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Oscar Muiño
eleconomista.com.ar
Nada para ganar, mucho para perder. La reforma judicial lanzada por la Casa Rosada y votada por el Senado exhibe diversas consecuencias negativas para Alberto Fernández.
La iniciativa contiene múltiples defectos. En primer lugar, un nuevo modelo de tribunales necesita -igual que los cambios en el sistema electoral- un acuerdo entre las principales corrientes políticas. Hace a las reglas del juego y precisan consenso de la mesa. El Presidente se define como hombre de coincidencias. Punto menos.
Hasta ahora no está gobernando Cristina. Si así fuera, el Gobierno tendría una orientación local e internacional emparentada con las presidencias 2007-2015. Más dinámica, verosímilmente más combativa e indudablemente más sesgada. Es obvia, sin embargo, la impronta cristinista en ciertos temas. Es generalizado suponer que Fernández-Fernández deben haber charlado sobre un capítulo judicial.
Diez días antes de asumir como vicepresidente, Cristina Fernández se proclamó víctima de un “plan judicial y mediático”. Denunció que “en Argentina, como en el resto de América Latina, la articulación de los medios de comunicación hegemónicos y el aparato judicial, con el objetivo de demonizar y destruir a los líderes de los gobiernos populares y democráticos, se ha transformado en un plan sistemático”, mensaje que reprodujo por las redes sociales.
Tal postura supone que CFK no sólo no imagina una condena. Tampoco acepta amnistía, indulto ni prescripción. Ni siquiera una “falta de mérito”. CFK anhela una reivindicación que sólo podría llegar con su declaración de inocencia en todas las causas. Que la Justicia admita que la persiguió por razones políticas y de intereses corporativos o mediáticos y no por conductas antijurídicas. Como broche, hará falta una condena a funcionarios macristas (acaso incluyendo al propio MM) por espionaje ilegal. Tan ambicioso como improbable. Así planteado, parece un tema sin salida.
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Si CFK admitió que ella no podía ganar, ¿por qué cree que sus políticas más reprochadas por la opinión van a tener éxito? Error conceptual. Es lógico pensar que deteriorarán a su socio, el Presidente, sin aportar fuerza extra a la coalición. En otras palabras, se agranda el riesgo de perder la mayoría -de ningún modo atada- que devolvió el poder al peronismo.
En la medida que Fernández siga las posturas de CFK puede difuminar su propia imagen, alejar los actos de su discurso, disuadir el voto independiente que lo coronó y ahuyentar a los gobernadores e intendentes que prefieren su conducción a la de CFK. La historia criolla, además, muestra hasta qué punto un Presidente sin liderazgo claro rebaja sus posibilidades de éxito.
¿Dónde piensa el Presidente armar su masa crítica? La influyente diputada Graciela Camaño ya anunció su oposición, que supone una postura “no positiva” del pequeño pero decisivo bloque de Roberto Lavagna. También parecen lejanos los cordobeses del gobernador Juan Schiaretti. La propia Cristina dejó en claro que el proyecto enviado por el PEN no es el que ella hubiera impulsado.
También hubo una contundente repulsa del líder del sindicato de judiciales. Julio Piumato lo descalificó en un zoom del Club del Progreso, cuya actividad sigue ofreciendo impactos. Desde la precariedad edilicia hasta los principios jurídicos, geográficos y aún políticos, todo fue cuestionado. Piumato no ahorró invectiva: “gravísimo”, “un disparate”, “no tiene sentido esta ley”, es “absolutamente inconveniente” y, por fin, “si esto avanza, la justicia va a funcionar peor”. Piumato no fue consultado, otra torpeza. Él pertenece al gremio directamente involucrado y pesa en el espacio que conduce Hugo Moyano.
Piumato no sólo embistió contra el PEN. Marcó que “todo senador quiere tener un juzgado federal en su ciudad”. Acaso este dato husmea el origen del proyecto: Alberto sueña construir un poder propio a partir de gobernadores e intendentes. A ellos les ofrece nuevos juzgados que seguramente habrán de llenar con personal adepto. Sin embargo, las voces de gobernadores e intendentes siguen afónicas. Con tanta crítica y silencio de los propios, ¿para qué envió el proyecto?
Como broche, la reforma rearma la oposición (“la opo”, en jerga K). Tanto en el PRO como en el radicalismo, las diferencias venían ensanchándose. Los sectores más ásperos de Cambiemos desarrollaban mayor visibilidad pero estaban quedando aislados. El proyecto oficial reunificó a las tribus de “La Opo” detrás de una negativa consistente. Primera conclusión: la oposición se junta, se torna poderosa y salen beneficiados, siquiera momentáneamente, los dirigentes menos preocupados de las consecuencias institucionales y políticas que sus actos puedan causar.
¿Y si la reforma judicial es rechazada por los diputados? Si tal cosa ocurre, pasará lo de Vicentin. Un gran precio a cambio de nada.
“¿Y si la reforma judicial es rechazada por los diputados? Si tal cosa ocurre, pasará lo de Vicentin. Un gran precio a cambio de nada”
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