Episodios de violencia que son incompatibles con la función de las escuelas
Edición Impresa | 16 de Junio de 2022 | 01:42

Los incidentes violentos que se conocieron estos días y que se registraron entre alumnos de escuelas de la Ciudad deben causar una comprensible inquietud en las comunidades educativas, por la agresividad que reflejan, a la vez que obligan a las autoridades a reaccionar con presteza para prevenir estas situaciones y evitar que se propaguen.
En la medida en que los episodios pudieran reflejar tan solo una rivalidad menor y pasajera entre jóvenes, no habría nada que señalar. Más allá de que no debieran ocurrir, las peleas entre jóvenes no revestirían gravedad, si no formaran parte de una sucesión de hechos de bullying y de distintos tipos de episodios de acoso escolar que se producen, además, en un contexto de violencia generalizada en la sociedad.
Desde luego que resulta inadmisible que un joven que es golpeado dentro del aula por otro compañero, haya tenido que ser atendido de las heridas recibidas en un hospital de la Ciudad. En ese caso particular se trataría, además, de un chico que fue golpeado por algunos de sus compañeros seis veces antes en dos semanas, en una situación que debiera ser especialmente investigada por las autoridades educativas. La gravedad de estos hechos motivó reclamos por parte de un grupo de padres.
En otro incidente un grupo de jóvenes de otro colegio se trenzó a golpes de puño en las afueras del establecimiento y uno de los protagonistas recibió una fuerte patada cuando se encontraba en el piso, en lo que pudo haber derivado en secuelas más lamentables.
Por lo pronto debiera recordarse que, antes de la pandemia, se habían presentado en muchas escuelas una sucesión de incidentes violentos, que, obviamente, desapareció cuando la cuarentena se tradujo en la no presencialidad de los alumnos en las aulas. De modo que, al retomarse los ciclos escolares presenciales, pareciera que reaparece con ello la violencia entre alumnos.
Sea por la razón que sea, se está frente a incidentes que resultan incompatibles con la tarea educativa y es lógico que causen alarma, ya que se ve alterado el clima de serenidad que debe acompañar a todo ciclo lectivo. Sería además penoso que, en lugar de episodios excepcionales, pudieran formar parte de una negativa realidad.
Cuando las peleas o bataholas ocurren fuera de los colegios, son las autoridades policiales las responsables en evitarlas, a partir de la prevención, la vigilancia y las mínimas tareas de inteligencia que deberían desplegar en los barrios en donde se encuentran las escuelas.
Si, en cambio, las peleas fueran protagonizadas por alumnos en el interior de los establecimientos, son los maestros que debieran impartirle a sus escolares principios y valores suficientes que los disuadan de protagonizar ese tipo de incidentes, aunque también les cabe una tarea rectora a los padres y tutores de los chicos.
En todos los casos, es trascendente que los chicos tomen conciencia de los riesgos que corren y de las actitudes que deben adoptar, para reducir al mínimo la aparición de estos episodios que tanta preocupación suscitan. Cuando los agresores no asisten como alumnos a esas escuelas debieran ser identificados y, a la vez, debidamente informados de los daños que pueden causar y, por supuesto, de las sanciones que podrán recibir por sus acciones antisociales o, eventualmente, delictivas.
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