La expulsión de Marcos Rojo le cambió el rumbo al partido cuando recién se estaba armando

La expulsión de Marcos Rojo le cambió el rumbo al Superclásico de ayer en el estadio Monumental, porque dejó a Boca con un jugador menos cuando recién había transcurrido el primer cuarto de hora, y eso frente a un equipo de las características de River es una ventaja demasiado grande.

El partido se calentó a poco de comenzado, con una serie de interrupciones a causa de la pierna fuerte que desembocó en reclamos, entredichos y tarjetas por parte del árbitro.

La primera amarilla de amonestación estuvo dirigida a Enzo Pérez, por una entrada fuerte en la mitad de la cancha, y a continuación apareció en escena Marcos Rojo, un abonado a la tarjeta amarilla.

El marcador surgido en Estudiantes, que llegó a Boca procedente de Manchester United, salió lejos de su área para ir a cruzar abajo a Braian Romero y considerando el cuadro de situación, para evitar que el partido se le fuera de las manos, Fernando Rapallini le mostró el cartón amarillo.

No habían pasado dos minutos desde aquella infracción que Rojo bajó a Agustín Palavecino en la puerta del área boquense, cuando el volante se disponía a recibir y el marcador lo embistió con fuerza. Segunda amarilla y en consecuencia roja de expulsión.

Más allá de las protestas generalizadas y de las diferencias sobre si estuvo bien o mal la primera amonestación, la acción de Rojo estuvo fuera de lugar, en particular porque en ninguno de los casos se trató de jugadas en las que su arco corría peligro.

Esta fue la primera expulsión de Marcos Rojo vistiendo la camiseta de Boca, pero quedará en el recuerdo porque significó el episodio principal que le cambió el rumbo a un partido en el que se encontraron dos equipos que en la previa se repartían el favoritismo, básicamente a partir del crecimiento experimentado por el conjunto Xeneize desde el nombramiento de Sebastián Battaglia, una etapa durante la cual no había conocido la derrota.