La Plata, ciudad abierta para el aluvión de grafitis que cubren sus paredes
Edición Impresa | 7 de Marzo de 2023 | 05:42

Una recorrida por distintos barrios de la Ciudad permitió corroborar, una vez más, que la mayoría de los frentes de propiedades privadas, así como de edificios gubernamentales y monumentos, están cubiertos por leyendas y dibujos inscriptas con aerosoles, sin que exista un freno de las autoridades para quienes así dañan los bienes de terceros y el patrimonio público.
Tal como se dijo en el informe publicado ayer en este diario, no importa si se trata de paredones, frentes de casas o locales comerciales, ya que cualquier espacio es el blanco ideal de los vándalos que aerosoles en mano recorren las calles cada noche. Y, como se ha dicho, tampoco quedan a salvo los pedestales de monumentos públicos y otros bienes de gran valor histórico, artístico o pecuniario. Los supuestos creativos deciden en qué lugar dejarán sus “producciones”, sin que por lo visto exista un freno que los detenga.
Numerosos vecinos ofrecieron detalles sobre los muy altos costos que implica limpiar sus frentes y, asimismo, que los afrontan a sabiendas de que en pocos días más volverán a aparecer las leyendas y los dibujos, algunos de ellos, además, de pésimo gusto y con inscripciones groseras.
Desde la Municipalidad se aseguró que se realizan seguimientos con las cámaras de seguridad existentes en distintos puntos estratégicos y informó que, en base a los videos, pudieron identificarse y demorar a unas catorce personas, “detenidas infraganti cuando vandalizaban la Piedra Fundamental, el Monumento al Tambor de Tacuarí y la Glorieta de plaza San Martín, entre otros monumentos y espacios públicos pintarrajeados.
En rigor no hay superficie de la Ciudad, del mobiliario urbano e inclusive de los cordones y calles que no quede exento de las pintadas, muchas de ellas plagadas de frases inconexas. Se habla, inclusive, de que algunos trazos reflejan “informaciones” crípticas que se transmiten entre delincuentes. Los bancos de plaza, los monumentos, los semáforos y demás señales ciudadanas, todo sirve de pizarrón para quienes, por lo general, en horas nocturnas dan rienda suelta a una suerte de “creatividad” ciertamente discutible, que arruina todo lo que encuentra a su caso.
La acción “grafitera” en estos días, lejos de acabar y se multiplica. Vivienda tras vivienda, ya sean casas baja, de dos plantas o edificio de altura, aparecen intervenidas por las típicas pintura con aerosol y todavía con brochas, con pinturas o alquitrán. Puertas principales, muros, portones o persianas, los “creativos” encuentran siempre superficies disponibles para dañarlas. Ahora en numerosos barrios también los postes de los servicios públicos, los frentes y hasta los cordones sirven para intentar demostrar, a través de la fijación de leyendas y colores rituales, si ese barrio es de Estudiantes o de Gimnasia.
Si bien la modalidad más dañina la constituyen las inscripciones con aerosoles, la mayoría de ellas indelebles, que obligan a una costosa reparación, también la pegatina de carteles resulta nociva cuando no se ajusta a las especificaciones contenidas en las reglamentaciones vigentes.
Por lo demás, se está atentando permanentemente contra bienes ajenos y contra principios estéticos que son comunes a la Ciudad, de modo que resulta imperioso poner término al capricho personal de algunos pocos, que se creen autorizados para causar esos perjuicios, y hacerlo a través de una rigurosa fiscalización de la actividad y la consiguiente prohibición de afectar espacios que deben permanecer ajenos a tan lamentable aluvión de grafitis.
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