VIDEO. “Joyas” que guarda la Ciudad: más de 400 autos antiguos y clásicos

Son vehículos que representan diversos momentos de la industria, desde principios de Siglo XX hasta la imponencia de los deportivos de los ‘80, con valores que pueden superar los 150 mil dólares. Paseos, expo y mucho depósito

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En el universo de los coleccionistas, La Plata tiene mucho para mostrar y, en particular, un mundo del que poco se puede apreciar a simple vista: alrededor de 400 autos antiguos y clásicos. Se trata de un “tesoro” en el que conviven piezas de más de un siglo que bien pueden explicar desde el origen de la fabricación en serie hasta el periodo de los glamorosos y sofisticados deportivos con rendimientos en la calle y precios de mercado capaces de quitar la respiración.

Para conocer la real dimensión del fenómeno local habría que recorrer decenas de garajes y depósitos que, en casos, empiezan a tomar dimensión de museo, pero por el momento son reductos privados de una pasión nacida entre sueños de juventud y atracción por “los fierros” o la velocidad.

No es una ilusión ni una alucinación. Un mañana soleada, en algún punto del Camino Centenario o la autopista alguien podría cruzarse con un Ford T negro de hace 100 o 110 años, un Cadillac de los ´60, un Falcon de los ´60 ó un Torino “Grand Routier”. Son “joyas” que tienen virtudes agregadas: el estado de conservación tal como fueron concebidas en cada fábrica, con sus piezas, colores y rendimiento.

Todo, como el auto, tiene su historia, que combina el hobby con labores de reconstrucción. Llegan hasta la obsesión por el detalle en talleres de mecánicos y chapistas con conocimientos de artesano y labores de investigador para encontrar repuestos al otro lado del mundo.

La pasión requiere inversión que luego se transforma en precio: se calcula que hay autos con valores que pueden ir desde de los 7 mil dólares hasta los 150 mil. Y aún más.

Si bien no hay relevamientos exhaustivos, se calcula que en la Ciudad hay un grupo cercano al medio centenar de coleccionistas de autos. Están los que reúnen entre 2 ó 3 y los que llegan a 8, 10, 12 vehículos o más. Y quienes empiezan a desarrollar el interés metiéndole mano a un coche soñado.

Uno de los emergentes significativos de la actividad es el Museo del Automóvil Colección Rau.

Según uno de sus creadores, Jorge Rau, el edificio donde está emplazado, en 1 entre 34 y 35, es el más viejo de la ciudad en pie, porque fue construido en 1875. Cuando abrió, en 2006, cerró un capítulo que había empezado 22 años antes, junto a su hermano Cecilio, a partir del gusto por los autos y el recuerdo del primer vehículo, un Ford T modelo 1927, según le contó a este diario unos años atrás.

En los recuerdos y sueños está una de las raíces del fenómeno. “El coleccionista sueña con un auto. A veces, es el auto que de joven no pudo tener”, definió Juan Carlos Anacleto, maestro mayor de obras egresado del “Albert Thomas” en 1954, empresario y coleccionista. Tiene un Mustang GT de 1968 que, según el ambiente “da que hablar”. Fue primer premio en su categoría en la competencia de autos restaurados “Autoclásica” en 2014 y segundo en la de “Americanos Clásicos Contemporáneos” que reunió a vehículos.

La tarea no se detiene y en algunos talleres de la Ciudad hay en estos días planes de restauración de automóviles de diversas marcas, antigüedad y modelos. Pueden ser un Chevrolet deportivo, un Jaguar, un Mercedes Benz.

Los coleccionistas se dedican también a restaurar autos hasta llevarlos a su estado original

 

MEDIA VUELTA DE MANIJA

Las ideas empiezan en un gallinero o en un catálogo de compras por Internet. “Un coleccionista compró un Ford T cupé, original en la zona de Olmos/Echeverry. Estaba toda oxidada. Al dínamo le faltaba el zuncho y tenía un nido de una ratonera. Estaba en un gallinero y la trajo andando, porque a un Ford T le limpiás las bujías, le ponés nafta, le levantás una rueda de atrás, le das media vuelta de manija y arranca”, contó Anacleto. De todos modos, aclaró que “ya es medio raro que pase lo de la época en la que ibas a un campo y encontrabas un auto”.

El interés por los coches antiguos fue avanzando sobre un parque finito en el que ya no hay mucho por descubrir. Eso y las técnicas de restauración llevan los precios para arriba en un mercado en el que -también se aclara- pocos tienen interés por desprenderse de lo que tanto les ha constado, en inversión y horas de trabajo.

CON LOS OJOS VENDADOS

Anacleto también tiene un Ford T y lo conoce como nadie, según se desprende de su relato, porque los coleccionistas, en casos, también tiene algo de chapista y mecánico: “Puedo vendarme los los ojos, desarmar el carburador, limpiarlo y volver a armarlo”, asegura. Eso, “porque ya lo hice 700 veces”. Tanto, que hasta se construyó las herramientas para la operación.

En el rubro hay mucho de trabajo silencioso y solidaridad. También, algo de “pica” entre miradas agudas. “Hay de todo”, avisa uno de los coleccionistas de la Ciudad. “Tenés un auto. Te esmerás hasta llegar el mínimo detalle y viene otro y te dice ´que bueno tu auto, lástima la manijita´, pero ves el suyo y se cae a pedazos”, señala.

Más allá de la ironía, Anacleto señala que “somos amigos y hay camaradería. Por ejemplo, traigo un repuesto y si alguien lo necesita se lo doy”.

Además de la tarea en el taller y de las labores de arqueología, algunos coleccionistas se asoman al mundo de la actuación. Si se suben al deportivo clásico o al antiguo llevan ropa y, en casos, la actuación que requiere la historia del auto. Eso puede ir desde la gorra hasta el traje. “Me voy a Córdoba, Catamarca o Santiago del Estero, a los encuentros. Está el club del Ford T que junta autos, camionetas, autobombas. Hasta un carcelero. Por ejemplo, hay un camioncito que se usaba para repartir hielo al que le ponen bolsas y en la carrocería le ponen agua. Entonces, al frenar cae, como si estuviera repartiendo”, detalla Anacleto. El objetivo es reproducir lo que sucedía en aquellos años de servicio, ya hace un siglo. Del mismo modo, en la exposición argentina se podrá ver a coleccionistas con traje a rayas a bordo del viejo camión que se usaba para el traslado de presos.

“Puedo vendarme los ojos, desarmar el carburador, limpiarlo y volver a armarlo. Eso, porque ya lo hice 700 veces”

Juan Carlos Anacleto
Coleccionista

No todos son autos antiguos a clásicos, las categorías en las que se mueven los coleccionistas: los autos antiguos, van de la década de los ´40 hacia atrás y los clásicos arrancan desde fines de esa década hacia adelante. La franja se divide en el país con un parate en la importación a raíz de la orientación de la industria internacional automotriz hacia el material bélico, en el contexto de la Segunda Guerra Mundial, se explicó desde el sector.

No todo es importado. En la Ciudad se pueden ver también viejos Ford Falcon o Fiat 1.500 entre colecciones de impacto. Entre los más preciados aparecen un Ford T modelo 1912 o una Ferrari 308 GTI modelo 1980, los “valiosos” MG o Alfa Romeo. No está claro si sigue acá un Fiat 1912 que impactó durante años por el trabajo de restauración. También están algunos modelos que marcaron época en la Argentina como el Rambler, el Rastrojero, el Renault “Dauphine”, el DKW, Fiat 1.500, el Falcon, SIAM Di Tella o el Bergantín.

Además, están algunas “hormigas negras” Mercedes Benz 170, los Ford T y Ford A, Rugby, Oldsmovile, Studebaker, Plymouth, Morris, Austin, entre otros. Son solo algunos de una lista larga, entre nacionales e importados.

“Cuando se habla del auto antiguo se valora mucho la originalidad, porque un auto antiguo al que le cambian el rodado y pierde eso. Hay quienes compran un auto antiguo y le devuelven la originalidad. No solo en el color, si no en el tipo de color que se usaba”, explica Anacleto.

Por ejemplo, los modelos antiguos es clave atenuar el brillo. Para eso, hay que conocer también los talleres. No todos los pintores lo logran.

Antes de eso, también conviene conocer sobre los avatares de la industria automotriz a lo largo de la historia. “Los primeros Ford T venían de varios colores, pero cuando Henry Ford empezó a fabricar en serie tenía el problema de que las pinturas no secaban rápido. Entonces, atrasaba el tren de montaje. Se descubrió que el color que secaba más rápido era el negro. Entonces, hubo un periodo, de ´14 al ´25 ó ´26 en el que se hacía negro. Ford decía que al comprar un Ford T cada uno podía elegir el color siempre que fuera negro”, cuenta Anacleto sobre el constructor ícono de la industria moderna.

Además de la pintura hay otro dato: “Los proveedores le mandaban los repuestos, en cajones de madera. Ford les pedía que las tablas tuvieran un ancho y un largo determinado porque las usaba para hacer el piso, los asientos y las puertas”, apunta. Esas maderas hoy siguen vistiendo algunas joyas del coleccionismo a nivel local.

Ya es difícil hallar autos antiguos o clásicos fuera del circuito de los coleccionistas

 

Los coches pasan más tiempo en el garaje que en la calle. Los coleccionistas utilizan algunos para el paseo del fin de semana, en avenidas y rutas que deben tener como característica el buen estado y el poco tránsito. También hay ocasiones para la exhibición en las competencias a nivel nacional, algunas muestras regionales y las carreras de regularidad para algunos modelos clásicos.

No todos los coleccionistas se interesan por lo mismo. En la Ciudad están los especialistas en antiguos o clásicos y dentro de eso los que solo miran una marca. Por caso, el Ford T o el MG inglés, un auto con décadas de trayectoria y varios modelos.

 

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