Helena Lunazzi

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Fue referente en el estudio de una de las técnicas de evaluación psicológica más complejas –el test Rorschach- y pionera en la organización de la cátedra de Psicodiagnóstico en La Plata, hacia finales de los 80, cuando la especialidad era resistida por los paradigmas científicos de la época. Falleció, a los 80 años, Helena Lunazzi, quien dejó incontables enseñanzas profesionales, académicas y personales.

Helena Ana Lunazzi había nacido el 11 de diciembre de 1940 en esta ciudad. Sus padres fueron el reconocido profesor de Humanidades y Ciencias de la Educación José María Lunazzi y María Clotilde Beaupays. Completó la educación primaria y secundaria en el Normal N°1.

Siguió Psicología cuando la disciplina en la UNLP todavía era una carrera bajo la órbita de la facultad de Humanidades. Apenas obtuvo el título, cumplió con una residencia de especialización del Rorschach en Inglaterra. Se propuso como meta regresar al país y dedicarse no sólo a profundizar sus conocimientos sobre la emblemática prueba sino también a formar pares en la administración e interpretación del instrumento exploratorio del pensamiento.

Con un ánimo siempre arremetedor e inquieto que la llevó a investigar a fondo, y dueña de una profunda honestidad intelectual (esa que hace revisar lo que se actuó y admitir el error si lo hubiera habido), abrazó la profesión y la docencia con tanta pasión y rigurosidad que consiguió en 1988 lo que en otros espacios universitarios todavía es una deuda: la facultad de Psicología local, donde enseñó como titular de la cátedra de Psicodiagnóstico, es una de las pocas que desde entonces y gracias a su impulso enseña el Rorschach como materia de grado.

La guiaron, además, firmes convicciones ideológicas, y muestra de ese rasgo suyo fue el hecho de que en los años 70, cuando la carrera se cerró para ingresantes, ella dejó de dictar clases, y volvió a la actividad académica recién con la reapertura de la inscripción a la propuesta educativa, ya con el retorno de la democracia.

De forma paralela a su labor en la cátedra y a la publicación de numerosos libros, atendió como terapeuta su consultorio particular.

Casada con el arquitecto Juan Carlos Jubany (de quien había enviudado hace unos años), tuvo tres hijos: Florencia, Juan Ramiro y Mariana. Y dos nietas: Emilia y Lucía.

Fue adorada como hija, madre, esposa, abuela y amiga; y muy admirada como colega.

 

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