Más actividades físicas en la población y una mejor calidad nutricional

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El informe publicado ayer en este diario sobre la importancia de proteger mejor la salud física y encontrar beneficios espirituales a través del culto a las actividades físicas –se habla, por ejemplo, de caminar, correr, nada o pedalear, entre otras que deben realizarse en forma controlada- viene a consolidar la necesidad de replantear campañas de divulgación y reforzar todos aquellos programas destinados a cualquier edad y que sirven para generar un estilo de vida más saludable.

Médicos y entrenadores coincidieron en aludir a las múltiples ventajas que el culto a las actividades físicas ofrece en casos de obesidad, para el sistema ostearticular ((huesos, ligamentos y articulaciones); para la parte muscular (músculos y tendones); como fortalecimiento cardiovascular y respiratorio y para prevenir o disminuir el riesgo de enfermedades tales como cáncer y osteoporosis, entre otras afecciones, además de acelerar el metabolismo basal, disminuye el estrés y sirven, asimismo, para mejorar la autoestima.

Toda esa actividad, añadieron, se potencia cuando se realiza al aire libre, en un contexto paisajístico arbolado, tales como los que, afortunadamente, existen y muchos en nuestra zona. La actividad física sirve, asimismo, para acelerar convalescencias luego de internaciones o intervenciones quirúrgicas.

El problema debe valorarse muy especialmente en el contexto de la pandemia que asoló en los últimos dos años, que obligó a muchas personas a permanecer encerradas largo tiempo y que, efectivamente, afectó a millones de personas obligándolas a seguir tratamientos de recuperación, en situaciones que afectaron y muy profundamente el estado anímico de numerosos habitantes.

En el caso de quienes sufren enfermedades cardíacas, estudios realizados en el hospital universitario John Hopkins Medicine, que analizaron a 11 mil adultos durante 19 años, determinaron que hacer 150 minutos de ejercicio por semana durante al menos seis años consecutivos, o caminar rápido en ese lapso, reduce en más del 30 por ciento la posibilidad de sufrir alguna dolencia cardíaca.

La mala alimentación, el consumo excesivo de comidas ricas en hidratos y carbonos, la adicción a las golosinas y a las llamadas comidas basura, así como el sedentarismo influyen decisivamente, junto a los factores genéticos, en la propagación de la obesidad .

La situación se torna decididamente preocupante si se analizan recientes informes médicos acerca de que cada vez más chicos de corta edad tienen colesterol alto, como consecuencia de la mala alimentación y el sedentarismo.

Está claro que desde las áreas de Salud debieran promoverse distintos programas de prevención sobre estos problemas y, a la vez, de promoción de actividades físicas que se conviertan en un verdadero culto a la vida sana. En esos planes tendrían que impulsarse a la población de toda edad a realizar actividades físicas y a mejorar la calidad nutricional.

 

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