Las frecuencias de verano y las esperas interminables en las paradas de micros
Edición Impresa | 13 de Enero de 2023 | 00:35

Ocurre en casi todos los veranos y muchas veces en algunas otras épocas del año: la falta de micros y de buena información sobre las frecuencias que rigen el paso de los colectivos. Un informe publicado ayer por este diario, puso en evidencia las largas esperas que soportan en las paradas los usuarios de ómnibus de nuestra zona, sumadas a la incertidumbre de no saber, siquiera, cuándo llegará finalmente la unidad de transporte que los lleve a sus trabajos, a sus casas o a otros destinos.
Las quejas y el malhumor se acentúan por la combinación de esos factores negativos con la puesta en vigencia recientemente de un nuevo aumento de tarifas. Si bien desde la Municipalidad sólo se indicó el dato de que las líneas cuentan con una disminución del 15 por ciento en sus frecuencias de paso, en la realidad de la calle parece mucho más elevado el porcentaje, sobre todo en horas de la noche y la madrugada.
Es sabido que a partir de los últimos días de cada diciembre la movilidad de personas decrece -entre otros motivos por la culminación de los ciclos lectivos en escuelas y facultades, así como por el inicio de la temporada de verano-, aunque desde luego que siguen siendo muchos los vecinos que necesitan del transporte público para cumplir con sus obligaciones cotidianas.
En esta oportunidad, tanto las empresas locales de micro como las interurbanas, que dependen de Provincia, declinaron aportar información sobre los porcentajes de unidades que mantienen en circulación. La respuesta tangible a estos interrogantes la dan las paradas de micros, colmadas por personas que esperan al micro mucho tiempo, a veces hasta más de una hora. Tampoco la gente conoce dónde puede realizar los reclamos correspondientes.
Tal como dijeron al ser entrevistados, los vecinos señalaron que las aplicaciones en los celulares, que se utilizan como guía para detectar los recorridos y tiempos de espera, ofrecen informes alejados de lo real. Mucha gente pierde el presentismo en sus trabajos por estas demoras. Y además existe desconcierto sobre los itinerarios que utilizan en esta época algunas líneas.
De todos modos, lo que corresponde decir es que carece de toda justificación que se le permita a las distintas líneas concesionarias reducir sus frecuencias al punto de obligar a los pasajeros a esperas que resultan largas y hasta angustiosas, sobre todo cuando ello ocurre en horas nocturnas y de la madrugada.
El servicio de colectivos es público y debe prestarse, inexcusablemente, con regularidad, a lo largo de los doce meses, cumpliéndose además en forma puntillosa con las demás condiciones de la concesión.
La del transporte de pasajeros es una actividad comercial no diferente a otras, sometida como todas a los vaivenes propios de las leyes de la oferta y la demanda.
Y es verdad que ni siquiera las actividades comerciales, que no tienen ningún sesgo de servicio, someten a sus clientes a cambios tan drásticos por situaciones circunstanciales que puedan afectar su ecuación económica.
Ninguna excusa financiera o funcional de las empresas justifica que un pasajero deba esperar una hora el paso de un micro o que éste, cuando finalmente llega, no se detenga en las paradas. Al margen de la consistencia de los eventuales factores que puedan invocar las empresas, se debería dar por descontado que no son los pasajeros quienes deban sufrir los perjuicios los perjuicios directos que supone la reducción de frecuencias.
Lo que está en juego es la eficacia de un servicio público, que es imprescindible para garantizar una buena calidad de vida de la población. Y para asegurar esto, existen los organismos provinciales y municipales pertinentes.
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