Sin rastros del ladrón acusado de provocar la muerte de la joyera
Edición Impresa | 20 de Abril de 2021 | 02:04
“Bronca, tristeza e impotencia”, escribió una de las nietas de Graciela Lasca en su portal de Facebook. La joyera, de 73 años, falleció el domingo pasado a causa de un ACV que disparó la tensión de un asalto en su local de 62 entre 14 y 15.
Por el caso, que se registró el jueves pasado, aún no hay detenidos. En la causa, que investiga el fiscal Juan Menucci, participan sabuesos de la DDI La Plata.
De acuerdo a fuentes del caso, por el momento el dato más certero del autor del ataque, que habría actuado en soledad, más allá de que no se descarta el apoyo de un tercero en apoyo con algún rodado, son las imágenes de una cámara de seguridad que captó su huida.
El hombre, que lucía una especie de saco, barbijo blanco y llevaba un maletín, apuró su paso justo cuando pasaba por debajo del equipo de vigilancia.
Si bien es un registro de pocos segundos, los expertos informáticos de la Policía trabajaban anoche cuadro por cuadro en busca de mejorar la calidad del video.
En principio, no habrían encontrado huellas en el local comercial, por lo que se presume que actuó con guantes.
A Lasca la maltrató, la maniató y le hizo vivir una pesadilla tal, que un pico de hipertensión terminó cobrándose su vida.
Cuando llegó al hospital, los médico informaron que su cuadro era irreversible.
Ahora el autor del golpe mortal podría ser imputado por “homicidio en ocasión de robo”, un delito que tiene una pena en expectativa de entre 10 a 25 años de prisión o reclusión.
Más allá de las discusiones jurídicas, ese es el reclamo de todos los familiares y allegados a la víctima: “Que atrapen al asesino”.
UNA VIDA DE ESFUERZO
Lasca llevaba una vida dedicada al trabajo, a su negocio. Y si bien sus seres queridos le aconsejaban que lo cerrara y disfrutara más del tiempo libre, ella respondía con una sonrisa.
Para su hijo Flavio Altomare (43) el delincuente que la asaltó la expuso a una violencia innecesaria.
Tirada al lado de una silla y, atada de pies y manos, padeció una angustia desbordante. Y sus signos vitales se fueron consumiendo hasta el desenlace fatal.
“Con haberla encerrado en el baño era suficiente”, expresó Altomare apenado.
De haber sido así, tal vez hoy su madre estaría a su lado.
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