Se debe modernizar el obsoleto servicio de agua corriente

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Una vez más se hacen sentir las protestas de vecinos de nuestra ciudad por las deficiencias que exhibe el servicio de agua corriente en distintas zonas, reflejadas algunas veces en cortes totales del suministro y otras en la muy baja presión que ofrecen las redes y que se traducen en dificultades de toda índole para miles de domicilios. Como es lógico deducirlo, la situación se ve agravada por presentarse en medio de la pandemia y no disponer muchos vecinos de agua para su higiene personal, para las tareas de limpieza propias de todo hogar, para beber o cocinar.

La escasez de agua que se sufre en las viviendas contrasta, en muchas oportunidades, con las numerosas roturas en las obsoletas cañerías de distribución que, por consiguiente, producen cuantiosas pérdidas sobre la vía pública, en desperfectos que la empresa Absa demora mucho tiempo en reparar. De modo que el caudal que no llega a las viviendas es el que fluye en verdaderos canales o se acumula en pequeños lagunas formadas a partir de las cañerías rotas.

A rasgos generales, podría decirse que numerosas ciudades de la Argentina se encuentran alimentadas por acueductos y cañerías que traen el agua desde lugares muy distantes, como ocurre en lugares de la Patagonia o del Norte donde esos canales subterráneos llevan el agua desde varias decenas de kilómetros de distancia o más.

Afortunadamente no es esa la realidad de La Plata, Berisso y Ensenada ubicadas a la vera de uno de las reservas de agua dulce más grandes del planeta, como lo es el estuario del Río de la Plata. Sin embargo, pese a esa enorme ventaja, los platenses reciben desde hace décadas un suministro cada día más deficiente.

Ahora desde la empresa ABSA se anunció el inicio de una obra considerada clave para la captación de agua, en reemplazo de la Donato Gerardi ubicada en Punta Lara que quedaría como planta de respaldo, en una obra que demandaría unos tres años de trabajos y que podría comenzar dentro de ocho meses. Aquí cabría consignar que en las últimas décadas fueron innumerables los anuncios acerca de obras similares, que modernizarían la estructura de capitación y potabilización, sin que tales anuncios se vieran después reflejados en hechos.

Tal como se ha dicho tantas veces en esta columna, se trata de una historia que se reitera año tras año casi sin matices. Una somera revisión de los testimonios vecinales y de las crónicas permite comprobar que la escasez de agua se presentó en las últimas cuatro décadas y aún más, sin que en ese lapso se hubiera logrado no sólo poner valor la planta de captación de agua en Punta Lara, sino los pozos extractores y , fundamentalmente, las cañerías de distribución. Pasan los años y las administraciones, las promesas de obras se reiteran y lo único comprobado es que el agua sigue faltando.

Lo cierto es que sin una revisión integral de las cañerías domiciliarias –que incluya un estudio a fondo del calibre y del tipo de material con que deben estar construidas- no podrá aguardarse mejoras de ninguna naturaleza. La eventual mayor capacidad de toma y potabilización encontraría los mismos inconvenientes que hoy plantean redes que quedaron obsoletas, ante la mayor demanda propia del crecimiento demográfico experimentado.

Asimismo, Absa debiera revisar a fondo el servicio de atención frente a las deficiencias que se presentan, ya sea por las demoras con que se concretan las reparaciones como, también, por el reguero de veredas rotas que dejan esas intervenciones de la empresa.

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