Estimado lector, muchas gracias por su interés en nuestras notas. Hemos incorporado el registro con el objetivo de mejorar la información que le brindamos de acuerdo a sus intereses. Para más información haga clic aquí
Exitoso director de cine, teatro, opera y televisión, y también viajero del mundo, recuerda los años de oro del lugar donde nació hace 83 años. Los inmigrantes, entre ellos los de su propia familia, el tranvía 25, la Orquesta de Señoritas, y los inicios de su pasión por el arte
Ricardo Castellani
rcastellani@eldia.com
En su departamento porteño de la avenida Callao, decenas de estantes cobijan a centenares de libros. Y sobre repisas y muebles, cuidados portarretratos muestran imágenes que, de una u otra manera, están ligadas a su Berisso natal, y a un pasado que, como él mismo dice, “me permitió ver pasar la historia desde la ventana de mi casa”.
Oscar Barney Finn es un hombre de mundo. Docente, guionista, productor y director de Cine, Teatro, Televisión y Ópera, vivió en París, fue becado por los gobiernos de Francia y Estados Unidos, es ciudadano irlandés y como tal miembro de la Comunidad Europea, además de haber recorrido un sinnúmero de ciudades de todo el planeta. Sin embargo, en él Berisso siempre está presente.
“Es que allí están mis raíces y mis recuerdos – dice - y un pasado familiar y afectivo que aún hoy, a mis 83 años, continúo investigando, porque yo provengo de una ascendencia irlandesa por rama paterna, y vasca y gallega por la materna, en definitiva de una historia de inmigrantes como las de tantos otros que hicieron a la historia de Berisso”.
Bernardo Antonio Finn, su padre al que todos llamaban “Barny”, había nacido en Mercedes, hijo de Thomas Finn, quien había nacido en Irlanda y había llegado al país allá por 1880, “porque los irlandeses en aquella época se habían radicado en la provincia de Buenos Aires, en la zona de Mercedes, Suipacha y Luján. El abuelo Thomas tuvo 8 hijos, cuatro varones y cuatro mujeres, pero por alguna razón le fue económicamente mal en Mercedes, y se vino a trabajar a los saladeros en Berisso, a principios del siglo pasado, y allí podría decirse que comienza mi historia, a la que sigo investigando, porque para eso viajé varias veces a Irlanda, para encontrar mis raíces”.
LE PUEDE INTERESAR
El sorprendente final del difícil caso de los amantes de 72 minutos
LE PUEDE INTERESAR
Ante la llegada del calor, renuevan tareas para prevenir el dengue
Esa fuerza para hurgar en el pasado, lo llevó a Oscar, cuyo segundo nombre es Barney, a rastrear la historia de los Finn en Irlanda y hasta llegar a una casa ubicada en el condado de Westmite, en la ciudad de Ballymore, en el centro de Irlanda, que perteneció a su bisabuelo.
“En mi búsqueda me ayudó mucho un embajador de Irlanda en Argentina, llamado Bernard Davenport, y un escritor que había investigado sobre la vida de los irlandeses en Argentina, en una obra que escribió en gaélico, que me acercaron a mapas, campos y hasta a datos de un censo de 1911. Así conocí a un familiar llamado John Finn, quien cuando llegué me esperaba en el aeropuerto, y luego a otro llamado Michael Finn, quienes me permitieron ir armando un mapa afectivo y llegar a esa casa, que estaba destruida, pero de la que me traje una piedra que conservo con mucho afecto”.
Esa búsqueda de los orígenes familiares continúa hasta el día de hoy “porque también está la rama materna – se entusiasma – que si bien es de origen español, muchos de sus integrantes ya estaban radicados en Ensenada inclusive desde antes de que existiera La Plata. Y en eso me están ayudando mis sobrinos nietos, que también están interesados en la historia familiar, Felipe, Santiago y Julián, hijos de mi sobrina Julieta, que es la hija de mi hermano Héctor Eduardo Finn, que es cinco años menor que yo y que sigue viviendo en La Plata”.
Oscar Barney Finn ama a la ciudad de Buenos Aires, dice haber disfrutado enormemente de la ciudad de La Plata, pero ubica a su sentido de pertenencia “en aquel Berisso que tenía una fuerza arrasadora”.
“Yo nací el 28 de octubre de 1938 en una casa de la calle Valparaíso, en el número 368, donde viví hasta los 4 años, y luego nos mudamos a Villa Argüello, a la calle 60 y 123, y mis tías vivían en Montevideo y Leveratto, cerca del Cine Progreso. Así que tanto para ir a visitarlas como para ir a La Plata, nos manejábamos con el tranvía 25. Me acuerdo que cuando yo era muy chico, mientras esperábamos que el tranvía diera la vuelta, yo escuchaba el sonido que escapaba del club Sportman, donde actuaba una orquesta de señoritas. Era un grupo que integraban mujeres que tocaban el bandoneón, piano y violín, con una cantante, que acompañaban con su música las reuniones sociales en el Sportman. Yo no podía entrar allí porque era para gente grande, pero escuchaba fascinado aquellos tangos y otras canciones que las señoritas interpretaban mientras esperábamos el tranvía”.
“Berisso tenía una vida increíble, los frigoríficos, la Hilandería, la Petrolera...”
De aquellos tiempos berissenses, Barney recuerda como si fuera ayer “al oratorio San Miguel; a la quinta de los Dresta, donde íbamos a comprar verduras; a la farmacia de los Zorzi, donde Teresita daba clases de piano; a la confitería Beloqui; al club Trabajadores de la Carne, donde vi actuar por primera vez a ´Los Cinco Latinos´; y al Centro de Estudiantes y Egresados, el Ceye, que fue una parte importante donde transcurrió mi primera infancia y adolescencia”.
Mientras tanto, la escuela primaria transcurriría en la Nro 29 Martín Güemes, “en 123 entre 60 y 61, casi en frente de mi casa, en un barrio de vecinos en el que todos se conocían, incluidas las maestras que nos daban clases, y que cuando yo no iba por estar enfermo o algo así me saludaban por la ventana, con casas sin llaves, un mundo muy distinto al de hoy. Y cuando digo que desde allí veía pasar la historia, me refiero también a aquel tranvía 25 en el que, entre otras cosas, veía pasar los vagones cargados de gente de aquel 17 de octubre de 1945”.
Llegaría después el tiempo “de ponerse los pantalones largos, que era algo real, porque los chicos nos poníamos los largos cuando se terminaba la primaria, para el ingreso al secundario. Yo lo hice en el Colegio Nacional de La Plata, y ya ingresaba a otro mundo, donde todo era distinto, lo que significó para mi un gran cambio. Sin embargo, siempre seguí ligado a Berisso”.
En aquellos tiempos, Barney transitaba entre sus estudios en La Plata y la vida social en Berisso, especialmente de la mano de una de sus tías, amante del cine, con quien veía películas que lo fascinaban en el cine Progreso.
“A papá también le gustaba el cine, y siempre me hablaba de películas que lo habían impactado, como ´Sangre y Arena´, con Tyron Power; ´Pelota de Trapo´, con Armando Bo, porque a papá le gustaba mucho el fútbol y de hecho jugó en el club Estrella de Berisso; y ´Beaugespe´, con Gary Cooper, que trataba sobre una historia de hermanos en la Legión Extranjera. Todo eso fue alimentando mi pasión por el cine, aunque ya de chico me la pasaba inventando historias y situaciones, y en la primaria actuaba siempre en todos los actos escolares”.
De aquella época, Barney recuerda que “Berisso tenía una vida increíble, los frigoríficos Swift y Armour, la Hilandería, la Petrolera...papá ya trabajaba en el Armour y yo tengo recuerdos del gran comedor que tenía, de los barcos internacionales que salían del Puerto La Plata, y todavía conservo algunas cosas que son muy caras a mis sentimientos, como los telegramas que sus compañeros le mandaron a papá por mi nacimiento, regalos de cuando se casó con mamá – Blanca Rosa García Aberastegui, que era jefa en la compañía de teléfonos, cuando no eran automáticos y las características eran Paz, Rocha y Tacuarí -, o las cajas de unos helados de casatta que se hacían en el Armour y que eran inolvidables”.
Mientras en su departamento de Callao los objetos de aquel pasado siempre están presentes, en la memoria de Oscar Barney Finn los recuerdos se amontonan a la hora de hablar de Berisso.
“En los años 50 había una gran vida social – asegura – en pocas cuadras estaba el bar de los Piccinelli y el de los Bruzone, pero también el bar de Muro y el de Tyrrel, que luego se transformó en el Club Social: el club Bernardino Rivadavia, que se quemó, y fundamentalmente el Sportman, que dominaba la escena. Eran pocas cuadras que conformaban un círculo sobre la avenida Montevideo, y así todos terminábamos dando ´la vuelta del perro´ cuando se salía”.
“También – cuenta – estaban los bailes que se hacían en el cine Progreso, a los que llamaban ´el baile de los guardapolvos´, y hasta el frigorífico Armour tenía un club al que fue a tocar Canaro. Había también un lugar en el que los domingos pasaban películas, sobre la 122, donde después funcionó ´El Rancho de Goma´, donde vi ´Escuela de Sirenas´, con Esther Williams”.
Ya el cine estaba tan prendido en la vida de Barney, que siendo aún muy joven se le ocurrió hacer en Berisso un Cineclub.
La escuela primaria transcurriría en la Nro 29, Martín Güemes, en 123 entre 60 y 61
“Yo había terminado el secundario y no sabía que carrera seguir. Lo único que sabía era que me gustaba el cine y viajar a Buenos Aires, por las películas, así que me anoté en la UBA para estudiar odontología, que en la UNLP no había. Por esos años había un cineclub en La Plata que funcionaba en el Select, y Alfredo Linares, Harold Tejeiro e Iván Etcheverry me ayudaron mucho para hacer uno en Berisso, y tuvimos tanto éxito que en poco tiempo logramos contar con 500 socios. Hacíamos vidrieras alegóricas, contratamos un ´hombre sandwich´ para la promoción, buscábamos películas por todos lados y nos juntábamos en el Club Social con Juan Carlos Cruz, que era primo de Lito y tan fanático como yo, como que esperábamos al diariero por las revistas de cine que contaban sobre los actores, junto a registros de afiches y fotos, y al final, para mí, Odontología terminó siendo una excusa para ir a Buenos Aires a conseguir películas. A la carrera la dejé, pero pasó que en Buenos Aires vivía otra tía, Nelly Finn, que me hizo conocer el teatro, y así vi a Delia Garcés en ´La Espada´, a ´Los Árboles Mueren de Pie´ en el Odeón, con Ernesto Bianco y Nelly Meden, y también mucha Opera”.
Con el tiempo, aquel Cineclub de Berisso sería todo un suceso, con el paso grandes de figuras
Con el tiempo, aquel Cineclub de Berisso se convertiría en todo un suceso por el que pasarían, como jurados o invitados, figuras como Tomás Eloy Martínez, María Vaner, Duilio Marzio, Emilio Alfaro, Walter Vidarte, María Rosa Gallo, María Elena Walsh o Ernesto Sábato. “En toda aquella movida, – remarca Barney – Berisso también aportó grandes actores a la escena nacional, como Federico Luppi, Lito Cruz o Juan Manso”.
Después, la vida de Oscar Barney Finn transitaría por caminos más conocidos, con cursos en la Escuela de Cine de París y en el Teatro de Las Naciones; como profesor en distintas escuelas y universidades; como Presidente de la Asociación de Directores de Cine, o como jurado de los Festivales de Biarritz y Mar del Plata. Y también, claro, con su filmografía, que comenzó en 1974 con “La balada del regreso”, con Ernesto Bianco, Julia von Grolman y Elsa Daniel; que siguió en 1978 con “Comedia Rota”; “Más allá de la aventura” en 1980; “De la Misteriosa Buenos Aires” en el 81;
“Contar hasta diez” en 1985; “Cuatro caras para Victoria” o “Momentos robados” en el 89, habiendo dirigido a actores como Oscar Martínez, Héctor Alterio, Olga Zubarry, China Zorrilla o Eva Franco, entre tantísimos otros.
Y el teatro, donde dirigió, entre muchas otras, obras como “Oh querido Tennessee”, “Cartas de amor”, “Eva y Victoria”, “Las últimas lunas”, o “La reina de la belleza”, junto a actores y actrices como Alejandra Boero, Bárbara Mujica, Luis Brandoni, Graciela Borges, Rodolfo Bebán, Claudio García Satur, o Thelma Biral, por citar algunos.
También la televisión, donde dirigió producciones de las que participaron figuras como Alfredo Alcón, Inda Ledesma, Soledad Silveyra o Miguel Angel Solá, o la Opera, donde él destaca especialmente a “´La Traviata´, que montamos en el edificio nuevo del Teatro Argentino de La Plata, donde disfruté a Paula Almerares”.
Y este presente que lo encuentra, a sus 83 años, trabajando en los ensayos para una nueva puesta que presentará en el teatro “El Tinglado”, de una autora irlandesa. “Ensayamos todos los días – cuenta – porque tenemos estreno el 15 de septiembre, con actores que no son tan conocidos pero que son muy buenos, como Cecilia Chiarandini, Pablo Mariussi, Alexia Moyano y Diego Mariani. Yo vivo planificando permanentemente, y me sigue excitando planificar una obra, además de nunca dejar de tener algo para hacer”.
Las noticias locales nunca fueron tan importantes
SUSCRIBITE
ESTA NOTA ES EXCLUSIVA PARA SUSCRIPTORES
HA ALCANZADO EL LIMITE DE NOTAS GRATUITAS
Para disfrutar este artículo, análisis y más,
por favor, suscríbase a uno de nuestros planes digitales
¿Ya tiene suscripción? Ingresar
Básico Promocional
$120/mes
*LOS PRIMEROS 3 MESES, LUEGO $2250
Acceso ilimitado a www.eldia.com
Full Promocional
$160/mes
*LOS PRIMEROS 3 MESES, LUEGO $3450
Acceso ilimitado a www.eldia.com
Acceso a la versión PDF
Beneficios Club El Día
Diario El Día de La Plata, fundado el 2 de Marzo de 1884.
© 2024 El Día SA - Todos los derechos reservados.
Registro D.N.D.A Nº RL-2019-04027819-APN-DNDA#MJ Propietario El Día SAICYF. Edición Nro. 6986 Director: Raúl Kraiselburd. Diag. 80 Nro. 815 - La Plata - Pcia. de Bs. As.
Bienvenido
Estimado lector, muchas gracias por su interés en nuestras notas. Hemos incorporado el registro con el objetivo de mejorar la información que le brindamos de acuerdo a sus intereses. Para más información haga clic aquí
Ante cualquier inconveniente durante el inicio de sesión, por favor escribanos a sistemas@eldia.com
Bienvenido
Estimado lector, con sólo registrarse tendrá acceso a 80 artículos por mes en forma gratuita. Para más información haga clic aquí
DATOS PERSONALES
Ante cualquier inconveniente durante el inicio de sesión, por favor escribanos a sistemas@eldia.com
¿Querés recibir notificaciones de alertas?
Para comentar suscribite haciendo click aquí