La pandemia aceleró sus temas de salud y lo sumió en un laberinto sin salida

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La última visita de Enrique Pinti a La Plata quedó trunca para siempre: el último capocómico argentino, habitual visitante de nuestras salas teatrales, iba a llegar al Coliseo Podestá en marzo de 2020 con “Al fondo a la derecha”, cuando la pandemia le puso freno a todo. En aquel entonces, en diálogo con EL DÍA, lanzó una frase que hoy suena como un vaticinio: “Lo único que espero es que por favor ¡el coronavirus no nos lleve! ¡Me da pánico! Calculale: tengo 80 años, soy diabético y en cualquier momento me viene. Yo estoy entre la población de riesgo, nunca pensé que iba a decir esto. Así que vayan preparando el obituario y no me vayan a poner cosas feas, asquerosos de mierda, porque los conozco...”

Pinti se encontraba entonces apenas recuperado de una crisis de salud que lo había llevado a suspender las funciones de “Al fondo a la derecha” en 2019, pero afirmaba que su salud estaba fenomenal porque, para él, la salud estaba en la mente, en la cabeza.

“La lengua y la mente están fenomenales”, contó entonces, y afirmó además que la diabetes estaba “absolutamente controlada”. Confesó que le costaba caminar, que había sufrido algunas caídas y, de hecho, en sus últimos espectáculos ya no había podido demostrar el despliegue de esos otros tiempos en los que cambiaba de vestuario cada cinco minutos y bailaba sobre escena: en los últimos tiempos ofreció monólogos sentado, parándose solo para saludar, en algunas ocasiones, aunque su vertiginosa cadencia seguía implacable porque la cabeza sería sana.

Pero a esa cabeza prodigiosa el COVID le asestó un terrible golpe: en febrero de este año, mientras preparaba un nuevo espectáculo, desde su entorno comenzaron a deslizar que el actor estaba afectado por una fuerte depresión, y aunque había comenzado a tratarse, la combinación de esa tristeza y su estado de salud era particularmente compleja. El cuadro había comenzado a desarrollarse durante la cuarentena: Pinti, acostumbrado a salir y cenar con amigos, se vio de repente en soledad absoluta, sin escenarios donde desplegar su magia ni amigos con los que pasar largas noches charlando. Aunque había montado una obra por streaming con Marcelo Polino, aunque preparaba un nuevo estreno y aunque la pandemia se había relajado, esos meses marcaron el desenlace del actor. Poco a poco, durante meses, su situación había comenzado a desmejorar tanto en términos de salud mental como de salud física, también golpeada por la imposibilidad de salir y moverse. El regreso a la actividad no llegaría a revertir el daño causado en esos meses.

Así fue que el pasado 5 de marzo, el humorista fue ingresado en el Sanatorio Otamendi, aquejado por un cuadro de diabetes severa y problemas circulatorios en las piernas: durante estas tres semanas, la salud del actor fue cambiante, con marchas y contramarchas. Pasó una semana en terapia intensiva, pero consiguió salir a habitación común, donde su cuadro en precario equilibrio sufrió avances y retrocesos. Según contó Carlos Rottemberg, el miércoles atravesó un día crítico, y lo superó, al punto de que “el jueves se recuperó y le pidió a su asistente el libreto de su nuevo espectáculo”, que se anuncia en la marquesina del Multiteatro, “para poder estudiarlo”. Pero en algún momento, su cuerpo se cansó de luchar y Pinti fue de gira por el universo.

 

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