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Yegua ganadora y de alto valor como reproductora desapareció de un stud platense. Una trama de enredos cargada de verdades y mentiras
Hipólito Sanzone
hsanzone@eldia.com
“El chincharrazo también corre”.
El en el comienzo del abril de 1990 se vivieron días tensos en el ambiente del turf platense. Un hecho de película dispararía toda clase de temores y versiones y abriría la puerta a un misterio nunca aclarado. Se trató de la desaparición de Sweet Niña, una yegua que venía de ganar tres competencias y se perfilaba como una verdadera joya como crack y reproductora.
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Al cabo de una jornada de ejercicios y cuidados, A.M., por entonces menor de edad, terminaba el vareo de la yegua y la depositaba en su alojamiento de un stud en el cruce de 118 y diagonal 74, corazón del Barrio Hipódromo de La Plata. Como se le había indicado, el pibe cerró todo y esperó la llegada del sereno para poder irse. El sol empezaba a caer y con esas primeras sombras, apareció un grupo comando, cuatro tipos que le darían al muchacho una paliza descomunal y lo dejarían encerrado en un baño.
Lo que siguió fue el robo de Sweet Niña. Se la llevaron en un trailer especialmente equipado para el traslado de equinos y tirado por una camioneta Toyota de último modelo en aquel año.
La denuncia formal en la comisaría Segunda la hizo Carlos Prícolo, que se presentó como cuidador del animal robado pero no dio, según se dijo entonces, datos sobre el dueño, cosa que de entrada llamó la atención de los investigadores. El cuidador sólo se limitó a informar que se trataba de una persona domiciliada en la capital federal.
Al pibe que vareaba a Sweet Niña le dieron terrible paliza y lo encerraron en un baño
"En el ambiente del turf suele ser común que los verdaderos dueños de algunos caballos, sobre todo los que se consideran valiosos por ser ganadores, se oculten detrás de otras personas para no llamar la atención", señalaría entonces un allegado a la pesquisa. Dejaba flotando que Sweet Niña era propiedad de alguien que no quería que se supiera que el animal era suyo.
A horas nomás de conocida la noticia del robo, el ambiente turfístico local y nacional no hablaba de otra cosa. Y al mismo tiempo se empezaban a tejer las más locas hipótesis sobre el o los dueños de la yegua desaparecida.
En tanto, se insistía en que el móvil del hecho era el valor de la yegua como reproductora, puesto que se consideraba difícil que los ladrones fueran a anotarla en futuras competencias.
En las charlas burreras de la confitería del Hipódromo, los bares de la zona, las rondas en las previas de cada carrera y en cuanto lugar de reunión de "entendidos" se instalara el tema, se recorría el anecdotario de otros episodios de corte delictivo y novelesco vinculados al turf.
"La gente recordaba el cambiazo de Ketty y Carbonilla o el de Regency por Pedregales que fueron unos escándalos. O el crack que le robaron al doctor Pintos del stud Yacaré en General Belgrano".
Para colmo, el domingo siguiente al robo de Sweet Niña, ganaba en Palermo un tal Vinxi cuyo dueño había vivido una verdadera odisea para recuperarlo después de sufrir un robo de características similares al de la yegua platense. Se hablaba de una banda que se dedicaba a robar cracks y los hacía correr en competencias "cuadreras" en pueblos perdidos del interior, para asegurarse así triunfos y dineros seguros. En el caso de Vinxi su dueño lo encontró en Bolivia donde la leyenda urbana decía que había tenido que "comprárselo" a un mafioso que había empezado a incursionar en el negocio del narcotráfico y ya tanto no le interesaba el asunto de los caballos de carrera.
Se hablaba también de otros casos de robos de cracks que en realidad eran el resultado de conflictos irresueltos entre propietarios y cuidadores.
La desaparición del supuesto dueño le puso más picante al caso
"A veces las deudas se acumulan", deslizaba, irónico, un investigador.
Con el escándalo de Sweet Niña ya instalado, se sabría que a un auto Fiat patente B-1.863.140 robado en la localidad de Villa Galicia a Walter Rafael Taiano pertenecía la patente del trailer en que se habían llevado a la yegua. Y que en un registro aparecía el nombre de un tal Elvio Bastianelli como propietario del desaparecido animal. El asunto es que cuando fueron a buscarlo, Bastianelli también había desaparecido "de los lugares que solía frecuentar", como siempre le ha gustado decir a los veteranos policías.
La gente recordaba el cambiazo de Carbonilla y el crack que le habían robado al doctor Pintos
La sorpresiva ausencia de quien en los papeles figuraba como dueño de Sweet Niña, no hizo más que disparar nuevas y locas versiones sobre el asunto. Y entre ellas la existencia de un supuesto testaferro del verdadero dueño, sobre el que corría otra catarata de versiones que iban desde políticos de primera línea, pasando por deportistas, artistas y mafiosos célebres. Por caso esas versiones no extrañaban habida cuenta que el legendario Alfio Lanzafame, creador del mítico Carrito del Pulpo, había recibido para su cuidado y entrenamiento caballos del entonces presidente del Paraguay.
Más allá de las leyendas urbanas, la investigación siguió rascando la olla en asuntos más racionales. Y así se llegó a un dato clave: que el misterioso Bastianelli y el cuidador Prícolo, que figuraba en la denuncia policial, mantenían un conflicto de vieja data, originado en la falta de pago de los servicios de este último. Para ese lado rumbeó entonces la investigación y Prícolo quedó en la mira, pero nunca se probó si tuvo algo que ver en el hecho.
Mientras esto ocurría, llegaban noticias desde lo profundo de ese "otro ambiente" vinculado al turf: las carreras cuadreras, reguladas por la ley 2.484, sancionada en 1952, que fue modificada una sola vez en estos 70 años. En su espíritu original se dice de ellas que son festivales que solo pueden realizarse los días domingos o, con autorización previa de un juez de paz, en feriados. Ese único cambio en 70 años fue para autorizarlas también los sábados. La ley dice que todo lo recaudado en concepto de entradas debe ser entregado a alguna entidad de bien público. En esas reuniones puede haber desde 3.000 personas en adelante. El sistema de apuestas también está sujeto a la ley, pero hecha la ley, hecha la trampa. Hay quienes dicen que a diferencia del Hipódromo, en los premios no tienen límite y se cuentan anécdotas increíbles sobre apuestas y apostadores.
"Yo he visto gente ir a una cuadrera con el título de propiedad de la casa o el auto por si se quedaba sin plata para apostar", dice un conocedor del tema.
Así es como a los investigadores les llegó el dato de que en una zona cercana a Mar del Plata, una yegua había maravillado a algunos apostadores de una cuadrera y a otros, los había arruinado. Y que se sospechaba en el ambiente que ese "refucilo" podía ser la princesa Sweet Niña, ahora disfrazada de Cenicienta.
Un veterano caminador del platense y de otros hipódromos vernáculos, se ríe cuando se le plantea esa posibilidad.
Se la vendieron a un gitano que, furioso, la vendió a un frigorífico clandestino
"Los paisanos no son tontos y en las cuadreras todo vale. El chincharrazo (doping) corre. Yo recuerdo a Billares que era un caballo que le hacían correr cuadreras con otro nombre. Y ganaba ahí y en el hipódromo. Llegó a ganar con 64 kilos, un bestia".
Vuelve a sacudir la memoria y aparece Juan Pueblo, otro caballo que, dice, "se cansó de ganar con dos nombres".
Lo cierto es que la sospecha de que Sweet Niña pudiera estar corriendo cuadreras llevó hasta Mar del Plata a los investigadores.
Como si alguien les hubiese avisado a los ladrones, dejaron de anotar a Sweet Niña en las cuadreras
En La Feliz hubo unos cuantos informantes que hablaron sobre el asunto pero ninguno puso el gancho en una declaración formal. La certeza de que la yegua robada estaba en esa zona era entonces muy grande pero se diluía ante la ausencia de pruebas concretas. Curiosamente, como si alguien le hubiese avisado a los ladrones, la supuesta Sweet Niña ya no fue presentada en las cuadreras de la zona.
El misterio sobre el paradero de la yegua valuada en miles de dólares se cerraba, frío y denso, como en una noche invernal.
Cerca de un año después del hecho, cuando ya nadie la buscaba, en una mesa de café entre carrera y carrera en el Hipódromo platense, alguien dijo saber qué había sido de Sweet Niña.
"Mortadela, la hicieron la mortadela más cara del mundo".
La relación entre la mortadela y otros embutidos como algunas clases de salchichón ha sido tema de discusión y sospecha desde los inicios del siglo XX. La utilización de carne de caballo para hacer mortadela ha sido desmentida una y otra vez. Pero, como las brujas que no existen, las hay. Los especialistas dicen que el consumo de carne de caballo no es malo para la salud siempre y cuando haya sido criado para ser comido. De lo contrario, como ocurre con los caballos de carrera, su carne puede contener altas dosis de clembuterol, un anabolizante que se utiliza para aumentar el peso o la masa muscular de un animal.
La historia que se contó entonces, nunca confirmada ni desmentida, tenía que ver con las idas y vueltas del paradero de Sweet Niña después de su "secuestro". Se decía que el animal había sido anotado en numerosas carreras cuadreras y que ya con más de siete años cumplidos, su rendimiento había empezado a mermar. Para colmo, siempre rondaba sobre sus captores la inquietud de que alguien, en alguno de aquellos festivales, la reconociera y la cosa se terminara de pudrir.
"Se la terminaron vendiendo a un gitano, un jefe de Mar del Plata que había hecho mucho dinero con el transporte. El tipo ya había perdido la cuenta de la cantidad de camiones que tenía".
Tal parece que el transportista, de aburrido nomás, había decidido incursionar en el negocio de las carreras no convencionales y alguien le ofreció a Sweet Niña como una buena inversión.
Pero según esa revelación de mesa de café, a poco de empezar a competir para su nuevo dueño, la yegua mostró que ya no era la misma flecha de los comienzos. La edad y una inadecuada mantención y cuidado parece que habían sido las causas de esa venida a menos.
La utilización de carne de caballo para hacer embutidos ha sido desmentida una y otra vez. Pero...
"Y el gitano se sintió estafado. Y furioso la mandó a un frigorífico clandestino por la zona de Lobos donde supo trabajar en sus años mozos un pariente de Federico Pippo, el profesor que acusaron de haber matado a su mujer, la profesora Briant". El informante dejó a sus oyentes con la boca abierta.
¿Habrá sido ese el destino de aquel valioso animal? ¿En verdad la habrán convertido en acaso la mortadela más cara del mundo, habida cuenta que habían pagado miles de dólares por ella?
El veterano caminador de los hipódromos dice que en ese ambiente la línea entre la verdad y la mentira suele ser delgada.
"Se macanea como en todos lados, no vaya a creer que esas cosas solo pasan en las carreras de caballo", aclara.
La pesquisa llegó a Mar del Plata pero no hubo forma de probar que Sweet Niña corría cuadreras
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