Ocurrencias: la venganza de los murciélagos y yeguas
Edición Impresa | 14 de Febrero de 2021 | 03:02

Alejandro Castañeda
afcastab@gmail.com
DÍA DE LOS ENAMORADOS.- Es cierto, la época no ayuda. El encuentro, el regalo y el abrazo, todo aquello ahora parece un sueño irrecuperable. Ahora el amor es parte de un achicado arsenal de reservas que le hace frente a la pandemia. Por fortuna, con barbijos y desconfianza, el hombre y la mujer seguirán apostando a este relámpago que a veces trae luz y otras veces tormentas.
Hoy, los enamorados, presenciales o remotos, saldrán a desafiar un presente demoledor con su vieja mochila de sueños. Es cierto: el amor también contagia, cura y hace doler, pero no queda otra que aventurarse sin vacunas en sus difíciles caminos.
En este día, vale la pena recordar “Amor se fue”, esas tres líneas de Macedonio Fernández: “Mientras duró de todo hizo placer./ cuando se fue, / nada dejó que no doliera”.
PANDEMIA.- En una cueva de Tailandia fueron encontrados cinco murciélagos que tenían en su sangre un nuevo tipo de coronavirus. Se descubrió que este virus comparte el 91,5 por ciento de su código genético con el que provoca el COVID-19. Es más contagioso que el COVID-19, aunque ofrece dos flancos aliviadores: no se transmite a los humanos y tiene poder para poder curar a los contagiados.
Las alertas implícitas del viceministro de Salud anuncian un otoño temible
Evidentemente los murciélagos chinos, deseosos de vengarse por ser llevados al sacrificio a pura sopa, salieron a blanquear su imagen y fabricaron un virus sanador que puede derrotar al temible COVID-19. Allá, la vida y la muerte llegan en cucharadas.
PRONÓSTICO.- El viceministro de Salud bonaerense, Nicolás Kreplak lanzó esta semana una frase inquietante: “Espero que la segunda ola se establezca en mayo, pero con buen porcentaje de vacunados”. La frase deja pensando. En su primera acepción, el diccionario dice que “esperar” es “creer que algo bueno o anunciado o algo que se desea, ocurrirá realmente”. En general el verbo esperar transmite un anhelo más que un presentimiento. Lo que pasa es que, para el funcionario, el arribo de la segunda ola es tan inexorable que no queda otra que organizar la bienvenida. O, como dijo David Viñas, hay que esperar sin esperanza. Estas alertas implícitas anuncian un otoño temible.
FEMICIDIOS.- Otra vez la terrible indiferencia terminó facilitando un salvaje crimen. Conmueve ese grito de auxilio de Úrsula que muchos escucharon y nadie respondió. Qué decir ante este machismo exacerbado que trae cada semana un viento de cuchillazos y pistolas. ¿De dónde sale una crueldad que no se cansa de amenazar, golpear, quemar, matar y que encima disfruta de la vista gorda de los falsos cuidadores? Baudelaire ha intentado dibujar el alma de estos odiadores: “¡Yo soy el siniestro espejo / donde la furia se contempla!”.
MUJERES.- Una monja francesa hizo historia: es la primera mujer en ejercer un puesto con voto en el Vaticano. La hermana Nathalie Becquart fue designada como subsecretaria en el Sínodo de Obispos, una “señal valiente y una decisión profética -ha dicho- del papa Francisco”. El Papa habrá puesto a Nathalie para poder ir deshaciendo la tupida trama varonil de infieles, codiciosos y conspiradores. Dicen que las mujeres no saben guardar un secreto. Y esto es lo que necesita Bergoglio. Que alguien aporte chismes e infidencias sobre los cuchicheos maliciosos de esos obispos gastadores que ponen a la mujer en el altar de las cosas apenas serviciales.
COPIAS.- Esta semana la realidad se copió otra vez de la ficción: hace dos años, Fernando Burlando fabricó un falso accidente para pedir a Barby casamiento. Fue ante las cámaras y en cancha de polo. Armó la falsa caída del caballo, se hizo el desvanecido y convocó a una ambulancia, todo eso mientras Barby se desesperaba.
Está bien eso de asustarlas, como para que se vayan acostumbrando a que la convivencia es un viaje lleno de sobresaltos. Pero se le fue la mano. Y ahora la realidad le robó la idea: jugando otra vez al polo, Burlando se cayó, pero Barby antes de lagrimear miró para todos lados buscando cámaras. Lo llevaron al hospital y ya está bien. Para esas féminas que alguna vez lo acusaron de machirulo y controlador, el porrazo fue, más que una copia, una revancha de género: lo tiró una yegua y no un caballo.
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