Una derrota que duele desde la vara alta que generó Pipo Gorosito
Edición Impresa | 12 de Julio de 2022 | 02:20

Por FACUNDO ACHÉ
El enojo de los jugadores y la preocupación de los hinchas tras la derrota del domingo en Tucumán se explica desde el buen presente (solo en sueños hace 10 meses cuando comenzó su ciclo) y la mirada hacia arriba, la impronta que le ha dado Gorosito a su trabajo en Gimnasia. Y vale recordar que cuando apenas llegó y habló de objetivos grandes, pocos creyeron. Las miradas apuntaban todas, otra vez, a la tabla de promedios.
Gimnasia jugó mal en Tucumán. No es menos cierto que casi no inquietó a Lampe y el gol madrugador demolió cualquier intención de solidez defensiva. La versión sin intensidad que se vio en el José Fierro impactó por la excepcionalidad: Los hinchas triperos ya se acostumbraron a otra cosa.
Fue un cachetazo para que aquel que no tenga los pies sobre la tierra vea cual es la realidad. Al Lobo no le sobra nada y debe dar el máximo para ganar. A veces, incluso, no va a alcanzar. El fútbol argentino, aún en etapa de mediocridad y desorganización, es competitivo.
Eso, saber que se puede ganar y perder casi contra cualquiera, lo vuelve apasionante. Entonces lo importante es asimilar los golpes y recuperarse lo antes posible. Sumar, que es lo único que importa en la cuenta final. Después, cerquita del final se verá si el acumulado lo pone al Lobo en zona de copas, si le permite soñar o si los objetivos quedaron solo en eso.
Fue caída después de 12 fechas invicto. Hacía 16 partidos que el Lobo no terminaba los 90 minutos sin al menos un grito de gol. Estar desacostumbrado no significa que no pase. El equipo tucumano, que nada tiene que ver con el de hace pocos meses en la victoria tripera 2 a 1, no era fácilmente ganable. En un fútbol sin cucos y con pocos rivales fáciles, los de Pusineri no son ninguna de las dos cosas. Pero, vuelta al inicio - del texto y de las bases del equipo- el Lobo tiene que dar lo máximo. Menos no le alcanza.
Y en esa realidad tangible no puede ni debe perderse de vista que Gimnasia perdió a Cristian Tarragona (el mejor jugador tripero de 2022) y Johan Carbonero. Deberá aprender a reemplazarlos con los pibes que piden pista y con jugadores a recuperar como Franco Soldano, ya que no realizó incorporaciones. No es mentira ni exageración decir que Gimnasia tiene menos que en el torneo pasado.
Por eso, la necesidad de paciencia. No parece ser un momento de cambios sustanciales ni poner a funcionar la trituradora de juveniles. Necesitan tiempo. Los partidos, semanas, meses, quizá años, serán los que digan qué serán en el fútbol Guillermo Enrique, Lautaro Chávez (ambos titulares con ciertos cuestionamientos), Tomás Muro, Benjamín Domínguez y el mismo Matías Miranda. Depende de ellos, seguro. También de no pedir cambios indiscriminados de los que a veces un chico no tiene las herramientas para recuperarse.
Los cambios son ese tema en el que el fútbol moderno nos ha convertido a todos en técnicos. “Que tiene que poner a tal por cual”, “Hace tarde los cambios”, “Se apuró, tendría que haber esperado” son frases de esa polémica en el bar virtual que son las redes sociales. La importancia de los bancos de suplentes es proporcional a la billetera del club. En la pobreza, difícilmente haya un crack sentado al lado del DT. Si, jóvenes. Nadie mejor que quien los entrena día a día para mensurar como están y para qué, si están crudos o hay riesgo de que se les pase el tiempo.
¿Puede cambiar Pipo para el sábado? Puede. Posiblemente toque poco. O nada. El viernes dijo “no somos el Liverpool ni soy Guardiola” en medio de las mieles del invicto. En la derrota, también mantuvo los pies sobre la tierra. La derrota en Tucumán costó tres puntos. Nada más.
Colón, golpeado por ilusionarse de más, es un buen rival para recuperarse y un buen espejo para no creerse más de lo que uno es. El campeonato recién empieza aunque se termine enseguida. Y la Copa Argentina, con el partido frente a Patronato programado para agosto, debe seguir siendo un gran objetivo. Sin mareos. Y sin creer que todo se ha perdido por apenas una derrota justa, sin atenuantes. Pero tampoco sin pagar por ella más de lo que vale: tres puntos.
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