Indefensión frente a los múltiples embates de la contaminación sonora

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Fiestas clandestinas que se extienden hasta altas horas de la madrugada; encuentros masivos de motociclistas que corren picadas; locales partidarios que alteran a vecindarios con sus ruidosas propagandas hasta horas también avanzadas; escapes libres; vehículos que salen de “gira” y en picadas por lugares céntricos, en tanto que otros están adecuados para instalar en ellos poderosos equipos de música, todo conspira para que miles de vecinos encuentren serias dificultades para poder dormir tranquilos, acosados por una contaminación sonora sin control, que no cesa en la Ciudad.

Si a esa verdadera parafernalia de ruidos se le suma en los últimos días el retorno del polémico “avioncito parlante” que, en horas de la siesta y desde las alturas de la Región atrona el espacio con sus invitaciones a acudir a recitales, circos, hipermercados y otros lugares o acontecimientos, el cartón de los ruidos molestos en La Plata parece estar lleno.

En cuanto al “avioncito parlante”, como se recordará, a fines del siglo pasado desató fuertes reclamos vecinales, hasta originar declaraciones del Concejo Deliberante. Cuando se acercaba alguna medida concreta de restricción, los responsables del “avioncito parlante”, decidieron trasladarse a una pista de despegue ubicada fuera del partido de La Plata, de modo que el tema se complicó legalmente y la propaganda aérea continuó por varios años.

Una nota publicada ayer en este diario dejó en claro que no hay alivio para los vecinos, sometidos a toda una verdadera gama de ruidos molestos. Se sabe que no faltan reclamos ante la Policía y la Municipalidad, en donde el petitorio vecinal básico apunta a lograr sosiego en horas de la noche y poder dormir. En el informe se reflejó, como dato si se quiere novedoso, que ahora se ha puesto de moda realizar fiestas nocturnas en las veredas de algunos barrios. En principio suena simpático: después vendrá la imposibilidad de dormir y la cuadra llena de botellas rotas, orines, olores nauseabundos y las consecuencias de grescas e incidentes.

En ese contexto puede recordarse la acción desplegada por un grupo de estudiantes de la carrera de Fonoaudiología de la Universidad Católica de La Plata (UCALP), que en fecha reciente salió a medir el nivel de decibles en distintos puntos de nuestra ciudad.

Lo que se hizo fue medir el “ruido” –tal como se define a la suma de sonidos que superan en mucho el rasero de lo que es saludablemente audible- y allí se comprobó que llegaban hasta 92 db, cuando lo aceptable según la Organización Mundial de la Salud, durante el día es hasta 65 db.

 

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