El súbito despertar del dólar, otro golpe a las chances del Frente de Todos

Alberto Nofel

El oficialismo se asoma a la inevitable etapa de las definiciones electorales en medio de un escenario de enorme complejidad. La disputa política entre el Presidente y el kirchnerismo permanece intacta pese a los intentos por encontrar ciertos canales de diálogo que, aún en un escenario de Paso, aplaquen ánimos y exhiban alguna dosis de certidumbre. La economía tampoco da respiro: diversas proyecciones señalan que la Argentina va camino a un escenario de recesión con inflación altísima, lo que supone un inevitable aumento de la pobreza y la exclusión. En ese contexto, el súbito despertar del dólar no hace más que aportar un elemento más a los pesares oficiales.

La administración de Alberto Fernández venía, aún con tropiezos, evitando que el billete verde pegara una estampida. De hecho, tanto en 2021 como en 2022 su cotización quedó debajo de la inflación. Pero de repente se despabiló y volvieron los temores en el sentido de que el Gobierno deba afrontar el proceso electoral en el peor de los mundos.

Claramente se trata de un escenario no deseado por el Frente de Todos. Acaso recordando lo que lo ocurrió a Mauricio Macri, si se esperaba un salto del dólar era para después de las Primarias de agosto y en el caso de que el oficialismo sufriera una derrota que prácticamente sellara su salida de la Casa Rosada el 10 de diciembre. La cuestión es que la inestabilidad cambiaria se adelantó y agarró a la dirigencia oficialista en medio de una disputa política intestina que tampoco ayuda a calmar los ánimos y generar expectativas favorables.

La precariedad de lo efímero alcanza para entusiasmos módicos. Como los que generó la no menos feroz disputa que se libra en Juntos por el Cambio. El Gobierno estaba viendo una oportunidad para remontar vuelo observando con atención cómo el PRO no logra parar la hemorragia que sigue desangrando a la coalición opositora. Sobrevuela en algunos despachos de la Casa Rosada la idea-deseo de que a este ritmo de confrontación en la vereda de enfrente, podría por terminar de abrir un escenario impensado: que el candidato que surja de la alianza macrista-radical se quede afuera del ballotage. El sueño de un mano a mano entre el candidato oficialista y Javier Milei aparece como una escenario ideal para el peronismo aunque, hoy por hoy, poco probable. Le permitiría calzar justo con el discurso en contra de la derecha, focalizar al “enemigo” y azuzar con la idea ya lanzada de que la derecha viene por los derechos de los trabajadores.

Nada es tan simple ni tan lineal. En primera instancia, porque el Frente de Todos debería ordenar su propia interna. La misma que no pudo domar en los más de tres años de gobierno. En segundo lugar, tendría que encontrar un candidato moderado capaz de pescar hacia el centro del electorado, habilitado para ir en busca de aquellos votantes refractarios a irse hacia los extremos que plantea el líder libertario. Además, prender velas a que Juntos por el Cambio profundice su disputa fratricida y se desinfle como una alternativa seria de alternancia al actual oficialismo.

Algunas de esas condiciones escapan a la voluntad oficial, que no obstante se resiste a aceptar que la inflación -que diversas proyecciones ubican ya cómodamente por encima del 100 por ciento hacia finales de este año- sea un factor determinante para sellar la suerte electoral del Gobierno. Apelan al manual de la historia y sacan del arcón de los recuerdos resultados electorales para insuflarse ánimo. Como el que obtuvo el radical Eduardo Angeloz en 1989 en medio de la hiperinflación de la adminisitración de Raúl Alfonsín. En aquél entonces, y pese a ese enorme lastre, el cordobés trepó al 38 por ciento de los votos. Se abrazan además a otro más reciente: el de Mauricio Macri en 2019, que en el mes de la elección, en octubre, obtuvo el 41 por ciento de los votos con una inflación de casi el 6 por ciento mensual.

Pero todos esos ensayos de laboratorio encuentran un elemento químico combustible en el dólar que se despertó. El Gobierno tiene poco poder de fuego para domarlo y el alza de la cotización mete una presión inevitable sobre la inflación que, para el mes que está transcurriendo, ya diversas consultoras vuelven a ubicar cerca del 7 por ciento. Lejos, bien lejos, de aquél apresurado e imprudente vaticino del ministro de Economía Sergio Massa en el sentido de que este mes el costo de vida comenzaría con un 3 adelante.

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