Regiones errantes

Edición Impresa

Por AUGUSTO MUNARO

Dividido en dos partes: “Universalis Cosmographia” y la posterior (y superior) “De la perpetua lágrima”, Mapamundi, el último libro de la catamarqueña María del Rosario Andrada, continúa el programa de la poeta, es decir, la experiencia de intensa desautomatización, mediante movimientos verbales de imágenes precisas, líneas de deslizamiento a favor, más de una ampliación perceptual, que la confirmación de supuestos. Al no adherirse a pactos de representación convencionales, la autora apuesta por la irradiación conectiva de sus poemas, apuntando a la amplitud incesante. Viaje, ensoñación, dibujo del mundo, mapa. Mapamundi, en cierta forma, busca su propia fisonomía a medida que se lee. Y crece en las inciertas mutaciones, en lo inseguro, en lo inusual, en lo involuntario. La deriva de una estética siempre en fuga, entre los hilos invisibles de lo real, “oyendo lo que no se oye”; así, los poemas se despliegan como mapas íntimos.

El libro traza una cartografía muy especial, fundando una intensa y variada cosmogonía. Su lectura es un viaje sensible a latitudes lejanas como Reykjavik, el mar Jónico, en la masa pétrea de Lanzarote, Tenerife, Amazonia, Atacama; desencuentros y orfandades, regiones que saben infiltrarse para moldear la voz, una que hábilmente fluctúa, otorgándole una respiración íntima: sentida, inyectada de geografía. “escucha! / el gemir del viento / frío y pegajoso / un recinto inquietante / noche derramada / en el miedo / territorio anclado en la nada / ferocidad / en el último vacío” (“Donde la tierra no tiene fin”). Lares trastocados por ambientes alucinados entre lo telúrico y universal. Cada verso abre ese misterioso tiempo-espacio de la eternidad, del instante híbrido y simultáneo. Un refugio. Tempestades interiores, donde “la noche / era un bufido / en la memoria del exilio”. En sus mejores poemas no hay nada que explicar. Es decir, hay intensidad no necesariamente explicativa. Sus poemas hay que sentirlos como se siente la música: “aullaré entonces / hasta encontrar la loba / que me dio la lengua / el almizcle del sueño // y la muerte acechando / en cada párpado” (“La muerte en cada párpado”).

De este modo, la poesía de Andrada, aquí vuelta cartógrafa, encuentra un dinamismo específico, sutiles expresiones, en el tiempo vertical de un instante inmovilizado. No es el momento fugaz, sino más bien la fugacidad retenida en el instante puro. Esto suele suceder en las mejores piezas de su primera parte del libro, como en casi todas del complemento, donde busca desconvencionalizar a través de una sensibilidad aguda, muy expresiva, alcanzando el corazón de las cosas: “Los remolinos se amotinan / como un piquete // frente al campo santo / se niega a entrar / hoy no lavarán las tumbas / en el solitario desierto / donde el pueblo descansa” (“Hoy no lavarán las tumbas”). Palabras que vibran en el aire de la página. Frente a las inconsistencias de lo efímero, estos poemas prevalecen en la memoria del lector. La edición cuenta con prólogo de la poeta María Mascheroni, además de un comentario liminar del recientemente fallecido poeta uruguayo Alfredo Fressia.

María del Rosario Andrada (Catamarca, 1954), es poeta y narradora. Algunos de sus poemarios publicados son: Uvas del invierno (1978); Casa olvidada (1982); Tatuaron los pájaros (1988); Anuin y los senderos del fuego (1992); Los cánticos de Otmerón (1998); Profanación de las alturas (2004); Los señores del jaguar (2007); Huayrapuca, la madre del viento (2014); Obra poética reunida: 1978-2018 (2018). Participó en distintos encuentros literarios en otros países. Colabora en el diario El Ancasti, con reseñas literarias. Ha sido incluida en prestigiosas antologías nacionales y extranjeras.

 

Mapamundi
MARÍA DEL ROSARIO ANDRADA
Editorial: Ediciones en Danza
Páginas: 84
Precio: $ 1100

 

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