Bill Plympton: “Casi todas las películas animadas hechas por computadora se parecen”

El rey de la animación independiente visitó la Argentina Comic Con y diálogo con EL DIA sobre su trabajo al margen del mainstream, su defensa de la autogestión y el presente del medio

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Por PEDRO GARAY

pgaray@eldia.com

Cualquiera que haya crecido con MTV conoce a Bill Plympton, aunque no sepa su nombre: su particular estilo de animación, de trazos de lápiz que se deforman, que mutan y estallan, jugando con la extrañeza, con lo sexual, lo político y lo bizarro (¡y con perros!) fueron parte fundamental de una avanzada de animación que hizo trizas lo que el televidente común pensaba de las posibilidades y horizontes del medio.

Y aún así, Plympton, que llegó este fin de semana a la Argentina Comic-Con, dice estar sorprendido por todo lo que lo han reconocido en nuestro país. “Acá todos me conocen, en Estados Unidos nadie me conoce”, se ríe, en diálogo con EL DIA, “el rey de la animación independiente”, que ha hecho de la economía un culto, un dogma con tres reglas sencillas: “Haz filmes cortos, hazlos baratos y hazlos graciosos”.

 

“La animación es una forma de arte genial: no tiene límites, podés hacer lo que quieras, enloquecer, y es perfecta para humor adulto, ideas adultos”

 

Es la manera de seguir haciendo las cosas él mismo, una decisión que, afirma, es personal, y no una imposición de un mercado que le da la espalda. De hecho, relata, me ofrecieron un trabajo en Disney, después de que ‘Your face’ (uno de sus cortos) fuera nominado al Oscar. El estudio mandó un abogado a mi estudio y me ofrecieron un millón de dólares para trabajar para Disney. Es un montón de dinero, y en 1987 era mucho más dinero…”

Pero Plympton empezó a indagar, y resultó que el dinero venía con condiciones. “Pregunté si podía hacer mis cortos independientes los fines de semana. Y me dijeron que sí, pero que Disney sería la dueña. ¿Y si cuento un chiste? Bueno, me dijeron, seremos los dueños del chiste. Y si tenía un sueño eran los dueños del sueño…”, lanza irónico. “Y en ese momento mi carrera iba bastante bien, me habían nominado al Oscar, me contrataban para hacer comerciales marcas como Nike, Trivial Pursuit, Nutrasweet, no necesitaba a Disney. Y tenía un estudio, con gente que trabajaba conmigo, y no quería despedirla, así que le dije no a Disney”.

“Todavía”, acepta, “me pregunto si fue una buena idea, podría ser Brad Bird ahora… Pero, la verdad, creo que fue una buena decisión: hoy me despierto cada mañana, voy al tablero de dibujo, y dibujo lo que quiero, nadie me dice que no puedo hacer eso. Tengo libertad absoluta, y eso es importante para mí”.

Con esa libertad, Plympton ha construido una prolífica carrera al margen, armado solo con su lápiz, algún colaborador y “un humor que es bien raro”, se ríe. Plympton se ríe de la política, del humor, de la humanidad, del sexo, tópicos que a menudo quedan al margen de la animación estadounidense. Sus trazos y texturas tampoco se parecen demasiado a ese mainstream, pero, justamente, “por eso me gusta hacer mis películas, quiero hacer algo que nunca hayan visto, que sea diferente, que tenga ideas nuevas, técnicas nuevas. Creo que la audiencia aprecia todo eso”.

“Casi todas las películas hechas por computadora se parecen, creo que la gente se está empezando a cansar del modelo de animación por computadoras de Disney y Pixar”, sigue, al respecto el artista que sigue dibujando sus ideas con su lápiz, resistiéndose al mouse, contra los hábitos de consumo de una Estados Unidos “lentos en cuanto a lo sofisticado: les gusta la acción, las comedias locas, pero creen que la animación es para chicos. Y no lo es. La animación es una forma de arte genial: no tiene límites, podés hacer lo que quieras, enloquecer, y es perfecta para humor adulto, ideas adultos”.

“Espero que Estados Unidos se de cuenta de esto”, afirma Plympton. “En Europa esto no es un problema pero Estados Unidos sigue siendo un poco puritana”. Sin embargo, avisa también que no es anti-Disney o anti computadoras, y que “hay muchas películas animadas por computadora que me gustan”. Menciona la reciente “El monstruo marino”, “una película hermosa, ojalá la hubiera hecho yo”, y también se reconoce fanático de “las hilarantes películas de LEGO”.

 

“Una película de Pixar sale 200 millones de dólares, tenés cientas de personas trabajando. Y la animación tradicional la puedo hacer yo solo. Y no cobro demasiado caro”

 

“Creo que se está expandiendo la diversidad de la animación por computadora. Y también de la animación tradicional, hay muchas películas estrenándose, y eso va cambiando lentamente la mentalidad en torno a la distribución de animación en Estados Unidos. Creo que eso está cambiando, y espero que mis películas hayan ayudado a eso”, dice Plympton.

LA REVOLUCIÓN DIGITAL

Nacido hace 76 años, Plympton y su política de hacerlo uno mismo ha inspirado efectivamente a una generación de animadores en su país a trabajar con lo que haya a mano. Y ha colaborado con la explosión de otras animaciones “la revolución digital en animación”, opina. “Ahora, escaneás el dibujo, no hay que pintar cada celda, no necesitás una cámara gigante para filmarlas… todo ese sistema que era tan caro. Ahora se puede hacer una película animado en tu computadora: eso ha sido una gran ayuda para la animación independiente”.

Lugarteniente de la animación tradicional, hecha con trazos humanos, Plympton cuenta en ese sentido que ha abrazado muchas herramientas de la revolución digital: la edición, la composición, la música, se hacen de manera digital, por ejemplo. “Pero el resto es hecho a mano: yo, dibujando, coloreando. Escribiendo, diseñando los personajes, los fondos… Toda la producción la hago yo, y en la posproducción entra la computadora”.

También ha abrazado otra bonanza de la era digital: el financiamiento colectivo, modalidad que le está permitiendo terminar su próxima película, “Slide”, que “estará lista en 3 o 4 meses”.

El proyecto relata la historia de “dos personas muy malas que manejan un pueblo leñador, y que son muy corruptos, matan gente todo el tiempo”, cuenta con una sonrisa entusiasmada Plympton. Inquieto al hablar de la película, no sabe qué hacer con las manos y toma un fibrón de su saco para garabatear rápidamente al personaje que se opone a los villanos, “un personaje tipo Clint Eastwood, que no habla, y que llega al pueblo y con su guitarra puede vencer a los malos”.

Plympton decidió por primera vez recurrir a una campaña de crowdfunding “por el COVID”, confiesa. “Era difícil para mi hacer dinero: habitualmente voy a festivales, doy conferencias, hago comerciales, pero la pandemia frenó todo. Así que no tenía fuente de ingresos para financiar mis películas, y tuve que ir a Kickstarter”.

Pero ese dinero, 85 mil dólares, “también se acabó”. Por eso, dice, “ahora estoy haciendo más publicidades y conferencias para terminar la película”. Por eso está aquí, en Argentina. 85 mil dólares puede parecer mucho, sobre todo para un animador que ha dicho que puede producir un minuto de animación por 5 mil dólares, pero, cuenta, en realidad necesitó casi medio millón para terminar “Slide”. De todos modos, “no es nada comparado a una película de Pixar o Disney”, avisa, casi ofuscado. “Una película de Pixar sale 200 millones de dólares, tenés cientas de personas trabajando. Y la animación tradicional la puedo hacer yo solo. Y no cobro demasiado caro”.

Bill Plympton

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