El límite de la paciencia: “¿Cuántas veces te lo tengo que decir?”
Edición Impresa | 14 de Febrero de 2021 | 04:20

Del sólo te lo repito una vez de nuestros padres o abuelos se ha pasado al ¿cuántas veces te lo tengo que decir? o del hay sopa para cenar al ¿qué quieres comer? Los padres con tal de que sus hijos sean felices y se mantenga la paz familiar olvidan el principio de autoridad, que nada tiene que ver con el autoritarismo, y se alejan del sentido común a la hora de lidiar con su prole.
El objetivo de que los hijos respeten y obedezcan se ha transformado en que no se enfaden, no chillen, no se frustren. Maribel Martínez, psicóloga especialista en terapia breve estratégica, explica como paradójicamente la actual generación de padres es incapaz de lidiar con las cosas más básicas de la educación de sus vástagos, a pesar de que se han “profesionalizado”.
Profesionalizado quiere decir que son padres “que se preocupan por todo lo que afecta a sus hijos y se dedican a ellos en cuerpo y alma. Acuden a cursillos, leen libros, se implican en las asociaciones de madres y padres….”.
“A priori todo ello debería entenderse en clave positiva, pero la realidad es que a menudo se desatiende el objetivo más importante: educar en la autonomía personal y los valores”.
En su libro ¿Cuántas veces te lo tengo que decir? (Arpa), Maribel Martínez resume sus años de práctica profesional y brinda claves y consejos muy alejados de las teorías que no funcionan y han convertido a los niños en personas dependientes, inseguras, con trastornos de ansiedad, miedos, fobias y baja tolerancia a la frustración.
Para Maribel Martínez es crucial que los padres entiendan que tiene que haber un principio de autoridad, que no pueden ser amigos de sus hijos, que no se puede negociar ni explicarles ni preguntarles todo y que deben replantearse qué es lo que no funciona para abordar otras estrategias.
Les explican con toda la paciencia del mundo los motivos por los cuales han de hacer las cosas: “Nos tenemos que ir a casa porque tengo que hacer la cena, y tu tendrás que darte un baño antes de dormir y si no nos vamos ahora se hará muy tarde y todo se retrasará, dormirás menos y mañana tendrás sueño y estarás cansado”.
En su libro dirigido a padres con hijos de 5 a 12 años, la autora afirma que está claro que lo primero es el sentido común. En su consulta lo primero que les aconseja a las parejas es que no permitan a sus hijos hacer aquello que ellos nunca hubieran hecho a sus padres.
Y recomienda volver al háblame bien que soy tu madre/padre. Una frase que defiende hay que decir “en esas situaciones en las que el hijo traspasa la línea roja, aunque sea levemente, con un `chavón´, `pesado´, o cuando deja con la palabra en la boca a uno de los padres”.
Si ya son mayores, aboga porque la frase vaya acompañada de la actitud correspondiente.
“Es decir, acercarse al hijo a un metro de distancia (menos sería invadir su espacio personal, y más no sería eficaz) mirarle a los ojos y decírselo con voz firme y seria la frase. Dar media vuelta e irse”.
En el caso de las peleas entre hermanos, los padres suelen intervenir para poner paz y hacer justicia con resultado nulo.
Y si el resultado es nulo, apunta, es que ha llegado la hora de cambiar la estrategia y probar con nuevos métodos o mensajes del tipo: estoy seguro/a de que podréis resolver vuestras diferencias.
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