La inseguridad no se toma vacaciones y mantiene en jaque a toda la Ciudad
Edición Impresa | 3 de Febrero de 2021 | 02:50

Desde el comienzo del 2021, con el aislamiento social, preventivo y obligatorio en el pasado, la actividad volvió a las calles de la Ciudad. Los comercios están todos abiertos y la gente se mueve con normalidad, como no lo había hecho en buena parte del año anterior. Mucho más en verano, donde el clima siempre invita a estar al aire libre. En casa o de vacaciones. El problema es que también se siente y mucho, la inseguridad, que nunca se toma respiro. Los robos, cada vez más violentos, se volvieron algo de todos los días. Los motochorros se multiplicaron en el Casco Urbano y la periferia y, las zonas Norte y Oeste, se convirtieron en un “coto de caza” para los violentos.
Uno de los barrios más afectados por esta dura realidad es Villa Castells. Allí, los vecinos, acuciados por la cantidad de robos, reclamaron por una solución integral ante la falta de luminarias, patrullajes y controles viales. Para Mariano, referente de uno de los sectores que registra más incidentes, “la solución tiene que venir de la Policía y de la Justicia, porque muchas veces los agarran y a las tres horas están de nuevo afuera”.
BARRETA, VENENO Y GOLPES
Eran casi las 2 de la madrugada y Hugo bajó del primer piso en el que se encuentra su habitación para tomar un vaso de agua. Su casa está en 502 bis entre 6 y 7.
Al principio creyó que seguía dormido cuando vio por su ventana a un hombre con ropa oscura caminando por el patio trasero. Pero casi al instante se dio cuenta de que no se trataba de un sueño: dos sujetos encapuchados y armados habían ingresado en su vivienda en busca de “dólares”, contó. “Yo estaba en la cocina cuando me abordaron. Lo primero que me dijeron fue ‘venimos a buscar los dólares’. Yo contesté ‘qué dólares’. Esa pregunta fue casi como un insulto porque me empezaron a zamarrear de forma violenta”, agregó e damnificado.
Convencidos de que había divisas estadounidenses en la finca, los ladrones comenzaron a revolver cada rincón. Fue así que llegaron hasta el primer piso, en donde se encontraron con la hija del dueño de casa.
“Nos obligaron a tirarnos al piso y cuando mi hija les quiso decir algo le metieron una patada en la cabeza. Para que se terminara todo yo les dije que tenía un poco de dinero para las compras de la semana. Eran diez mil pesos”, señaló.
No conformes con la suma, los ladrones continuaron rompiendo y registrando todo a su paso con la seguridad de que iban a encontraran los verdes.
Al ver la obstinación de los atacantes, Hugo indicó que les ofreció su vehículo. “Quería que se fueran. Por eso les ofrecí las llaves del auto. Fue una pesadilla”, apuntó.
Según explicó la víctima, fue después de su ofrecimiento que sintió que los ladrones le creyeron. “Uno le dijo al otro ‘qué garrón nos comimos, muy mala la data que te pasaron guacho”, recordó.
Tras varios minutos de suplicio, el horror llegó a su fin. Padre e hija fueron conducidos al baño y allí, encerrados. “Nos dijeron que esperemos quince minutos para salir”, precisó.
Eran casi las 2.30 de la mañana cuando Hugo se animó a tomar el picaporte y salir a ver cómo había quedado todo. Fue en esa recorrida que tomó dimensión de los destrozos (una puerta y rejas que habían sido barreteadas), el desorden y del método que habían usado los ladrones para evitar ser detectados.
Cuando salió al patio se topó con sus dos mascotas muertas: su gato y su perro, Ciro. “Creo que les dieron un empaste. El perrito de los vecinos también la ligó. Es una pérdida tremenda. El que ama las mascotas me va a entender”, concluyó.
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