El cariño de un país: cómo fue el adiós a Carlitos

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“Aquí llegó Balá, Balá, Balá”, cantaban miles de fanáticos ayer, entre la emoción y la risa que siempre promovió el humorista, en las puertas de la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires, donde fue velado Carlitos Balá ayer.

Una despedida que muchos de los presentes necesitaban hacer. “Yo dejé el chupete por Balá”, decía uno de los presentes, mientras otro lo abrazaba. Un hombre mostraba su tatuaje de Balá, mientras otros revelaban, en el fondo de su celular, una foto con el ídolo. Reinaba una alegría triste, melancólica, en las afueras de la Legislatura, mientras dentro, en el Salón Juan Domingo Perón, pasaban seguidores, algunos famosos y, claro, su familia, a despedirlo, a agradecer las risas y a descargar algunas lágrimas.

Es que Balá tenía 97 años, pero su muerte fue sorpresiva: activo hasta recientemente, el humorista se sintió mal el jueves y fue internado. En principio, en observación, con pronóstico reservado. Pero Balá no pudo sobreponerse a su descompensación.

“Estamos devastados pero unidos y así se fue él, con la familia unida y mucho amor”, contó su nieta, al confirmar la noticia de su fallecimiento. Junto a ella estuvo desde la primera hora del velorio Martha Venturiello, su mujer: antes de que comenzara a ingresar el público, los familiares tuvieron cerca de una hora para estar solos en la capilla ardiente, a puertas cerradas. Allí se acercaron varias figuras del espectáculo marcadas por Carlitos, entre ellas Laura Franco, Panam, quien trabajó junto al humorista los últimos años, concurrió a despedirlo. Se la vio muy conmovida.

No faltaron, claro, las banderas de su querido Chacarita. También coronas de flores de la Asociación Argentina de Actores, del Ministerio de Cultura porteño y Sadaic.

Pero el protagonismo fue de los suyos, sus seguidores, de todas las edades, que siguieron llegando de a cientos hasta las 21, hora en que se cerraron las puertas. “Lo conocí cuando tenía ocho años, estaba haciendo una obra de teatro en Quilmes, fui con mi madre y participé de un juego en el escenario. Creo que es parte de la Argentina, de un pedacito de cada uno y merece ser despedido”, contó Carolina (44), una de las primeras en formar fila.

“Soy de Jujuy, lo conocí allá cuando era muy chiquita. Fui con mi mamá cuando él entraba a un estadio. Después lo seguí por las películas. Me saco el sombrero, era una gran persona, venimos a despedirlo como se merece”, contó Vilma (54), quien también era una de las primeras de la fila, y llegó cerca de las 13.30, dos horas antes de que se abrieran las puertas. Más tarde llegó Walter (53), llevando en la mano su último chupete y vistiendo una camiseta del Club Atlético Chacarita Juniors. “Era mi mayor ídolo, antes de cumplir 50 años me saqué una foto con él en la cancha de Chacarita, ese fue el mejor regalo”, dijo.

En la capilla ardiente, alrededor del féretro, muchas personas dejaron flores; Walter dejó un chupete en el que escribió su nombre y su edad: durante la década de 1980, muchos niños dejaron sus chupetes en el chupetómetro, un gran cilindro transparente que era parte del programa de televisión “El Show de Carlitos Balá”, con el que el artista intentaba ayudar a los más pequeños a desprenderse de ese objeto y superar una etapa.

A la avenida Diagonal Sur también llegó esta mañana, de la mano de la comunidad “Colectivos del ayer”, una antigua unidad de la línea 39 de colectivos, que tenía una de sus cabeceras en Chacarita, el barrio de Balá. En esa línea, el comediante dio sus primeros pasos cuando era muy joven, haciendo reír a los pasajeros; además, era amigo de los choferes, con quienes se reunía en el bar “El Volante”. La unidad que llegó a las puertas del velatorio tenía escrita en su parte trasera la frase “un kilo y dos pancitos”.

 

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