Las señales platenses que indican que la calma en el oficialismo no es lo que parece
Edición Impresa | 21 de Agosto de 2022 | 02:30

Por JOSÉ PICÓN
El arribo de Sergio Massa al ministerio de Economía aportó una dosis de calma al oficialismo. Alcanzó para frenar la disparada del dólar y barnizar con una pátina de esperanza un escenario que para el Frente de Todos asomaba sombrío. Sin embargo, no todo es lo que parece. Las tensiones afloran con mayor o menor disimulo y con mensajes que adoptan distintos formatos.
Decisiones alumbradas desde La Plata marcaron estos días ese panorama. Axel Kicillof fue protagonista central de algunas de ellas. Habría que poner la lupa sobre el nombre elegido por el Gobernador para ocupar el ministerio de Trabajo y auscultar allí el nivel de disputa que se registra en el mundo sindical arropado en el Frente de Todos.
Walter Correa, el nuevo integrante del equipo bonaerense, es un gremialista muy cercano a Cristina Kirchner. Esa relación basta para explicar el perfil del nuevo ministro, un duro que suele tener posiciones críticas respecto de los históricos de la CGT. Ese nombramiento supone enviar un mensaje a los “gordos” cegetistas que a nivel nacional se han transformado en dique de contención para proteger al albertista Claudio Moroni en la cartera laboral frente a las embestidas del kirchnerismo.
El combativo Correa, que reemplazará a Mara Ruiz Malec que pasó a cumplir funciones en la AFIP, se ha transformado en protagonista de una suerte de espejo invertido: Moroni, bancado por la CGT, sigue en Nación. En la Provincia, en cambio, no hay lugar ni decisión para ceder el mismo espacio a sectores sindicales que suelen ser demonizados por el kirchnerismo.
Sobre el fin de la semana se produjo otro hecho sintomático que acaso no haya acumulado la potencia política del nombramiento del nuevo integrante del gabinete de Kicillof, pero que de alguna forma marcó temores y advertencias veladas respecto de las medidas de ajuste que deberá profundizar Massa para cumplir con el acuerdo que el país firmó con el Fondo Monetario Internacional.
Parados en cajas imprescindibles para sus gestiones, los gobernadores que se reunieron el viernes en La Plata no buscaron confrontar directamente con el ministro. Más bien, marcaron una hoja de ruta que, creen, debería seguirse para que el destino político del oficialismo y el de ellos mismos, se vea menos ensombrecido que en el presente.
Hablaron de bajar la inflación, recomponer salarios y mantener el ritmo de las obras públicas eludiendo la cuestión del cómo hacerlo. Son tres ejes que están en el menú de obligaciones imperiosas que desvelan a Massa. El dato político del documento que elaboraron los mandatarios esconde en sus pliegues una señal fuerte: no están cuestionando al nuevo ministro de Economía al que contribuyeron a colocar en ese lugar con el famoso ultimátum que le lanzaron al presidente Alberto Fernández, sino más bien expresando un apoyo condicionado a que el norte de la gestión económica discurra por esos carriles. Alejada, además, de recortes a las provincias que pudieran afectar a sus propias administraciones.
INTERNAS FEROCES
La oposición también transita un camino plagado de obstáculos, agigantados por internas feroces, denuncias y sospechas cruzadas.
El desparramo que generó la lengua denunciante de Elisa Carrió sigue haciendo ruido en Juntos por el Cambio. Hay dirigentes que fueron apuntados por Lilita que miran hacia los costados en busca de determinar de qué campamento le llegó la balacera, como si la fundadora de la Coalición Cívica fuera el brazo ejecutor de una decisión urdida por algún otro pope partidario.
Uno de ellos es Cristian Ritondo, que en el medio de la refriega política una jueza de San Isidro le terminó apuntando a algunos de sus colaboradores en su paso por el ministerio de Seguridad, por su presunto vínculos con acusados por narcotráfico.
Las críticas de Carrió sobre la supuesta connivencia de un abanico de integrantes de Juntos por el Cambio con Massa, son compartidas por Mauricio Macri. Si bien el ex presidente se cuidó de no salir a avalar esos dichos para no tensar aún más la cuerda, piensa parecido. Al menos, en lo que se refiere a la posible incorporación de sectores del peronismo.
Macri está transitando la Provincia un poco por necesidad y otro poco para robustecer el posible sueño del retorno. El apremio del ex presidente pasa por evitar que se terminen consolidando dentro del PRO las propuestas que encarnan Horacio Rodríguez Larreta y Patricia Bullrich. Sus chances dependerán de otros factores como que pueda mejorar su imagen frente al electorado, pero también de que su propio partido no termine por consagrar como indiscutibles a las otras dos ofertas que están en la cancha.
En esa carrera de obstáculos, trabaja en moldear el formato que, a su juicio, debería tener un futuro gobierno de la actual oposición y hasta puso como ejemplo de una mala gestión a la que lideró el cocinero Martiniano Molina en Quilmes, de la mano, justamente de Cambiemos. Buscó advertir aquello de seleccionar los ingresos a la coalición opositora. Nadie parece pecar de inocente: seguramente a Macri no se le escapó que Molina busca volver al poder municipal con el auspicio de Rodríguez Larreta.
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