Una oficina fabrica mejores hombres

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Alejandro Castañeda

afcastab@gmail.com

El ayuntamiento de Barcelona ha puesto en funcionamiento el Centro de Nuevas Masculinidades, una suerte de ministerio transformador que tratará de mejorar a una hombría que oscila entre canallas maltratadores y compañeros complacientes y culposos. Es un espacio público dedicado a domesticar a un colectivo que en los últimos tiempos se ha sentido tironeado por el fuego redoblado de tendencias, prejuicios y crímenes. Pero de entrada, esta cartera municipal plantea algunos interrogantes. Más allá de sus buenos propósitos, desde su nominación avisa que los habitantes de las viejas masculinidades son absolutamente descartables y que sus enunciados necesitan por lo menos un reciclaje que haga a un lado mañas y excesos. Aunque la cosa no va sólo contra la violencia, porque para eso hay otras reparticiones, lo que este Centro pretende es generar un cambio de fondo que permita alumbrar en el futuro “un hombre heterogéneo, diverso, descolocado, desorientado y perdido sin referente que emular”.

Hay que educar a los hombres. Por supuesto, también a los hombres. Se descuenta que el nuevo organismo oficial, para justificar su creación y su presupuesto, exagerará los rasgos más perversos y dañinos de un género cada vez más observado y cada vez más desalmado. El programa deberá incluir charlas, manualidades y lecciones dirigidas a domar los más díscolos. Y estará a cargo de una fila de expertos que seguramente sabrá combinar meditación, yoga, películas sensibles, desahogos, clases de arrepentimiento y algunas lágrimas, porque ellos sabrán por qué lloran. La alcaldesa Ada Colau, al inaugurar esta oficina, dijo que “la masculinidad no es incompatible con la sensibilidad”. ¿Alguien creyó que sí? Tras poner los sentimientos a tiro de ministerio, detalló los alcances de una dependencia que enseñará no sólo a comportarse sino también a sentir. El plan es mejorarles la conducta y mostrarles que lo de ellos tiene compostura y que al fin será la burocracia estatal la encargada de volverlos menos ásperos y más sensibleros.

Los cambios de paradigma siempre son riesgosos. La ciencia de alguna manera formuló una advertencia al analizar conductas y consecuencias de una nueva generación de padres, más colaboradores y sumisos. Según ha surgido de un estudio realizado años atrás por la Universidad Northwestern, cuanto mayor es el compromiso de los padres con la crianza de los hijos, más baja es la presencia de la hormona masculina. Llegaron a esta conclusión a través de una muestra de la que participaron 600 hombres filipinos. Para los especialistas, el trabajo demuestra que el organismo masculino se va preparando biológicamente para que los hombres participen de la crianza de sus hijos. Y sin querer –lo dice una hormona en retirada- para que cada vez rindan menos en el amor. Las conclusiones insinúan que los nuevos jefes del hogar son mejores cerca de la cuna y peores cerca de la cama. Y que acaban dejando más conformes a los hijos que a su compañera.

La española Carmen Rigalt, por eso, augura y desea la llegada de una hombría que aporte más paz y armonía a la vida hogareña, aunque teme que los acabe convirtiendo en seres muy educados, pero también más inseguros y medrosos. Ella aspira a que la vida en pareja lime algunas asperezas varoniles, pero no le gustaría que la nueva masculinidad acabe borrando otros contornos que afirman su identidad: “La mayoría de los hombres –escribió- no son maltratadores. Muchos de ellos, a fuerza de no serlo, incluso parecen tontos. Me conmueve su tontuna, su vanidad fácil, su miedo a perder protagonismo. Y sobre todo, me conmueve la desubicación a la que se han visto abocados. Yo no sé qué hombre prefiero, francamente. El machito se pasa, pero el comedido y pusilánime, no llega”

El Centro de Nuevas Masculinidades deberá preguntarles a ellas qué hombre prefieren. El suizo Albert Cohen explicó así las exigencias femeninas a la hora de elegir pareja: “A ellas les gusta, tras el hombretón, hallar al niño, las enloquece que sus hombres muestren cierta fragilidad… lo que las atrae de cabeza son: nueve partes de gorila y una de huérfano”.

Funciona en Barcelona una dependencia oficial que enseñará a los hombres no sólo a comportarse sino también a sentir

Se teme que acabe convirtiendo a los hombres en seres muy educados, pero también más inseguros y medrosos

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