores de la ocupación.

Hoy, la casa fue reconstruida pero su hija Shuruq confiesa que “todavía le cuesta tener claros sus sentimientos respecto a los iraquíes. Con el tiempo, descubrimos que ellos habían sufrido tanto como nosotros la tiranía de Sadam Husein”.

Ghida al Amer admite que se “alegró” por la caída del dictador, en 2003. Durante la invasión, sus tropas “colgaron de un cable de electricidad” a su hermana, que había preparado explosivos para la “resistencia”.

Deudas

Kuwait evaluó sus pérdidas, desde viviendas derruidas y empresas incautadas a familiares desparecidos o prisioneros, y la ONU presentó la factura a Irak, un país afectado hasta 2010 por las sanciones de Naciones Unidas.

En 30 años, Bagdad ha pagado unos 50.000 millones de dólares. Y el país, que atraviesa la peor crisis económica de su historia reciente, todavía debe 3.800 millones de dólares.

Se necesitaron veinte años para restablecer las relaciones. En 2019, Kuwait acogió una conferencia para reconstruir Irak y fue el primero en hacer su donación (2.000 millones de dólares).

Pero, aún así, hay muchos diferendos abiertos. Bagdad reconoce la frontera terrestre trazada por la ONU en 1993 pero considera que su frontera marítima le corta el acceso al Golfo, vital para su economía. La Marina kuwaití detiene a pescadores iraquíes con frecuencia.

En cuanto a los desaparecidos -un millar en cada bando-, solo 215 cadáveres kuwaitíes y 85 iraquíes fueron entregados, según el Comité Internacional de la Cruz Roja. (AFP)

 

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