Violencia narco en Rosario: un anuncio tardío que busca restaurar el liderazgo presidencial
Edición Impresa | 8 de Marzo de 2023 | 04:33

Mariano Pérez de Eulate
mpeulate@eldia.com
Puede sonar algo ruin, pero hasta ahora el Gobierno venía surfeando el problema de la violencia por el narcotráfico en Rosario porque lo tenía como encapsulado en Santa Fe. Era un “tema provincial”, digamos. Pero la amenaza a Lionel Messi, tal vez la persona más popular del mundo, generó un efecto expansivo, como una mancha venenosa cuyo tinte llegó finalmente a la Casa Rosada.
Después de derrapes iniciales (“Algo habrá que hacer”), el presidente Alberto Fernández salió ayer a mostrarse como un líder que toma decisiones anunciando en un discurso grabado, muy cuidado en el tono, una serie de medidas focalizadas en Rosario. Que seguramente serán aplaudidas por el gobernador peronista Omar Perotti, que hace años ruega por un mayor compromiso desde la Nación. Hubo que llegar a la terrorífica cifra de un muerto por día bajo las balas narco para avanzar con algo más que el envío esporádico de gendarmes.
Aunque bienvenidas, las medidas llegan tarde. ¿O qué otra cosa puede sentir la gente que protagonizó esa suerte de pueblada hiper riesgosa, con la idea de la Justicia por mano propia, rompiendo un par de bunkers de droga como respuesta irracional, enojada, a la muerte del pibito de 11 años -Máximo Geres- fulminado por un disparo?
En el medio, el ministro de Seguridad, Aníbal Fernández, reconoció la batalla perdida contra el narcotráfico. Esta última es una palabra que le cuesta pronunciar al Presidente: prefiere decir “crimen organizado”, un término más general, menos “linkeable” a lo que ha pasado en Colombia o en México. Espejos donde los oficialismos argentinos prefieren no mirarse.
El tiempo que se tomó Alberto para anunciar sus medidas también le sirvió a Horacio Rodríguez Larreta, por ejemplo, para mostrarse en Rosario en actitud presidencial, de campaña encubierta, avisando que él puede hacerse cargo de la problemática llegado el caso. Puede ser condenable la especulación del alcalde porteño, pero ¿qué esperar en un año electoral, especialmente definitorio?
Rápida para esculpir día a día su perfil de dura -bajo la creencia de que eso es lo que demanda en este momento la sociedad- la otra precandidata presidencial PRO, Patricia Bullrich, enseguida salió a avisar que en un eventual gobierno suyo el narcotráfico se combatirá con la intervención de las Fuerzas Armadas. María Eugenia Vidal y Cristina Ritondo, diputados nacionales ambos, presentaron proyectos para modificar la legislación vigente y posibilitar las incursiones militares en territorio nacional, al estilo de lo que pasó en las favelas de Brasil.
En cierta forma, estas reacciones opositoras hicieron que una parte central del anuncio de Fernández también pueda leerse como una respuesta con cierto “delay”.
Porque el Presidente, en efecto, avisó que además de reforzar la zona con efectivos de las fuerzas de Seguridad nacionales, enviará a hombres del Ejército a Rosario para “participar de la urbanización de barrios populares”. Aclaró: “Son tareas subsidiarias contempladas en la Ley de Defensa Nacional”. A no esperar, pues, redadas ni una invasión de profesionales pertrechados: irán sin armas, según se encargaban de explicar anoche fuentes oficiales. Ingenieros militares.
Un tema incómodo
Es un tema incómodo para Alberto. Primero, porque por ley las fuerzas armadas no pueden actuar en seguridad interior. Segundo porque, en términos ideológicos, lo pone en tensión con el ala más dura del kirchnerismo, la que se autopercibe como más de izquierda.
En el Gobierno confesaban ayer que, luego del mensaje grabado, se deslizó intramuros algún grado de incomodidad de voceros oficiosos del Instituto Patria. Se habrían iniciado, además, conversaciones reservadas entre funcionarios nacionales y representantes de organismos de derechos humanos -la mayoría, afines al cristinismo- para explicarles a éstos los alcances del desembarco de militares en Rosario y porqué la ley de Defensa Nacional lo permite (artículo 33º). En definitiva, que Alberto no se está “derechizando”.
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