Belgrano: su estatura moral y cívica se acrecienta con el tiempo

Edición Impresa

Por JUAN JOSÉ TERRY (*)

El aniversario del tránsito a la gloria es siempre un momento convocante para volver a dirigir desde nuestra visión, una mirada a esa trayectoria ejemplar del General Don Manuel Belgrano, padre de la Patria, cuya vida y obra se acrecienta con el tiempo – hoy a 201 años de aquel 20 de Junio de 1820 – en que murió en la pobreza olvidado y abatido, pero sin dejar de pensar en la tribulaciones del país, después de haber dado todo por él para obtener su independencia y libertad. Pocos son los ejemplos como el suyo tan elocuentes de desinterés personal que presenta la historia, por eso la distancia no empalidece su grandeza ni su gloria, sino que por el contrario, toma cada vez más fuerza su estatura moral y cívica.

El reencuentro con su personalidad, el contacto con sus momentos esenciales, aun en estas horas en que la pandemia nos angustia con su carga tan dolorosa de vidas humanas, y nos impiden la exaltación pública, la fecha sirve para retemplar el espíritu y no decaer en la defensa de los eternos valores de la libertad, justicia y bienestar que dieron nacimiento a nuestra Nación, principios hoy tan desdeñados, que hacen más evidente aquel viejo refrán que dice: “ que no hay viento favorable para quien desconoce el rumbo “.

Y este rumbo que nos dieron los próceres de Mayo, del que Belgrano fue precursor y adalid, es el que debemos tener eternamente como norte, porque allí encontraremos los fundamentos primarios sobre los que se asentó la Argentina.

Belgrano supo de victorias y derrotas y nunca retrocedió en su afán civilizador y cultural, como así tomar las armas y ponerse al frente de ejércitos desquiciados, a los que tuvo que disciplinar y armar sobre la marcha, para regalarnos esas victorias de Tucumán y Salta que con el éxodo Jujeño consolidaron la soberanía sobre el actual norte argentino, que nunca más volvió a manos realistas y aseguraron el triunfo definitivo de la Revolución de Mayo.

La vida del prócer, a quien el doctor Atilio Milanta ha llamado con justicia el Santo de la Patria, puede abordarse de manera general en sus dos grandes periodos, tan importantes, ejemplares y plenos de sabias enseñanzas el uno como el otro: su labor en el Consulado de Buenos Aires desde donde fue el animador central de los sucesos preparatorios de Mayo, y luego uno de sus actores capitales, y seguidamente su acción como militar.

Hablar del primero, tal vez el menos conocido pero el mas impregnado de su fuerte personalidad lo muestran como un verdadero estadista, un hombre poseedor de una visión amplia en la que se conjugaron valores y actitudes reñidas con el mundo colonial. Su aversión a la corrupción del sistema político que exigía cada vez más, a cambio de menos, provoco rápidamente la tendencia a la autonomía y en el tiempo, la conspiración. Al respecto sostuvo: desengañémonos, jamás han podido existir los estados luego quela corrupción ha llegado a pesar de las leyes y está en nuestras manos la decisión de cambiarlo. Su tenacidad, contra la deshonestidad pública y el latrocinio fue una constante en su vida.

Por eso desde el Consulado dedico su capacidad y entusiasmo a lograr el desarrollo del país, promoviendo la educación, el comercio, la industria, la exportación, transporte marítimo y terrestre; creando escuelas de primeras letras y establecimientos de enseñanza técnica, destacándose la educación de la mujer y la defensa del maestro, etc, etc.

Comprendió también que lo que realmente educa es el ejemplo, pues mas allá de las palabras y consejos decía, está el testimonio de la vida.

Su acción fue decisiva en las jornadas de Mayo, donde impulso a Saavedra como presidente de la Junta, en una actitud de ruptura manifiesta con el antiguo orden. Augusto creador de nuestra Bandera, sus triunfos militares son títulos más que suficientes para enaltecer a un gran soldado. Murió tan pobre que le entregó a su médico su reloj como pago. Junto con su patrimonio había dado ya todo, su vida misma. Por eso pudo decir Sarmiento al inaugurar su monumento en la Plaza de MAYO, “que nunca busco ni reclamo nada para sí. Quien pudo ser el amo del país, prefirió ser apenas su servidor. Por eso su apellido no podrá extinguirse por los siglos de los siglos y será para los argentinos el Padre de Patria”.

Ningún otro argentino, entre los paladines de su época, recibió la ingratitud como Belgrano, siendo agraviado por ese pueblo justamente el, que fue el primero que lo llevo a la vida, según reconoce Ricardo Rojas, quien agrego que con diez hombres como Belgrano otro habría sido el destino de la Argentina. Su ejemplo debe volver a inspirar a los argentinos en el tan ansiado dialogo, la comprensión y el encuentro para continuar cobijados todos en paz y libertad bajo la enseña azul y blanca que nos legara, y vivir como él, que al servicio del país no conoció descanso ni reposo y cuando se le presento la muerte la espero sin turbación y con serenas reflexiones.

 

(*) Presidente del Instituto Belgraniano de la Provincia

 

Las noticias locales nunca fueron tan importantes
SUSCRIBITE