Convertirse en una refugiada o resignarse a una vida sometida a los talibanes
Edición Impresa | 18 de Agosto de 2021 | 01:23

Mientras cientos de personas invadían la pista del aeropuerto internacional de Kabul para tratar de irse del país tras la llegada de los talibanes al poder, una joven mujer se debatía entre dos mundos.
En uno, Massouma Tajik abordaría un avión que la llevaría a un país que no conocía, para pasar a ser una refugiada. En el otro, se quedaba en Afganistán bajo un gobierno talibán, obligada probablemente a renunciar a todo lo que había conseguido en los últimos 20 años.
Agotada por la falta de sueño, hambrienta y asustada, llevaba horas esperando en el aeropuerto un vuelo que no sabía si llegaría, llena de interrogantes que no podía responder.
“Estoy en el aeropuerto, esperando conseguir un vuelo, pero no sé hacia dónde”, expresó la joven en declaraciones telefónicas a la agencia Associated Press. “No sé qué será de mí. ¿Adónde iré? ¿Cómo serán mis días? ¿Quién mantendrá a mi familia?”.
Tajik, una analista de datos de 22 años que trabajaba para un contratista estadounidense vinculado con el empresariado afgano, recibió una llamada el domingo por la tarde en la que se le dijo que tenía diez minutos para irse al aeropuerto. Figuraba en una lista de personas a ser evacuadas con destino a EE UU o México. Es todo lo que sabía. No tenía visa en su pasaporte.
Se fue del departamento de una amiga en Kabul casi con lo puesto, una mochila, su laptop y su teléfono.
Cuando el Talibán tomó Kabul el domingo tras la huida del presidente Ashraf Ghani, poniendo fin a dos décadas en las que EE UU y sus aliados trataron de transformar Afganistán, Tajik y un grupo de afganos que colaboraron con medios de prensa estadounidenses fueron llevados al aeropuerto por sus amigos norteamericanos.
El ascenso talibán hace temer que las mujeres perderán todos los derechos, incluidos los de estudiar y trabajar, adquiridos en las dos últimas décadas.
Tayik casi no tuvo tiempo de llamar a su familia en la provincia de Herat, al oeste del país, que estaba en manos de los talibanes desde días atrás. Si se quedaba, podía generarle problemas a su familia: una mujer joven, educada en una universidad internacional, que trabajaba con extranjeros.
Antes de partir de Herat, destruyó todo lo que pudiese relacionarla con organizaciones internacionales. “Quemé todo, lo enterré, y me fui”, dijo la joven.
En el aeropuerto se encontró con muchos afganos desesperados por un vuelo para huir del país. Ella estaba fundida. Pasaron varias horas, volvió a preguntarse si debía irse o quedarse.
Al salir el sol, Tajik dijo que vio a soldados estadounidenses que disparaban al aire. Le dijeron que su vuelo llegaría pronto. “Jamás le perdonaré al mundo haber guardado silencio”, dijo la joven. “Yo no me merecía esto. Nadie se lo merece”. (AP)
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