Marcelo Hourçouripé

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Médico dedicado al gerenciamiento en sistemas de salud; habilidoso mago en sus ratos libres; reconocido entre los suyos por su espíritu solidario y su empatía frente a la necesidad ajena; falleció, a los 74 años, Marcelo Hourçouripé.

Hijo de una maestra (Ana) y un comerciante (Marcelo), nació en Carlos Casares, provincia de Buenos Aires, el 11 de noviembre de 1946. La familia (integrada también por sus dos hermanas mayores, “Coca” y “Yoli”, se radicó en La Plata cuando él estaba todavía en edad escolar, por lo que completó la enseñanza primaria en la Escuela 10. Se recibió de bachiller en el Colegio Nacional y egresó de la Universidad Nacional de La Plata con el título de médico.

Una vez graduado trabajó durante un tiempo en el sector de Sanidad del ministerio de Seguridad y también, mientras recibía pacientes en su consultorio particular, formó parte del equipo de profesionales del Hospital “San Roque”, de Gonnet.

Especializado en medicina laboral, cumplió funciones primero en FECLIBA y luego en ACLIBA I, institución esta última en la que se desempeñó largos años como jefe de Auditorías. Allí se lo recordará como un excelente compañero de tareas.

De intensa vida social, con grupos de amigos surgidos de los diferentes ámbitos en los que actuó, generoso, y gustoso de reunirse con sus vínculos más cercanos, desplegó una particular afición: practicaba la magia y lo hacía apasionadamente, estudiando todo material que caía en sus manos, participando en conferencias y encuentros con colegas, y mostrando su destreza para los trucos en cumpleaños y eventos cada vez que alguien de su entorno se lo pedía.

Se caracterizó, según remarcan sus allegados, por dos virtudes muy destacadas: la bondad, que manifestó en cada gesto ante los otros, y el respeto no sólo por la gente querida sino también por el prójimo en general. Nunca, aseguran, se le escuchó hablar mal de alguien.

Se unió en matrimonio a Ana Valentini, y con ella tuvo dos hijas: Iara (psicóloga social) e Ileana (médica). Se divorció muchos años atrás, cuando las chicas eran todavía pequeñas, pero se desvivió siempre en atenciones hacia ellas, aun cuando ya se trataba de mujeres que habían seguido su propio camino.

Fue feliz en su rol de abuelo de Felipe y Camilo.

Los últimos años de su vida los compartió con su compañera, Soledad Schilling.

 

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