Desgarrador pedido de víctima de violencia de género a la Justicia: “Yo quiero vivir”
Edición Impresa | 21 de Febrero de 2021 | 04:38

En el transcurso de la entrevista que Mariana Cerchiara (44) le concedió a este diario, una frase resuena con el eco de todos los casos de violencia de género que afectan al país: “Falta que escuchen a las víctimas”. La historia que relató, cruenta y dolorosa, bien pudo haber sido la de Úrsula Bahillo o la de Ivana Módica (ver aparte), por mencionar apenas dos casos recientes que culminaron de la peor forma, con el femicidio de ambas.
Luego de muchas amenazas de muerte y hasta de “intentos de matarme”, Cerchiara sabe que ese destino trágico le puede tocar a ella también si la Justicia “sigue sin hacer nada”, aclara a modo de súplica. Según reveló, “están los audios (hay uno en el que le dice que la va a ‘cortar en pedazos’, otro que va a ‘comprar una 9 mm, te voy a matar y después me voy a matar yo’), están las fotos y la Fiscalía de Género no hace nada”.
Patrocinada por el abogado Darío Saldaño, manifestó que “no lo llamaron nunca a declarar, lo mandaron a que haga un tratamiento. Sigue su vida como si nada y yo no puedo caminar tranquila por mi Ciudad. ¿No es suficiente todo lo que hizo para que alguien haga algo? Yo quiero vivir”. Sin poder dejar de llorar al recordar cada episodio, Mariana relató cómo fueron esos dos años de relación y, lo que a siete meses de poder fugar del departamento donde estaba encerrada, todavía tiene que soportar.
UNA HISTORIA VIOLENTA
“Empezamos una relación con F.C. en 2017, nos habíamos conocido un tiempo antes en un evento. Conversamos, nos fuimos vinculando y después nos volvimos a ver en otro evento -ella es coach ontológico - que ‘justo’ tenía como temática la evolución de la mujer. Yo no tenía quién pasara el sonido y lo convoqué a él”, detalló. Tras ese acercamiento, “hablamos, me cayó muy bien, se mostró muy simpático. Enseguida conocí a su familia, me integró en su círculo” y el vínculo fue creciendo, agregó.
Viajaron, convivieron y todo parecía marchar bien. Sin embargo, algunas actitudes de F.C. le “hacían ruido”, aunque ella no llegaba a asir la gravedad del asunto. Así fue como “yo empecé a trabajar y casi sin darme cuenta él estaba en todos lados. Colegas me preguntaban por qué estaba todo el tiempo conmigo, he perdido trabajo porque se sentían intimidados por él”, indicó.
En ese tiempo, meses después del inicio del noviazgo, comenzaron los actos de violencia en los que el hombre “me sacudía de los brazos, me tiraba del pelo... yo lo tomaba como algo mal pero no me daba cuenta de la situación”, sostuvo Cerchiara. Esos episodios aumentaron y se volvieron públicos. Por ejemplo, aseveró la víctima, “frenaba en el medio de la calle para insultar a la gente, le pegaba a las cosas, pateaba puertas. Yo pensaba que era porque tomaba mucha cerveza y le decía que pare un poco, entonces me confesó que consumía drogas”.
En el 2019, semanas antes de que pudiera terminar la relación, durante una cena le contó de un proyecto laboral nuevo. C.F. “se puso loco y cuando nos fuimos al departamento me amenazó, apagó la luz y me pegó una trompada en la cara. Estuve tres días para salir de la casa, no encontraba las llaves y me tenía incomunicada”, recordó. En un momento le dijo “ya estuviste bastante sin estar en línea”, y posteriormente compró un celular y la dejó llamar a sus hijas, conforme denunció Mariana. “Tuve que hacer un montón de trabajo para poder darme cuenta… es difícil cuando uno está en algo así”, aclaró. Asimismo, afirmó que “hubo abusos de todo tipo, una vez me quiso prender fuego adentro del auto. Cuando pasa tanto tiempo y tenés tantos golpes en el cuerpo, no podés tomar una decisión ni siquiera de tu propio cuerpo. En esa situación perdés el poder, la autonomía”, reflexionó.
En varias oportunidades la víctima estuvo “al borde de la muerte”, dijo, ya que “los golpes fueron tantos que me llegó a luxar dos costillas, quedé sin respiración. Le pedí por favor que me ayudara, porque no podía moverme ni respirar. Y lo que hizo fue estrangularme”, relató entre lágrimas. Por su parte, el agresor le espetó: “Vos me vas a ir a denunciar y me van a meter en cana, hija de puta”. El encierro volvió a repetirse en otra oportunidad. Poco después, Mariana encontró la llave del inmueble, esperó a que el sujeto se fuera y escapó. “Yo empecé a poder caminar bien, a tragar comida sólida, hace poco. Tenía las falanges de la mano rotas, me las tuvo que acomodar un médico. Él amenazó a mi mamá, varias veces tuve que volver con él porque no paraba de acosarme. Donde yo iba, estaba, me perseguía todo el tiempo”, lamentó. Pudo abandonar el terror en julio de 2020, pero no dejarlo atrás. En el hospital San Juan de Dios le hicieron los peritajes médicos y ahí encontró un poco de paz. “En este lugar me encontré con herramientas, con apoyo, con contención”, sintetizó. C.F. posee una orden de restricción de acercamiento y tobillera de 900 metros, pero “no hace caso, se separa del dispositivo y me persigue”, reclamó. Por último, advirtió que “hubo tres mujeres antes que yo que pasaron por lo mismo. Yo me cambié el color de pelo, tres veces de domicilio y ayer (por el viernes) lo tenía arriba mío”.
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