El techo demasiado bajo

Otra vez Gimnasia quedó a la puerta de pelear en tramo final de una Copa nacional. Y si bien hay atenuantes evidentes -coronavirus mediante- no tiene con qué dar forzar el juego y mucho menos dar un salto de calidad.

Es cierto que los tres puntos que le faltan son los que perdió con el covid, porque jugó un partido con juveniles, otro con suplentes y el clásico con titulares que no podían levantar las piernas. Pero, al igual que en la pasada Copa Maradona, cuando tiene que ganar no gana. Le pasó hace unos meses con Atlético Tucumán; le pasó hoy ante Sarmiento. Y no gana porque no tiene como forzar el juego, porque le falta un delantero, porque los chicos son chicos, porque cuando hay que tirarle el camión encima al rival pueden aflorar las ganas de todos y el amor propio de algunos, pero falta jerarquía. Por eso todos levantan la cabeza y lo buscan a Johan Carbonero, que es distinto, que es otra cosa, que genera electricidad en el ambiente porque cuando tiene la pelota algo puede pasar. Y no hay tanto más cuando tapan a Weigandt (de flojo partido en Junín), Ayala está dedicado a contener y Aleman es impreciso. Porque en el pan y queso, esos son los elegibles (más ese buen arquero llamado Rodrigo Rey, que es mejor que Broun) y después hay una linda base, pero que no alcanza. Plantel corto más pibes para ver de que están hechos. Lejos de ese objetivo que es entrar a una Copa internacional, aunque la mitad de los clubes de primera jueguen una. ¿Saben por qué? Porque con buenos deseos no alcanza, porque el fútbol es inversión (¿van a comprar a Carbonero, no? ¿van a dejar ir a Ayala?), en juveniles y en primera. Así se gana plata y se reinvierte. Y no hay que traer Morales o Pérez Garcías porque los fabricas vos. Si la realidad es tapar agujeros permanentemente y decir que el club está bárbaro, siempre la culpa va a ser del delantero que erró un gol o del DT que hizo un cambio que no gusta. Y se seguirán añorando los tiempos de Griguol cuando para muchos ser segundo era fracaso.

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