La falta de agua, un agravio a derechos esenciales y a la calidad de vida de la Región

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Opinión Editorial

Se conoce que desde hace muchos años la Ciudad y su dilatada periferia sufrieron penurias por la falta de agua en una o varias jornadas, pero nunca como ahora se había visto que este verdadero flagelo –agravado por una también inédita sucesión de días y olas de calor, así como por la duración del período de sequía que afecta a las napas- se extendiera por tanto tiempo y afectara de ese modo a centenares de miles de vecinos. Ciertamente, se ha llegado a un extremo crítico, en el que sólo cabe la toma de medidas inteligentes y eficaces por parte de las autoridades responsables.

Anteayer tuvo lugar también una ruidosa protesta de los pobladores en frente a la Casa de Gobierno. Por el hartazgo ante un servicio que no les llega a miles de usuarios, o que llega a cuentagotas en horas nocturnas, tuvo lugar también esta infrecuente manifestación.

Cabe recordar que hasta ahora las protestas se concretaban en los barrios afectados, pero en esta oportunidad fueron vecinos de distintas localidades y barrios los que se concentraron en la céntrica plaza San Martín.

Del reclamo participaron usuarios de ABSA de Villa Elvira, Tolosa, Gonnet, City Bell, Villa Elisa, Barrio Autonomía, Barrio Universitario de Berisso, Barrio Hipódromo, Ringuelet, Villa Castells y Barrio Vareadores, entre otros. Cada zona con su cartel de protesta, las consignas giraron en torno a la falta de respuestas de ABSA a sus demandas: “Sin agua no hay vida”, “Después de 5 meses queremos agua”, “Pagamos el aumento y no tenemos agua”, decían algunas de las pancartas.

Tal como ocurrió en fechas recientes en distintos vecindarios (y en algunos de esos casos sigue sucediendo en Gonnet)), en las últimas jornadas, en una esquina céntrica de City Bell fue instalado un camión aguatero de la empresa que brinda el servicio esencial, para abastecer los bidones que acercan los pobladores privados por completo de agua corriente desde hace más de dos semanas.

Los poceros en la periferia andan de parabienes, extendiendo la profundidad de tres a cuatro pozos domiciliarios por día, de modo de poder llegar hasta el acuífero Puelche.

Eso en el mejor de los casos constituye una solución, ya que, en ocasiones, muchos vecinos se encuentran con la ingrata noticia de que sus bombas, al haber trabajado al vacío, se quemaron y entonces corresponde otro tipo de tareas cinco veces más costosas que la de añadir caños a las perforaciones. Se habla en este tipo de eventualidades de sumas cercanas a los 500 mil pesos.

Los técnicos en estos trabajos y otros especialistas insisten en que el problema se resolvería modernizando y ampliando a la Planta Potabilizadora de Punta Lara, cuya capacidad operativa estaría al límite.

En su reemplazo, dicen, la empresa ABSA estaría intentando multiplicar en el distrito la cantidad de pozos extractores, algo que en definitiva contribuiría a hacer bajar aún más a las napas y no remediaría la escasez de agua. De este modo se seguiría con la “política del parche”.

Se ha dicho ya muchas veces, además, que las cañerías –tanto las grandes como las que integran las redes de distribución- estarían obsoletas, ya que son metálicas y sufren procesos de oxidación y de incrustaciones interiores, que disminuyen, sea por pérdidas o por angostamientos de los caños, los flujos domiciliarios.

También corresponde recordar que estos problemas se están viviendo a escasa distancia de una de las reservas de agua dulce más grandes del planeta, como lo es el inmenso estuario del Río de la Plata.

Sólo una gran falta de inversiones oportunas para ir renovando la estructura del sistema puede explicar semejante estado de situación.

Lo concreto es que la población no merece en modo alguno sufrir semejante calvario y que, privarla de agua como está ocurriendo, constituye un verdadero agravio a sus derechos y a la calidad de vida.

 

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