Motochorros suman otro feroz ataque en el Centro

Un hombre que se dirigía al trabajo fue abordado por cuatro sujetos. Uno de ellos rompió un blindex de una patada para robarle

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Cuatro días después del brutal asalto que sufrió una chica de 20 años a manos de motochorros que la golpearon e hirieron para sacarle una mochila, un hombre que se dirigía a su trabajo corrió la misma suerte. Al igual que le ocurrió a la joven en 16, entre 57 y 58, el damnificado fue golpeado, herido y despojado de su mochila.

No se tiene certeza si estos robos callejeros vienen siendo perpetrados por los mismos sujetos o si, por el contrario, es un método que los ladrones motorizados aprenden y aplican prácticamente sin variantes. Es que la mayoría de los asaltos que se vienen ejecutando en la Ciudad por motochorros tienen la misma secuencia: cuatro individuos divididos en dos motos “peinan” un sector en busca de una potencial víctima. Una vez que comprueban que la persona “marcada” está sóla, lanzan el ataque.

Primero una moto se aproxima a la víctima por delante para interrumpirle el paso. Al mismo tiempo, el segundo vehículo se ubica detrás de la víctima para bloquearle la vía alternativa de escape. Una vez que encierran a la persona, los acompañantes se bajan de los rodados para llevar adelante la tarea de despojar a la víctima de sus pertenencias. Amenazas, golpes y forcejeos, se pueden ver en esta instancia, siempre dependiendo de la resistencia de la víctima al robo.

Varias instancias de esta secuencia se pudieron observar ayer, a las seis de la mañana, en un edificio ubicado en 11, entre 40 y 41. Diego, la víctima, se encontraba esperando a la camioneta que lo iba a depositar en su trabajo cuando observó que dos motos que venían circulando a contramano se acercaban a él.

“No lo dudé ni un segundo. La semana pasada, unos tipos en moto le robaron a un repartidor acá mismo. Y se me vino eso a la mente. Me metí en el edificio para ponerle a salvo”, expresó Diego en diálogo con EL DIA. Pese a su rapidez de reflejos, la medida de precaución que tomó fue en vano. Es que el hombre no contaba con que los ladrones estaban dispuestos a todo y que nadie ni nada se interpondría entre ellos y su objetivo. Ni siquiera una puerta de vidrio.

De una sóla patada, uno de los ladrones hizo trizas el blindex e ingresó al edificio. Acorralado, a Diego no le quedó otra opción que entregar su mochila. Mientras ingresaba un segundo ladrón, el primero se abocó a la tarea de abrir y revisar el botín. Fue así que halló entre las pertenencias del damnificado un radio comunicador.

Al ver el aparato, los ladrones interpretaron que se trataba de una persona ligada a las fuerzas de seguridad y fue en ese marco que comenzaron a exigirle que entregara su arma. “Tuve que repetirle varias veces que no era policía y que el aparato lo uso en el trabajo en la planta de YPF. Me creyeron pero no me salve del culatazo. Me tuve que dar dos puntos. Lo que más me molesta es el tiempo que voy a tener que gastar para rehacer los documentos que se llevaron”, cerró.

 

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