Los exorcistas también vacunan

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Escasean vacunas y sobran uniformados. La Iglesia tomó nota y redobló su gendarmería cuidadora. Los curas exorcistas ahora son muy requeridos. Ellos le dan a la peste un aura diabólica que aconseja reforzar la dotación de ángeles para poder contener esos asintomáticos que andan penando por los rincones del alma.

A esta altura de la pandemia, ya no va más la imposición de manos ni las promesas ni las ofrendas al Gauchito Gil y a todo ese ejército de santos de segunda categoría que ahora están saturados de pesares y ruegos.

El mal se ha derramado a sus anchas por todo el mundo y cualquier cosa puede servir para combatirlo. Hoy, el bien y la normalidad aparecen como chicos acorralados que, sin clases y sin recreos, se han quedado encerrados con juguetes que ya no los entretienen.

Las nuevas restricciones impuestas por el Presidente obligaron a los comerciantes a reciclarse otra vez para hacerle frente a una crisis cada vez más cercana y definitiva.

Los que no son esenciales, andan a la intemperie. Los gastronómicos, que deberán atender al aire libre mientras asoma el frío, van a tener que ofrecer ponchos y camperas de cortesía para abrigar los guapos que se animen a consumir a las apuradas, porque a las 19 llegarán los uniformados y podrán secuestrar tragos y bocaditos. Un país de vidrios bajos y contagios en alza espera a la sombra de un operativo preventivo que lo único que ha logrado, hasta ahora, es profundizar la riña política, poner a la noche como la verdadera señora del mal, desautorizar ministros y elevar el tono del mensaje para darle contenido a una campaña que mezcla una dosis de Covid-19 y otra, de Elecciones-21.

La segunda ola viene zamarreando un planeta que no sabe dónde guarecerse y que agota salvavidas. Se esperan que lleguen las vacunas prometidas y las ayudas anunciadas para ahuyentar una normalidad cercana a la desolación. El Papa Francisco sabe lo que dice cuando anuncia que ni muerto regresará a la Argentina. Conoce el paño de este territorio que viene descompensado desde otro siglo y que pide los gritos algún exorcista de excelencia que nos haga vomitar tantos malos ratos y decepciones. En un reciente informe, fuentes del Vaticano dijeron que en el último año pidieron exorcismo 500 mil fieles, el triple que hace una década. En Italia hay 300 curas autorizados a pronunciar las oraciones salvadoras. Son rescatistas en busca de poseídos asintomáticos que portan una peste que daña más el alma que el olfato.

La demanda mundial de exorcismos creció a la sombra de la pandemia. Este mes en Roma habrá un curso especial vía internet para capacitar a unos 300 sacerdotes que necesitan inyecciones espirituales para atender al batallón de infectados, descreídos y desconsolados.

El único exorcista argentino de primer nivel es el padre Carlos Alberto Mancuso, que hasta no hace mucho recibía desesperados en la parroquia Nuestra Señora de Luján, de la calle 60. En el Pasaje Dardo Rocha, años atrás contó sus vivencias. “El satanismo -pronosticó allí- es sin duda un fenómeno en ascenso”, dijo el cura. Y siguió expresiones del Papa Francisco, que había afirmado que el diablo “existe y es nuestro mayor enemigo”. El Vaticano ahora se prepara: alista nuevos exorcistas para darle batalla a un desasosiego que sigue contagiando.

Mancuso contó que en La Plata el grupo de exorcistas que él dirigió, atendía cada viernes a los desesperados de por aquí cerca que, en número creciente, buscaban la ayuda de una iglesia aliviadora para sacarse de encima sus demonios.

La cosa está brava, pero no hay que asustarse ni bajar la guardia. ¿El diablo se disfrazó de virus? Por las dudas, el Vaticano desconfía y practica. Esta peste le ha dado mucho empuje a los cursos de exorcismos. Es otra vacuna que no genera daños colaterales. La técnica de Mancuso es eficaz y rigurosa: primero hay que identificar a Satanás, porque no todo estropeado está poseído; y después, redoblar oraciones y ruegos para que el maldito inquilino abandone su víctima. El plan es calmar a los desamparados y tener a raya a un Lucifer que nunca se relaja y que viene gestionando con éxito esta maldita pandemia.

Los gastronómicos ofrecerán ponchos para abrigar a quienes desafíen el aire libre y el frío

Alejandro Castañeda

afcastab@gmail.com

El país necesita algún exorcista que nos haga vomitar tantos malos ratos y decepciones

 

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