Entre la alegría y la incertidumbre frente a las nuevas medidas sanitarias

La no obligatoriedad del barbijo al aire libre desde octubre, entre otras medidas, genera reacciones dispares

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Las nuevas medidas sanitarias dispuestas por el gobierno nacional a partir del descenso sostenido de los casos de coronavirus, como la no obligatoriedad del uso de barbijos al aire libre, generaron reacciones que van de “la alegría y el alivio” por estar mejor al “temor latente”, lo que especialistas atribuyeron a las dificultades de adaptación “a una realidad cambiante y cargada de incertidumbre”.

“Creo que de a poco voy a poder cambiar casi todas las costumbres de la pandemia”, aseguró Mora Covián, una estudiante de 20 año, quien expresó que en determinados lugares no se sacaría el barbijo “ahora mismo por más que sean al aire libre”, aunque reconoció que “en algún momento sí lo haré y voy a estar demasiado feliz”. Camila Silva, de 24 años, confió, en tanto, que “las multitudes” le generan “reflejos de incomodidad y hasta cierta angustia”, aunque admitió que “si es al aire libre es otra historia”.

El pasado lunes, la ministra de Salud, Carla Vizzotti, y el Jefe de Gabinete, Juan Manzur, informaron que a partir del 1 de octubre no será obligatorio el uso del tapaboca al aire libre, pero sí “cuando hay personas alrededor o en aglomerados” y que se mantiene su uso en lugares cerrados.

Ambos funcionarios anunciaron que están permitidas las reuniones sociales sin límites de personas y el aforo del 100 por ciento en actividades económicas, industriales, comerciales, de servicios, religiosas, culturales, deportivas, recreativas y sociales en lugares cerrados, aunque manteniendo siempre las medidas de prevención: tapabocas, distancia y ventilación.

Esas medidas siguieron a una baja sostenida de los contagios, fallecimientos y ocupación de las terapias intensivas, una situación epidemiológica favorecida por vacunación.

Silvia Bentolila, médica psiquiatra e integrante del Equipo Regional de Respuesta frente a Emergencias Sanitarias de la OMS, dijo que en este nuevo contexto “aparecen emociones ambivalentes y contradictorias, porque si bien se siente alegría o alivio también hay tensiones y un temor latente porque aún no está claro cuándo termina esto”.

Sin embargo, agregó que “es importante no generalizar” ya que el impacto en la población es “muy diverso” según la realidad socio-económica, familiar, la edad, las necesidades y el lugar donde se vive.

Con todo, aseguró que en muchos países se observa “un fenómeno llamado ‘síndrome del flujo pandémico’, una inestabilidad de reacciones y emociones oscilantes y contradictorias”, que puede ser explicado por la dificultad que supone “el proceso de adaptación a una realidad cambiante y cargada de incertidumbre durante un período tan prolongado”.

La médica psiquiatra destacó la importancia de incorporar “rutinas independientes de las medidas externas”, que permitan “recuperar cierto control interno y cortar la percepción de amenaza cuando estamos en lugares seguros”.

Por su parte, Daniel Feierstein, doctor en Ciencias Sociales e investigador del Conicet, observó que la vuelta a la normalidad será “un proceso largo y complejo, porque hay que asumir que vivimos un hecho no sólo novedoso, sino que constituye una verdadera catástrofe”.

“Hay que acostumbrarse a convivir con la incertidumbre”, ya que si bien la situación epidemiológica actual “permite numerosas aperturas”, la pandemia “no terminó”, por lo que la transformación “puede ser parcial, limitada en función de cómo avanza”, añadió Feierstein

 

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